Ofrecemos y deseamos la paz a todos los pueblos de la tierra. Fue la frase que se acuñó y recitó en la ceremonia de inauguración de los XIX Juegos Olímpicos. Si ocurrió lo que ocurrió el 2 de octubre, esa fue otra cosa. El 12, diez días después, se inauguraban los Juegos, ceremonia que en nuestros días sería tan básica como de una escuela secundaria, pero que, en su momento, hace 48 años, fue el parteaguas de la grandiosidad de los ceremoniales de inauguración olímpicos. Fueron muchas cosas simbólicas que aun hoy día hay quien no entiende, como el hecho de recibir el fuego olímpico en la emblemática ciudad de los dioses de Teotihuacán... hacer una recepción a la juventud del mundo por la juventud mexicana en el Zócalo, mismo ombligo de México y crear (que si bien no era mexicano) una imagen visual de los juegos que sigue sorprendiendo a todos en nuestros días. Lo dije una vez y lo vuelo a decir ahora: si el 2 de octubre ¡no se olvida! yo ni loco olvidaría el 12 de octubre de 1968.
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