El siglo XVIII novohispano está lleno de páginas interesantes, levantamientos, enfrentamientos, descubrimientos de minas, invasiones y epidemias. Continuamente nos enfrascamos mucho en admirar los prodigios artísticos desarrollados especialmente durante la primera mitad de este siglo y no volteamos a ver lo que ocurría en la vida cotidiana. Y ocurrió que, en esa primera mitad hubo dos grandes epidemias, la primera de sarampíón que empezó a cundir a finales de 1727 y principios de 1728, buena parte de México fue afectado, especialmente la zona centro que era la más transitada por los que iban y venían de las minas de la tierradentro y portaban, sin saberlo, el virus que se fue expandiendo. No digo que hubo un control de la misma pues en la época los controles sanitarios se limitaban, a lo más, al lavado de manos.
Y ocurrió que diez años después se desató una terrible epidemia que se catalogó como "pavorosa", comenzó en 1736 por el rumbo de Tacubaya, en uno de los obrajes que allí existían y con facilidad llegó a la ciudad de México, poco a poco se fue expandiendo por todo el territorio de Nueva España y las consecuencias fueron desastrozas. El padre Francisco Xavier Alegre, en su Historia de la Compañía de Jesús da cuenta de la enfermedad que azotó al virreinato y dice que murieron dos tercios de la población, no solo en la ciudad de México, sino por todo rancho, hacienda, pueblo, villa y ciudad.
Al ver los libros parroquiales de entierros vemos como, la mortandad llega a números insospechados, los cementerios instalados en los atrios de los templos no se dieron abasto para sepultar la cantidad de cadáveres que cada día llegaron y, como en toda situación extrema, se dan casos con tintes de tragedia pocas veces vista, por ejemplo:
"En el año del Sr. de mil setecientos y treinta y siete, en once de febrero se le dio sepultura a un indio que murió de repente que iba de Correo para México cuyo cuerpo fue sepultado en la parroquia de esta villa. Por mi, el cura Beneficiado de limosna en el cuarto tramo y para que conste lo firmé".
La villa a la que se refiere es la de Salamanca, y el hecho de anotar "de limosna" quiere decir que se le dio sepultura sin que hubiera necesidad de hacer el pago correspondiente, claro es, no había deudos, incluso el registro aparece como anónimo. De ese tamaño era la problemática que se vivió a lo largo de 1737.
"En el año del Señor de mi setecientos y treinta y siete, en diez y ocho de marzo, habiendo recibido los santos sacramentos de Penitencia y Extrema Unción el mesmo día por el Theniente de Cura el Br. Dn. Antonio Melendez, Juan Manuel, indio soltero, forastero, que pasaba en recua para Sonora, volvió su alma a Dios, cuyo cuerpo fue sepultado por mi, el cura Beneficiado de la parroquia de esta villa, de limosna, en el cuarto tramo y para que conste lo firmo".
Es en verdad impresionante ver la cantidad de registros de decesos, prácticamente llenan todo un libro en el que, en tiempos normales, se anotaban hasta 10 años de decesos, en cambio, debido al temido matlazahuatl, que no es otra cosa que el tifo.
Aunado a la tragedia de la epidemia estaban las vicisitudes del camino, del andar por el Camino Real, como es el caso ocurrido el 27 de abril de 1738, cuando el Gran Matlaltzahuatl iba ya de salida. Los decesos se dan en mayor número en el mes de Septiembre, Octubre y Noviembre de 1737, para el año siguiente comienzan a descender, pero ocurre esto en la fecha marcada, de un "viandante" que iba hacia Zacatecas, seguramente a las minas, de nombre Eusebio, al parecer indio, que iba con Don Pedro Rodriguez de Espinosa (el que diga Don, quiere decir que era español) y murió ahogado, no especifica en dónde ni como. Abril no es época de lluvias por el Bajío, quizá se acercó mucho al río, que iba muy próximo al Camino Real. En la parte de El Guaxe (actual Villagrán Guanajuato), hasta Sarabia, el camino iba paralelo al río Laja, un poco más adelante al Lerma.
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