Hoy que se está recordando el aniversario luctuoso (asesinato) de Emiliano Zapata, 97 años; seguimos en el estado de Morelos, embelesados con sus haciendas azucareras y la abundante historia de todas ellas... que son un buen montón. Y hoy llegamos a una, de la que no hay fotografías ni actuales ni de lo que fue en su momento de producción pero que guarda una historia poco difundida, quizá por el desenlace nada grato de una pretendida colonización europea promovida por un presidente que -dicen- fue puesto por Porfirio Díaz, luego de su primer mandato, para evitar aquello de la reelección y que, luego del los 4 años de Manuel González, su compadre, en la silla presidencial, don Porfirio se quedó en la silla hasta 1911...
Vamos por partes y, primero veamos lo que encontré sobre Tlaltizapán, otro de los sitios que tengo pendientes de conocer y espero hacerlo este año. "Edificaciones históricas, religiosidad, gente con memorias de lucha y bellezas naturales que cautivan son la invitación que Tlaltizapán de Zapata ofrece para todos aventureros y amantes de la diversión, cultura y tradición. La tribu indígena de los Tlahuica huyó de los enfrentamientos entre otras culturas y se estableció en Tlaltizapan, el nombre del lugar se deriva del náhuatl y significa “sobre tierra blanca”. Después, con la llegada de los españoles, la “tierra blanca” formó parte del Marquesado del Valle de Oaxaca. En ese entonces, las mezclas raciales fueron entre indígenas y esclavos negros, de ahí, se derivó el color de piel que abundó en la región".
"Se dice que los colonizadores derrumbaron la pirámide que existía y encima de las ruinas edificaron la iglesia de San Miguel Arcángel, pero antes de construir el templo mayor, hubo una colonización religiosa en un pequeño lugar conocido como la iglesia para indios donde se veneraban a San Marcos. En 1549, Tlaltizapán fue una estancia de yeguas que perteneció a Hernán Cortés; el colonizador tenía una casa exclusiva para el encierro y domesticación de estos animales y para 1550, el sitio se convirtió en un criadero de caballos pura sangre y ambas actividades fueron posibles por la abundancia de vegetación, pero sobre todo por la gran cantidad de agua que había en la zona. Durante la Revolución, Tlaltizapán se volvió un suelo de lucha, pues la estancia del general Emiliano Zapata en la zona y el asentamiento de su cuartel son los máximos ejemplos de la importancia que tuvo esa etapa para el pueblo". (Tomado del Diario de Morelos.)
Así que ese es el antecedente que tenemos del lugar en donde se localiza la hacienda de Barreto. Continuamos con lo ocurrido durante la presidencia de Manuel González, que fue de 1880 a 1884. En algún momento González promovió de nueva cuenta, la colonización europea que ya desde tiempos de Antonio López de Santa Anna no había funcionado del todo bien, tampoco funcionó cuando en el Segundo Imperio se trató de crear la Villa Carlota en Yucatán y esta vez se promovía la inmigración de 500 italianos para ser "depositados" en la Hacienda de Barreto. Quién da cuenta de ello es "Salvador Quevedo y Zubieta, un intelectual afín a Díaz, comenzó una campaña de desprestigio dirigida a González, aduciendo que a raíz de perder su brazo derecho, el presidente había desarrollado un gran apetito sexual, y que había mandado traer de Circasia, Rusia a una mujer que se hospedaba en su hacienda de Chaping". (Tomado de Wikipedia.)
Salvador Quevedo escribe, cuando estaba en España, a donde se retiró cuando González fungía como Presidente de la República y desde allá comenzó a escribir artículos en contra de él, acusándolo de corrupto, de enriquecimiento y de todo lo que le fue posible, en algún momento le dicen que sus artículos bien podían ser un libro que relatara la Historia de México en los años en que Manuel González gobernaba, es así como Salvador Quevedo y Zubieta publica "El general González y su gobierno en México : anticipo a la historia". Y de esa obra extraigo tan solo uno de los artículos, con el cual te darás una idea del modo en que lo acusaba:
La colonización pigmea.
