Seguimos la visita por algunos de los Minerales de Guanajuato, ahora estamos en el de Cata, sitio en el que se levanta un templo de barroca portada que guarda en su interior al Señor de Villaseca. Como ya lo he mencionado en otros artículos, Alonso de Villaseca logró acumular una fortuna de tal dimensión que fue fácil convertirse en mecenas de todo tipo de instituciones religiosas, fue quién promovió y contribuyó para la llegada de la Compañía de Jesús a México. Villaseca hizo su fortuna primero al controlar el comercio del cacao, luego al incursionar en la minería, razón por la que veremos en varios de los minerales que fueron los más prósperos en Nueva España que aparece su nombre, el cual se liga al de Guerrero, que fue, creo su yerno. En México uno de los edificios que es considerado como el ícono de la arquitectura civil novohispana está en la Calle de Moneda y se llama la Casa de Mayorazgo de Guerrero, son dos casas en realidad, una frente a la otra.
Eran tantas las obras pías de Villaseca que, cuando muere, se desató un pleito entre Jesuitas y Agustinos pues ambos querían rendir los honores que merecía, esa historia es larga, la puedes leer aquí. Y si quieres saber más de este templo en un artículo que escribí hace tres años, obtendrás mayores detalles. De lo que ahora se trata es de ver a detalle la fachada, regocijarnos en sus formas propias del Barroco Estípite o Churriguera como algunos lo clasifican. Notarás que el discurso que se desarrolla en las pequeñas esculturas localizadas dentro de los medallones van relacionadas al pasaje de la Pasión de Nuestro Señor. Hay formas extraordinarias, como el dosel que se levanta al centro, cubriendo el medallón más grande de todos con una escena de la Santísima Trinidad.
De pronto, surgen querubines, y notamos en algunas partes del elaborado trabajo escultórico, residuos de la pintura que en algún momento se le colocó pues se consideraba que la cantera, la piedra desnuda no tenía ningún valor, y capas de pintura de colores contrastantes se le aplicaron, quedan vestigios de tonos amarillo, café, azul y verde. Aquí como en tantos otros templos de México las esculturas que engalanaban los nichos de la portada desaparecieron o, en todo caso, nunca fueron colocadas, pero, a sabiendas de los ataques que hubo en la ciudad durante la Guerra de Independencia, no es de dudar que haya sido entonces que desaparecieron, eso lo pienso pues, en la portada lateral, sobrevive una escultura decapitada.
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