domingo, 1 de noviembre de 2015

Día de Muertos en Veracruz, 1831

   Comentaba hace poco sobre las lecturas “deliciosas” a propósito del diario de viaje de Pierre Charpenne y encuentro en él un pasaje que me hace reflexionar pues ocurrió hace tiempo, cuando andaba por Teocaltiche, que alguien me dijo que la celebración de muertos no era auténtica y que había sido impuesta por Lázaro Cárdenas para promocionar Michoacán. Cuando eso oí pensé en los elementos de los altares, la profusión de flores de cemplazúchil, las velas y sí, me hizo pensar en el ritual michoacano en rededor del lago de Pátzcuaro, me hizo dudar sobre la antigüedad de la fiesta y con la inquietud me quedé. Sorpresa grata me llevo casi al final del relato del migrante francés cuando, al estar ya en la desesperación por regresar a su país, llega al puerto de Veracruz justo un día como hoy, 1 de noviembre y es testigo de la festividad. Con ello corroboramos que la celebración es tan antigua como antiguo es México:

  “Mientras tanto, mi salud y mi dinero se escapaban; iba todos los días a casa del cónsul, para decirle que ya no podría darle más que doscientos cincuenta francos para pagar el viaje, pero no lo encontraba nunca. Me sentía muy inquieto por no verlo pues se acercaba el día de la salida y, si me veía obligado a dar trescientos francos al capitán, no me quedaría ya ni un centavo. Llegó la fiesta de Todos los Santos. Durante toda la octava de muertos hay feria continua en Veracruz. Es la época de los regalos para los niños. La plaza pública se llena de toda clase de frutas secas y golosinas de una infinidad de juguetes, entre los que se distingue una gran cantidad de pequeños ataúdes, bien hechos, altares en miniatura con cirios, mortajas ¡cabezas de muertos! Así, los días de tristeza para los padres son de fiesta para los niños y ¡se les enseña a reírse de los signos de dolor de sus padres! Hay en Veracruz muy lindos niños; sus madres los llevan a la feria en la plaza pública, sobre todo por las tardes: les compran en esas tiendas improvisadas, alumbradas por numerosas antorchas las golosinas y los juguetes que ellos mismos eligen. La octava de muertos es, propiamente dicha, la feria de los niños.

   “No fue sino hasta el 2 de noviembre, la víspera de la salida del trasatlántico, a las siete de la tarde, cuando pude hablar con el cónsul por segunda vez. Mientras viva, recordaré ese día. Se me pidió que subiese al primer piso. Él estaba sentado en una gran antecámara, cerca de una mesa de caoba, sobre la que había una gran lámpara con pantalla de cristal. Cuando entré, él escribía. Mi corazón latía con violencia, me acerqué y, tras saludarlo con respeto, dije con la voz emocionada: Señor Cónsul, yo soy el joven por quien usted se dignó interesarse para su regreso a Francia.” (1)

  Lázaro Cárdenas visualizó, entre otras cosas, la promoción turística de Michoacán, especialmente en Pátzcuaro, durante su sexenio se construyó un hotel que sigue en operación, el Posada Don Vasco y los afiches de la época mostraban la imagen de esa ciudad y su lago; quizá impulsó la festividad de muertos, pero no quiere decir que no hubiera (como me lo aseguraron) una celebración anterior a esos años de la década de los treinta.

Fuente:

1.- Charpenne, Pierre. Mi viaje a México. Mirada Viajera. Conaculta. México, 2000, p.275

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