Viendo ó sabiendo el ministro Pacheco que la mayor parte de esa corriente humana desprendida hacia América de las diversas naciones de Europa, correspondía a Italia, en su deseo de terciar en la competencia de inmigración establecida entre los Estados Unidos y la República Argentina, dijo para sus adentros, no sin que tuviera resonancia en el público: ¡Italianos, a mí!... . A decir verdad, aquel hombre tenía en su aspecto algo de italiano. Rubio, cari-largo, con la tez salpicada de pintas parduzcas como un campesino de la Sienna, con la expresión triste e inmóvil de un pastor de la campiña romana atacado por la malaria, Guido Renni le hubiera tomado para modelo de un Santo Cristo. Siendo ranchero, pinto, hijo legítimo de la Tierra caliente, había nacido para emparentar con la raza de Maquiavelo y del dogo Dandolo como nuestros capulines nacen a tanta distancia parientes de las cerezas de Europa. Al llamar á los italianos, obedecía, pues, a una ley de afinidad, y desde aquel punto su historia política se hizo italiana, y su nombre ha quedado en los anales del Gobierno de Manuel González confundido con apellidos trasalpinos terminados en í. Eran los de los empresarios italianos que se presentaron para agenciar la proyectada colonización. Fulcheri, director de un café y restaurant muy conocido de la capital, fue el principal empresario en México, y en Italia un Rovati, comerciante de Génova. En Octubre de 1881 había el primero presentado al Ministerio de Fomento un proyecto de contrato de colonización, firmado no por él, sino por un tal Francisco Rizzo a quien se le dio cualquier gaga porque saliese a ostentar el bulto en un negocio ajeno, proyecto que el supuesto contratista hacía preceder de la siguiente solemne exposición al ministro Pacheco:
"Francisco Rizzo, ante Ud. expone: Que convencido de la utilidad que a la República Mexicana vendría si sus fértiles é inmensas comarcas estuviesen pobladas por gente que se dedicara especialmente a la agricultura, fuente principal de la riqueza de las naciones más avanzadas en la civilización, desde hace tiempo me he dedicado exclusivamente al estudio de las colonias agrícolas que, por cuenta de sus gobiernos, han establecido las Repúblicas del Nuevo Continente”.
Y luego formulaba los términos de su contrato, según el cual: "Rizzo se obligaba a traer al puerto de Veracruz 200 familias de colonos italianos cuyo número fuese de 500 personas por lo menos”. Según esa cláusula "Rizzo recibiría por indemnización de gastos de viaje y manutención de los colonos hasta su llegada a Veracruz sesenta pesos» por cada colono de ambos sexos (!) mayor de doce años; y treinta pesos por los mayores de 5 que no llegaran a 12 años”. Item más: "recibiría una prima de quince pesos por cada colono mayor de 12 años y de diez por menores de 12 y mayores de 5 años, Item más: "Un premio de cinco pesos por colono si se les hacía llegar a México dentro del plazo de cuatro meses después del contrato”. De todas esas cantidades, se comprometía el Gobierno a pagar veinticinco mil pesos al desembarcar los colonos y el resto un mes después. (*)
"El contrato fue aprobado en los términos propuestos. Así, calculando por término medio, á $50 colono, por los menores de edad que pudieran ser traídos, añadiendo la prima de $12 por cada uno y el premio de $ 5, resultaba el Gobierno comprometiéndose a pagar por quinientos italianos: Por su conducción a nuestras costas $ 25,000; por pago de prima 6,000; por pago de premio 2,500. Agréguese la obligación que se imponía el Gobierno de proporcionar d los colonos veinticinco centavos diarios durante el primer año de su permanencia en el país, y resultará un gasto de S 125 diarios que hacen al año $ 45,625, cantidad que sumada al anterior total significaba el gasto directo de setenta y nueve mil ciento veinticinco pesos.
(*) Diario Oficial del Gobierno mexicano. Número correspondiente al 5 de Octubre de 1881". (1)
En los capítulos siguientes, Quevedo cuenta una historia más bien trágica, de cómo fue la llegada de esos italianos enganchados, no en Italia, sino en Nueva York, y cómo es que llegan a Veracruz y de allí son llevados hasta su destino en Barreto, tiempo en el cual esa zona era considerada, en tiempos de lluvias, como un peligroso pantano. La colonia no prospera y pocos inmigrantes se queda, algunos logran huir del lugar y se van a otras partes de México, muchos mueren... una verdadera tragedia. Eso que ves en la parte derecha es lo que queda de la Hacienda Azucarera de Barreto.
Fuente:
1.- Quevedo y Zubieta, Salvador. Manuel González y su gobierno en México. Establecimiento Tipográfico en Montealegre. 1885. pp 44-48
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