domingo, 3 de enero de 2016

Los relicarios de Santa Prisca en su templo de Taxco

   La riqueza que proveyó México (cuando se llamaba Nueva España) a la Corona española fue incalculabe, los envíos de enormes cargamentos de oro, y especialmente de plata se dieron continuamente, hubo momento de bonanza en las minas que se fueron descubriendo sean en San Luis Potosí que en Zacatecas, Guanajuato o Taxco en los que, además de suntuosas casas que se construyeron para los mineros, se levantaba también un aun más suntuoso templo. Taxco no fue la excepción y es palpable el tamaño de la bonanza que allí hubo al ver la magnificencia de su templo, dedicado a Santa Prisca en el pueblo que está dedicado a San Sebastián, razón por la cual ambos aparecen tanto en la fachada como en el altar mayor.

   No sé si habrá alguien que pueda hacer un cálculo del costo de lo que aquí hay. Suena complicado y un poco desequilibrado pretender una cotización de un recito de estas características y dimensiones. El portento (y la inversión) es tal, que sólo se requirió de siete años para su construcción, comparando que la gran mayoría de templos de esta envergadura se llevaban de 20 a 30 años en su fábrica. Aquí había dinero y no hubo impedimiento alguno para que en tiempo record estuviera concluido el sitio en donde oficiaría el hijo de uno de los mineros más ricos de Nueva España.

   Deberíamos ser sumamente cuidadosos al hacer el cálculo, pues, por un lado la manufactura de las estupendas tallas, que abundan, se antoja incalculabe. Si a ello le agregamos el trabajo de pintura, llegamos a cifras colosales, pues en el altar izquierdo del crucero, el retablo está dedicado a la Virgen de Guadalupe, y todos los cuadros que son medallones con la historia de las apariciones y la pintura central, que es una copia fiel de la guadalupana fueron elaboradas ni más, ni menos que por el copista oficial de la imagen: Miguel Cabrera y hay algo más.

   En la época en que todo giraba en torno a Dios y por todo se daba gracias y el ojo divino controlaba (a través de los sacrdotes) los ires, venires, haceres y dires de los fieles, había cosas que en nuestros días nos causan sorpresa pero que entonces eran cotizados tesoros que desde las catacubas romanas llegaban, vía Roma, a Nueva España y era la manera de demostrar que tan rico (más allá de lo artístico) era un templo: las reliquias de santos.

   Es común encontrar en los templos novohispanos más depurados un altar de reliquias, sea en una parroquia que en una catedral, incluso en oratorios particulares se llegó a tener tan codiciados objetos de culto que venían imbuidos en el misticismo propio de una persona que alcanzó la santidad. Incluso había templos que hacían todo lo posible por tener un corpo santo, que no era solamente la astilla de un hueso o una falange, o un cráneo, sino todo el cuerpo del santo.

   El templo de Santa Prisca no fue la excepción, aquí llegaron al menos 24 reliquias, unas pequeñas, otras un poco más grandes y, como la tradición marcaba, se colocaron en lugares privilegiados para la publica adoración de tan singulares objetos. Los podemos ver hoy día con facilidad, están muy arriba, lejos de las manos de los curiosos, creo que por eso han sobrevivido a secularizaciones, excalustraciones y confiscaciones que hubo a lo largo de la historia del país. 

   Los relicarios se encuentran en la parte central, alta, de cada uno de los altares de crucero, no tengo la menor idea de a cuáles santos pertenecen, pero ahí están, cuando visites este templo dale un poco más de atención a esos detalles y los encontrarás entre el entramado abrumador que se desarrolla en cada uno de los retablos.


   Este es el relicario del lado izquierdo.


  Y este el del lado derecho.

  Te recomiendo leer este artículo sobre la custodia que había en el templo y que, dice la leyenda urbana, fue a dar a París. Esto de las reliquias lo comencé a saber por el Templo de San Agustín en Salamanca; en San Agustín de Morelia, también las hay. Una reliquia que descubrí en Salamanca es esta. En el templo de Mapethé, en Cardonal, Hidalgo, no vi reliquias, supongo las hubo, pero ese templo es una maravilla.

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