jueves, 14 de marzo de 2013

La selva en torno a la zona arqueológica de Comalcalco, Tabasco.

    Día 40 del recorrido. Hace tiempo no hablaba de casualidades, sí lo había hecho sobre números cuando andaba en el día 33 y vi que ese número es una dualidad del 3, un tres potencializado, un 3 que es el número de la divinidad, en esta ocasión elevado al 33. Hoy juntamos la casualidad con el número y tenemos que el 40, tan usado en la antigüedad para las cuarentenas, para las purificaciones de almas, cuerpos y espíritus que, visto de forma sencilla, en el 4. El número nos da los cuatro rumbos del universo, las cuatro estaciones, los cuatro puntos cardinales y... potencializándolo también tenemos que hoy, día 40, andamos ya en la selva.

    Una vez te conté que, hace ya tiempo, el trabajo que tuve era el llevar turistas que venían de Italia, a conocer el norte de Guatemala, era guía acompañante, salíamos de Cancún y aterrizábamos en Flores, el punto central de la selva del Petén, del bosque húmedo. Fueron muchas las veces que estuve allí, en Tikal, eso me permitió conocer buena parte de la hermosísima selva, me enamoré de ella; en una ocasión pasé una semana en una cabaña metido en la selva que fue una experiencia única. Contrariamente a lo que muchos imaginan, ni hacía calor, ni fui devorado por mosquitos, menos aun por feroces bestias. La cosa era caminar por donde las veredas están ya trazadas. Diariamente llovía. Lluvia que ni sentí por estar tan espesa la vegetación y cubrir los caminos, aquello era una delicia.

    Hoy, luego de pasar dos décadas de esas selváticas experiencias y de vivir esos años en el desierto de la Baja California Sur, me reencuentro con la selva, en este caso con la tabasqueña, más precisamente, en la región de Comalcalco, justo en donde se levantó la primera ciudad maya dentro del territorio que hoy es México. La zona arqueológica -una verdadera maravilla- la veremos más adelante pues, ayer que por ahí caminaba, de pronto caí en ese embeleso que solo la selva te puede producir con sus sonidos, sus aromas y su paz que te inunda el espíritu. 

    El día estuvo nublado, totalmente cubierto. La llovizna fue constante, de pronto arreciaba, luego se iba, regresaba, eso me benefició pues ahuyentó a los pocos visitantes que había y al numerosísimo contingente de escolares. Para aprovechar el tiempo me fui al museo de sitio y a la sala introductoria en donde platiqué largo y tendido con una muy amable guía, por cierto anotaré algo: es la primera vez que, visitando un sitio de INAH, topo con gente amable y dispuesta a asistir (que no a agredir como en otros sitios), ese toque humano hizo mucho más grata mi visita a Comalcalco. Terminada la lluvia, el sitio quedó sin un solo cristiano, fuera de los que trabajan en el sitio, así que volví para ahora admirar la selva, la selva que me llenó de una paz que bien podremos encontrar en las siguientes tomas:










































2 comentarios:

  1. Gracias por compartir estas bellísimas fotos. They're the next best thing to being there....Ramble on!

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  2. Benjamín, pero si allí no hay época de sequía, siempre llueve, por la tarde unos chaparrones y luego el calor intenso.
    Pero de que esta bonito, esta muy bonito.
    Una playa que es muy hermosa y que esta muy cerca es Paraíso.
    SL2!!

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