Hace unos años, en 2012, vivía aún en San José del Cabo, tenía una habitación privilegiada por una extraordinaria vista pues se encontraba en una loma y miraba al mar, eso me permitió seguir puntualmente el paso de Sirio muy de madrugada y su irrupción en el cielo para marcar el inicio de la Canícula, la temporada de calor extremo en el verano.
Al profundizar en el tema y mantener mis ojos atentos a los limpios cielos matutinos del mar de Cortés, fui notando eso que fue anotado y estudiado cabalmente hace cientos, quizá miles de años: aprendí que en el Calendario actual, ese que “conocemos”, más por tradición que por entendimiento, sabemos que hay una Cuaresma que consiste en 40 días y que es el periodo en el que no se come carne los viernes. Tradición en vías de desaparición, entre otras cosas que cada vez menos se usan… no digamos que cada vez se entienden menos.
Pero esa no es la única cuarentena que hay a lo largo del año, la primera comienza el 25 de diciembre y termina el 2 de febrero. La segunda, movible, es la famosa Cuaresma, la cual -lo sabemos bien- va del Miércoles de Ceniza al Domingo de Ramos y es fecha movible que va de acuerdo con la primera luna llena de la Primavera. La tercera es justo la que no conocemos como cuarentena sino como Canícula que va del 16 de julio al 24 de agosto, es decir, del día de N.S. del Carmen al día de San Bartolomé Apóstol.
Por otro lado sabemos bien que los antiguos mexicanos, sean zapotecas que nahuas o mayas, tenían un sistema calendárico aún más preciso que el creado en la vieja Europa y que estaba fundado en los movimientos del cosmos, sea la aparición de estrellas en el firmamento que los puntos clave de los Solsticios y Equinoccios. Y en el mundo zapoteco precisamente marcaban las fechas con la Osa Mayor. Estas fechas eran el 5 y 25 de agosto, así como la del 6 de mayo. Amén de las bien conocidas del 21 de marzo, 21 de junio y 21 de diciembre.
El 5 de agosto (dependiendo del lugar de donde se haga la medida) es justo la mitad del verano, la iglesia Católica transformó esta celebración pagana de origen Celta en el día de la Transfiguración del Señor, que era muy sentida en tiempos virreinales pero que actualmente pasa casi desapercibida; el 25 de agosto es, el final de la canícula. Mientras que el 6 de mayo, marca la mitad de la primavera. Todo hace sentido.
Falta una, la del equinoccio de otoño, la cual, al comienzo de la evangelización se asoció con el día de San Miguel Arcángel, con los cerros y con las lluvias y con las cosechas… en cambio la fiesta de Nuestra Señora del Carmen se asoció con Venus, (Cirio en buena medida) y Centéotl, deidad del maíz. Por consecuencia esta idea embonaba a la perfección con la fiesta del Cerro en la región zapoteca que hoy es la capital oaxaqueña.
Y se estableció una regla, que si la fiesta del Carmen cae en lunes, entonces, será el próximo lunes que se haga la fiesta del Cerro con su correspondiente Octava, dado que es una celebración de alegría. Es por eso que la fiesta que conocemos como Guelaguetza se asocia a todo esto que acabo de referir y que para nosotros, en nuestro entender (limitado) del siglo XXI solo lo vemos como una fiesta de danza, color, comida y bebida… pero su significado es mucho más profundo.
La Guelaguetza se celebra cada año en los dos lunes después del 16 de julio, excepto cuando el primer lunes el 18 de julio, aniversario luctuoso de Benito Juárez. En ese caso, se posponen las celebraciones una semana y caen en 25 de julio y 1o de agosto (como ocurrió en 2005 y en 2011, aunque en 2005 no se respetó esta tradición, y se celebró el Lunes del Cerro el día 18).
También se le conoce como Guelaguetza al apoyo en especie (chile, maíz, frijol, etcétera), que se realiza en las comunidades cuando se realizan festividades. Este apoyo es recíproco, es decir, cuando se le brinda a la persona que lo requiere, está obligada a devolver el apoyo que se le dio. Las personas de las comunidades lo realizan como una forma de mostrar interés a sus costumbres o por lo que su familiar está haciendo o celebrando. Por lo regular, el apoyo de la Guelaguetza se da en las fiestas, al igual que en los velorios, solo que el apoyo cambia, es decir, las personas que lo reciben ya no están obligadas a devolverlo, pues se toma como una forma de demostrar el pésame por la persona fallecida. Guelaguetza es una palabra zapoteca que denota el acto de participar cooperando; es un don gratuito que no lleva consigo más obligación que la de la reciprocidad.
Cintéotl o Centéotl, que en idioma náhuatl significa “dios del maíz” o, más precisamente "energía del maíz", en la cultura mexica en ocasiones se considera un ser dual, hombre y mujer, o bien solo del sexo masculino; en sexo femenino, pasó a ser Chicomecóatl que, según la cosmogonía mexica, nació de la unión de Piltzintecuhtli, dios-energía de los temporales, y de Xochiquétzal, diosa-energía de la belleza, de las flores, de la juventud y de la fertilidad, patrona de las jóvenes, del embarazo, de los partos y de los oficios de las mujeres, que tras su nacimiento se refugió bajo la tierra y se convirtió en distintos sustentos; de entre ellos, el maíz divinizado. Entre sus diversos cultos, se le celebraba junto a Chicomecóatl, la diosa-energía de la agricultura, de las cosechas y de la fecundidad.
El origen de esta celebración proviene de los indígenas oaxaqueños, quienes veneraban a la "diosa-energía del maíz" Centéotl, por la que realizaban grandes honores, ofrendas y presidía las fiestas. Al llegar los españoles a esta tierra y establecer la religión cristiana, los frailes franciscanos y dominicos prohibieron las prácticas dedicadas a esta diosa-energía y construyeron el templo católico dedicado a la Virgen del Monte Carmelo -hoy templo del Carmen Alto-, y obligaron a los indígenas a rendir culto a la Virgen del Carmen. (Wikipedia.)
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