Si has leído los artículos que recientemente publiqué sobre algunas de las tradiciones de Yucatán, recordarás te comentaba de ese curioso adorno que se usa en las fiestas patronales que por acá se conocen como Gremios, llamado Ramillete. En varios sitios he visto montar o desmontar el ruedo provisional que usan para la fiesta llamada Vaquería, pero la fiesta en sí aun no la he podido ver; se trata de la esencia de las fiestas yucatecas.
La ceremonia, casi ritual, de Cabeza de Cochino tampoco la he visto aun, es parte importante de toda la fiesta patronal o gremio, ya que ella indica esa comida colectiva que se ofrecerá como parte fundamental del festejo. Todo esto es, evidentemente, producto de una fusión de ideas que, por un lado va el sincretismo religioso, y por el otro el desarrollo agrícola y ganadero que la región fue teniendo, ya que la Vaquería es consecuencia de la reunión que se daba en la temporada en que se marcaba el ganado. Es claro que las ancestrales celebraciones mayas, ligeramente deformadas o, en todo caso, evolucionadas, se fueron integrando, por un lado, a los festejos religiosos Católicos y, por el otro al avance que la entidad iba teniendo al transcurrir, especialmente, el siglo XIX. Y encuentro que ese concepto del ramillete y la comida colectiva tiene su origen en las ancestrales tradiciones mayas.
"Las fiestas públicas eran dadas por los caciques, o en honor suyo. El principal elemento de placer y regocijo era la comida en las cual el anfitrión obsequiaba a porfía a los convidados con aves asadas, perritos llamados tzomes, de poco o ningún pelo, asados debajo de la tierra, pan de maíz de exquisitas variedades (empanadas de carne Muxub Bak; pasteles de pavo, Ulmiluah; tamales de venado, Ceheluah, pan con frijoles metidos dentro, Muxub), y bebida de maíz y cacao. Había de particular que, al fin del banquete, cada convidado recibía, como muestra de especial agasajo, una manta de algodón primorosamente tejida, un banquillo de madera labrada, y una jícara con gracia esculpida, y pintada al exterior de colores que hacían contraste con la blancura mate de su interior. El regalo no era superfluo ni gratuito, sino bien interncionado: todo el que lo recibía quedaba, por el mismo hecho, obligado a dar en su casa una fiesta semejante, y a invitar a los que se habían encontrado en el convite que concluía: así conseguían que, en perpetuo giro, se menudeasen, y tornasen, en el transcurso del año, opíparos banquetes entre los nobles y caciques de cada pueblo.
"Aumentaban los goces del festín, las representaciones de breves piezas cómicas en que tomaban parte farsantes más o menos diestros, que con vestidos a semejanza de los sacerdotes, se proponían hacer reír con remedos de las costumbres del país, y chistes ridículos alusivos a personas determinadas . Llamaban a estas comedias baldzamil chomthan, y a a los cómicos que las representaban baldzam xtol. Se celebraban además, algunas veces, de noche, en las casas particulares, y entonces terminaban en borrachera. Otras veces acompañaban estas representaciones de cántigas y canciones divertidas: al son de los tunkules, o atábales de los caranillos, y de las conchas de tortuga tocadas con cuernos de ciervo, cantaban estrofas alegóricas, históricas o mitológcas.
"A la par de las cantigas se solazaban con bailes de distintas clases, y de pasos artificiosos, alegres y festivos. El baile era muy popular entre los mayas, y se puede decir que era un rasgo esencial de sus costumbres y un elemento indispensable en su vida. El baile se mezclaba en todas las solemnidades públicas y privadas, religiosas y civiles; combinaban de figuras según las circunstancias en que se verificaba; sus pasos se acomodaban al objeto a que se dedicaban, y el tono variaba con el motivo o razón que le daba lugar. Se bailaba en las fiestas de familia; en las ceremonias sagradas no podía prescindirse del baile; y en las fiestas públicas servía de mayor incentivo. Los destinados a estas últimas eran variados y numerosos; pero se distinguían, como más donosos, el baile de las cañas (Lolomché) y el baile de las banderas.
"Bailábase el lolomché, al son de los caramillos y caracoles por una cuadrilla de jóvenes pintados de negro de pies a cabeza, adornados de plumas y guirnaldas, y ataviados con el ligero ceñidor de cabos colgantes. Formaban una rueda y mientras los caramillos lanzaban plañideros sonidos al compás del tamboril, y todos coreaban las estrofas de melancolía cantiga, dos bailadores salían de la rueda al centro: uno con un manojo de varillas en la mano, y otro con un palito. Siguiendo el son de la música, bailaban, uno de pie, y el otro en cuclillas; aquel tirando las varillas con fuerza, y éste recibiéndola con diestra agilidad; y cuando la pareja se cansaba, volvía a la rueda, empezaban de nuevo, sin interrupción. A veces todo el día entero no cesaban de bailar sino el tiempo necesario para comer y beber.
"El baile de las banderas era dirigido por el Hol pop: lo ejecutaban ochocientos y más individuos, llevando sendas banderolas, marchando a compás guerrero sin la más leve dosinencia ni desbarajuste. La concha de tortuga tañida con la palma de la mano, daba sonidos lúgubres y tristes, que, acordes con los de las trompetillas y tunkules acompañaban estrofas de himnos guerreros". (1)
Fuente:
1.- Molina Solís, Juan Francisco. Historia del descubrimiento y conquista de Yucatán. Imprenta y Litografía de R. Caballero. Mérida, 1896. pp.271-273.
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