miércoles, 27 de junio de 2018

La propuesta de inmigración a México de 1822, en el Primer Imperio

   Ya desde la incursión española en lo que hoy es México uno de los principales problemas que enfrentaron más allá del clima, la lengua o las costumbres de vida, fue la dimensión territorial. Era tan grande como desconocida la tierra “descubierta” y conquistada, tan grande que, a medida que incursionaban en la llamada “Tierradentro”, es decir, el norte, la frontera se trazaba más y más hacia el septentrión. Primero la establecieron en Cuautiltán, luego en Jilotepec, después estaría por rumbos de Querétaro, Zacatecas, hasta que dieron cuenta que ese norte no tenía prácticamente fin. Y la cosa (que no problema) consecuente y paralela era que ese norte estaba despoblado. Concluida la guerra la poca población era más que notoria en un territorio de las dimensiones que la recién creada nación tenía. Era necesario promover la inmigración y un plan se presentó en 1822:

   Añadimos ahora el proyecto de excitar la emigración de China, la India y las islas del Pacífico para colonizar el litoral, riberas y puestos del mar del Sur. En todas aquellas regiones de Asia es abundante la población, y por una feliz combinación de circunstancias no sería difícil a un gobierno  hábil y emprendedor atraer una considerable emigración, especialmente del Indostán, cuyos habitantes laboriosos, económicos y acostumbrados a un clima análogo al de las costas de México, se presetarían gustosos a trasmigrar, siempre que se les costease el pasaje y distribuyese tierras y goces sociales n generosidad en las inmediaciones de los puertos de Huatulco, Zihuatanejo, Zacatula, Manzanillo, Navidad, Valle de Banderas, Chacala, Mazatlán y en todas las márgenes de los ríos Verde de Jamiltepec, Yopes, Mezcala, Tololotlán, Cañas, Mayo, Sonora y Zaguanas, puntos excelentes por su situación ventajosa para el comercio, y acomodados por la feracidad de su clima y susceptibilidad de sus productos, a formar las bases de una inmensa población, la fuente de un vasto comercio y el semillero de la marina nacional.

  Para emprender un sistema de población en grande y digno de un imperio como México, sobre el litoral y ribera abordables del Cotazacoalcos y en otra órbita que pronto saldrá a la luz sobre este interesante país, la medida de favorecer el residuo de la población de gente de color y demás familiares sin propiedad de las Antillas y la Louisiana: estas clases recomendables de energía y aún por su industria y civilización.

  Llegó la gloriosa época de la independencia, y no faltaron mexicanos que interesaron al gobierno nacional a que se ocupara de la colonización de Texas; pero desgraciadamente todos los depositarios del poder que hasta ahora han administrado a México; han desatendido este interesante negocio.

  Convenciéndose que si por una fatalidad las fronteras de las Californias, Nuevo México y Texas continúan en el estado de abandono en que yacen, a una enorme distancia del centro de la población y los recursos, aislados sin comercio y sin vida, despoblados sus límites naturales, sus riberas, y litorales desiertos, tarde o temprano es inminente sin pérdida; porque, dígase lo que quiera, en cuanto a los derechos de posesión, estos serán ilusorios e insostenibles a la distancia, delante de la espaciosa política y las aspiraciones de la ambición del poderoso.

  La integridad del territorio nacional sigue débil, expuesto a perderse si no se cambia de sistema y adoptan positivas medidas de fomento y seguridad, mediante una administración local fuerte y conciliante de dependiente del gobierno federal, puesto que aquel punto fronterizo abrazando los intereses de la federación entera, ella es quien debe encargarse de su custodia y cuidado.

  No hay necesidad de imitar en esta parte a nuestros vecinos, que a fuerza de despojos van formando sin pensar un conjunto de hordas poderosas más allá de la derecha del Missouri y las montañas de Stony. La administración mexicana debe seguir otra política más sana; y al poblar los distritos de Texas, Bravo, Apaches, Usumacinta, Zaguanas y Timpanoyos, no se ha de tratar de ahuyentar a los naturales sino ganárselos por los medios más prudentes, establecer con ellos relaciones de buena fe, a fin de atraerlos y proporcionándoles educación civil y religiosa a sus hijos en las escuelas y establecimientos coloniales.

  Al efecto, indicamos entre otros medios una ley de población, premios y fomento, aplicado exclusivamente a los militares y empleados cesantes, y por apéndice a las familias extranjeras y nacionales útiles, que en fuerza de sus estímulos y alicientes, excite voluntariamente a este género de ocupación honrosa y útil a los que la adopten, y a la vez de la más alta importancia al reposo, prosperidad y garantías de la paz interior, riqueza territorial e integridad de la república.

  Pasado el peligro en que la patria pudo exigir este sacrificio a los ciudadanos, además de ser un gasto superfluo de dinero y gentes, es nocivo y pernicioso por cuanto la milicia fuera de los casos de la defensa de la patria que es uno de los deberes más sagrados del hombre, esteriliza la industria en general, empobrece las naciones, y haciéndose difícil cubrir las atenciones del soldado con puntualidad falta la estricta disciplina, y la desmoralización en el consiguiente; a mayor abundamiento, no siendo político ni conveniente mantener un grande ejército reunido, por necesidad, haya que diseminarlo, y a la distancia, es un vasto suelo como el nuestro, es casi imposible hacer cumplir la obediencia pasiva que prescriben las ordenanzas a las autoridades públicas.

  No hay pues motivo para desmayar, y contándose con las disposiciones e idoneidad de los militares en todas clases, es preciso que el gobierno se ocupe de un plan en grande para convertir a estos bravos en otros tantos grandes propietarios, distribuyéndoles en propiedad y libres de toda carga y gabela, los baldíos de mejor calidad de las provincias de Texas, California y riveras de los ríos Bravo y Zaguanas, habilitándolos de los recursos necesarios a su cultivo y transporte.

  También sería conveniente tratar de poblar los vástagos mal entretenidos a las islas Marías, San José de Cerralvo y demás del golfo de California cuya disposición facilitaría el fomento de la pesca de ballena, cachalote, carey, coral, y perlas de que parece que abunda a la par de la isla del Tiburón.
  La población central de los Estados mediterráneos equinocciales es de consideración en casi todo los ángulos fértiles y bien situados; más siendo en general la mayoría de los indígenas pobres, y poblaciones despojadas o escasas de las tierras que la mente de la ley quiso designarles, y en virtud existen muchos pueblos en Litis para conseguirlas con grave perjuicio de sus intereses y bienestar, es obvio de estos males y en obsequio de los aumentos de la agricultura y población sería del mayor interés que las autoridades supremas de la unión y los Estados comprasen al crédito o al contado, autorizados por una ley al intento, todas las tierras eriales o poco pobladas de ganado y sin cultivo, que existen casi abandonadas.


Fuente:

Ortíz Ayala, Simón Tadeo. Ideario de la república. En Resumen de la estadística del Imperio Mexicano, 1822. UNAM, México, 1968. pp. 73-76

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