Fue Bernal Díaz (si mal no recuerdo) el que describió la escena que aterrorizó a los españoles que llegaron a la proximidades del Gran Teocali al ver el Tzompantli... eso lo traigo a colación pues hay una extraña filia entre nosotros, los mexicanos, hacia la muerte, no tanto a lo que el evento implica, sino al culto que tenemos a los muertos, a los huesos, a las calaveras más que al recuerdo y a las ideas que el muerto nos dejó. De ello leí algo asociado a los restos de Hidalgo y como han ido y venido (el tema lo tengo más que documentado en el Blog Cabeza de Águila) y por ahí alguien habló de esa rara Necrofilia que tenemos. Pero lo que hoy veremos creo nos lleva a otro nivel... comenzamos con la exhumación de los restos de Venustiano Carranza.
Y cuando de exhumaciones se trata, pues ni que decir de la precisión de encontrar lo que se busca... digo, cuando se quieren hacer las cosas (tenemos el caso de los 43 que va en su tercera versión) pero, hablando de 1945, año del Centenario de la Invasión Norteamericana, de pronto alguien dijo: -aquí están y... zaz! encontraron al día siguiente siete osamentas... las de los Niños Héroes, luego vino la ceremonia, con West Point incluido. Y debemos aclarar lo del termino Necrofilia. En la toma, las urnas con las osamentas de los Niños Héroes.
Esto es verdaderamente extremo... las vísceras de Venustiano Carranza. Bien, la Necrofilia, se dice, como todo término que incluya la declinación "filia", es un gusto sexual a algo, en este caso a los muertos, pero no estamos hablando de eso, sino de lo que Fromm determinó en sus estudios que van más allá a esa extraña(ísima) atracción sexual por un cadáver, lo puedes leer aquí.
11 de octubre de 1942, plena Segunda Guerra, mientras tanto en México llegan, procedente de los Estados Unidos, los restos de Jaime Nunó, autor de la música Himno Nacional, él siendo español, vivió en Estados Unidos, allá fue localizado por casualidad en una Feria Mundial, creo la de Buffalo ¿o Nueva Orleans? y fue invitado a México... lo que vemos en la escena es el catafalco que se levantó en el zócalo para rendir culto... no a su memoria, sino a sus huesos.
Y alguien tuvo a bien (¿? + ¡!) meter en formol la mano de Álvaro Obregón, aquella que perdió en la Hacienda de Santa Ana del Conde, municipio de León, Guanajuato.
Una exhumación, luego una colocación de huesos en un nicho y un entierro.. el de los hermanos Serdán, los que marcan, en buena medida el inicio del periodo que conocemos como Revolución.
No recuerdo (y no tomé apunte) de cuáles son los restos que López Mateos está recibiendo, pero se trata de alguno de los cuatro que están en el Monumento a la Revolución. ¿Carranza? ¿Madero? ¿Villas? ¿Cárdenas? ¿Calles?... creo Madero.
Y aquí un grupo de Senadores con la señora (me falla la memoria ¿Eulalia?) en el lugar en donde se dice fue sacrificado Cuahutemoc, Ixcateopan, Guerrero.
Y de esas cosas extrañas y lo que es verdaderamente la necrofilia, recuerdo, hace mucho, haber visto una película belga por demás impresionante, en la que se toca el tema, se llama en español: El amor es un perro infernal, Love crazy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario