martes, 12 de enero de 2016

De cuando hubo sequía y hambruna en Guanajuato, 1711-1714.

    El siglo XVIII no fue sólo de fiestas de desbordado boato, de magníficas construcciones en la apoteosis del barroco, hubo también catástrofes, una epidemia de sarampión azotó a la población casi simultáneamente a una sequía que se prolongó por varios años. Consecuente a ello la producción de granos se vio afectada y los precios se dispararon a niveles nunca antes vistos. De todo ello nos da cuenta el canónigo Marmolejo en sus Efemérides.

    En el año de 1712 se experimenta este año una grande escasez de lluvias.  Para el 6 de julio de 1713 anota Lucio Marmolejo que: “Continúa la falta de lluvias en mayores proporciones que el año anterior. En la fecha de esta efeméride cae en Guanajuato el primero y casi único aguacero, y la multitud corría regocijada y ansiosa a los arroyos a proveerse de agua; pero conseguían poco, porque la absorbía la tierra casi instantáneamente, no siendo suficiente para alcanzarla, después de algunas horas de pasada la lluvia, el abrir pozos profundos en los mismos arroyos. Después de esto casi no volvió a llover”

   En 1714 se llegaría al extremo pues “a consecuencia de la grande escasez de agua de los dos años anteriores, Guanajuato y casi toda la Nueva España, sufren en el presente suma carestía y falta de víveres; y la hambre consiguiente fue tan espantosa, como tal vez no se haya experimentado jamás en estas comarcas. Los apuntes manuscritos de D. José Bartolo Álvarez, hacen de esta terrible calamidad la más negra pintura, y de allí tomamos los siguientes curiosos pormenores referentes a lo que pasó en Guanajuato. En este año de mil setecientos catorce, estando de Alcalde mayor el Sr. D. Juan de Berra, y de Cura el Sr. Dr. D. José de Abarsuza, se vieron en este reyno de las Indias, raros prodigios de hambres porque no llovió el año de 1713, porque no fue Dios servido, y con esto se perdieron las semillas de los campos, los animales se iban muriendo, y la gente se empezó a enfermar. Aunque había semillas rezagadas, el dinero estaba muy caro, y se atemorizaban los hombres de ver tantas infamias como usaban los perdidos, como monedas falsas, muertes, robos, muertos que se hallaban tirados por las calles y cerros, que se infiere eran de hambre, doncellas que por buscar el sustento, principalmente del agua, sacrificaban su honor, no daba uno paso por las calles que no encontrara las bandadas de esqueletos o muertos andando, casi armados con el pellejo. Estos cadáveres andando se arrodillaban, y apenas podían articular palabra, pues no decían otra cosa más de "Por amor de Dios que ya espiramos de hambre, socorred nuestra necesidad Srs. poderosos". Otra lástima era ver a los pobres enfermos que por su grave necesidad, salían temblequeando a las calles y plazas, y esto les era causa indudable para recaídas y para su muerte. El día 14 de Mayo comenzó a mitigarse la necesidad de la sed, pues este día se nos mostró Dios misericordioso, con enviarnos un aguacero, aunque las gentes se apoderaban de los pozos y costaba gran dificultad tomar el agua; pero la hambre siguió aumentando cada día. El siguiente 15 de Mayo, por curiosidad llegué a contar mil novecientos granos de maíz por medio real, y los más, podridos y apolillados, mil doscientos ochenta frijoles por el mismo medio real; y los hombres de mucho punto y de lucido linaje y Sras. de mucha estimación andaban pidiendo limosna. Por medio de manteca daban media onza; el día ocho de Julio por la mañana dieron en la tienda de la raya tres cuartos de manteca por medio real, pero el viernes 13, trajeron a mi casa, de la tienda del Sr. Gómez 575 frijoles, también por medio real, siendo la basura que llevaba, poco más de tres adarmes. La carne faltaba frecuentemente, y vi muchas veces apeñuscarse las gentes a los mataderos, por ver si les daban de por Dios, siquiera un pedazo de tripa de los que les tiraban a los perros, otros traían su trastecito para coger la sangre, y otros que no traían traste se arrojaban al suelo a lamer como los cachorros, y todos así la pasaban cruda y con mucha ansia y pleito para gozarse de ella. Todo esto quebraba los más duros corazones, y mucho más ver cómo bajaban los animales de la sierra a buscar el sustento, como eran los perros, los coyotes, lobos y otros animales; pero aquí la compasión más lastimosa era ver que los cristianos se amotinaban previniéndose con hondas y piedras, palos y gritos. Esto hacían los hombres, las mujeres y los niños, para que no llegaran los animales y les tocase eso menos. Con esto no podían por menos, sino rompernos los corazones los aullidos de los irracionales; y a pesar de esto, todos los mas días se levantaban difuntos por los cerros y plazas de nuestros lugares, de hambre y; de enfermedad, porque los más se mantenían con yerbas y nopales sancochados

   Los niños no se acordaban de los juegos y travesuras propias de su edad, sino solo de pedir sustento por amor de Dios. Era cosa de espanto ver en todas las tiendas que de un pequeño quesito de á medio sacaban tres reales los infames mercaderes sin piedad, y así de lo demás: se llegó a publicar bando para que no se vendiera a ninguna persona de la clase que fuera más que medio real de maíz, para que a todos les pudiera tocar. Una gallina buscada con necesidad valía 12 rs. un huevo por medio, ocho pimientos por medio, cosa que nos atemorizábamos los vivientes de ver estos estragos. Y con esto nos quiso regalar Dios Nuestro Sr. con hambre y fuerte tabardillo, que se apestó el lugar, de manera que el que caía de muerte, a los seis o siete días, no había mas que abrir la sepultura, porque experimentamos que no vivían más; y así acabaron muchas personas, tanto pobres como ricos, pero más pobres.

   Como irónica conclusión a estos lamentables hechos, lo que luego sucedió nos deja casi, casi espasmados: “1715. La Villa de Guanajuato y sus mineros, costean, en su mayor parte, la riquísima vajilla de plata y otras alhajas preciosas, con que el Virrey D. Baltazar de Zúñiga, Marques de Valero y Duque de Arias, obsequia á la Reyna de España Doña Isabel de Farnesio, con quien Felipe V. acababa de contraer segundas nupcias.” (1)

Fuente:

1.- Marmolejo, Lucio. Efemérides Guanajuatenses. Tomo II. Imprenta del Colegio de Artes y Oficios, a cargo de Francisco Rodríguez. Guanajuato, 1883. pp. 21-25

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