sábado, 31 de agosto de 2013

El Museo del Templo Mayor, visto por El Bable.

  Fue el 21 de febrero de 1978 cuando, haciendo unos trabajos de excavación de la compañía de Luz y Fuerza del Centro en contraesquina de Palacio Nacional que se descubrió la escultura de Coyolxauhqui, al día siguiente era la noticia que encabezaba todos los periódicos y en la televisión no se hablaba de otra cosa. Ese hallazgo dio paso al proyecto de rescate del Templo Mayor y tuvo por consecuencia la construcción del Museo del Templo Mayor. Será bueno anotar que esto que ahora ves no es la mencionada piedra, sino la del hallazgo más reciente que hubo, Tlaltechutli.

   Cuando visité este museo por primera vez, una de las cosas que más me llamó la atención, independientemente de las piezas exhibidas, fue la museografía implementada, en la cual se integraban, entre otras cosa, los elementos entre las propias piezas. Recuerdo muy bien un enorme caracol, tallado en piedra blanca colocado encima de una fuente en la que, el sonido del agua al caer era altamente relajante y nos indicaba la importancia que el agua tenía en la cosmovisión Azteca.

   Ahora que tuve la oportunidad de visitar nuevamente este museo me maravillo con todas las piezas expuestas, veo que lo más refinado de la producción artística de todo el Imperio llegaba a la Gran Tenochtitlán. Claro es, si ese era el templo principal en donde algo que se manifestaba era la dualidad y allí las ofrendas eran excepcionalmente bellas, aquí la muestra.


 

 



 




 













 
 
 




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