Leyendo con atención lo que el doctor Krickeberg estudió y recopiló sobre diversas tradiciones mortuorias en las civilizaciones americanas, encuentro algunas similitudes entre lo que en el antiguo Perú y en el México prehispánico se realizaba. Cruzar un río, presencia de un perro, regresar al punto de origen...
Los pueblos de la sierra creen que todas las ánimas de los que mueren van a una tierra que llaman Upamarca, la tierra muda. Antes tienen que pasar un río y el puente de cabellos es muy estrecho. A las ánimas las pasan unos perros negros y por eso los crían los indios. Los del pueblo de Huacho y los otros de la costa dicen que las ánimas van a la isla de Guano, y que las llevan los lobos marinos que ellos llaman Tumi.
Lo que comúnmente todos los peruanos creían y tenían por fe es que el que era bueno, cuando moría volvía hacia el lugar de donde había venido, el cual era debajo de la tierra; allí vivían los hombres y tenían todo descanso. Pero el que era muerto por justicia, hurtaba o hacía otros pecados, cuando se moría iba al cielo donde hay fuego, y allí pagaba por ellos. Tenían y creían también que los muertos han de resucitar con sus cuerpos y volver a poseer lo que dejaron; por eso lo mandaban echar consigo en las sepulturas, y les ponían a los muertos todo lo mejor que tenían porque creían que como salían de acá así habían de aparecer sus ánimas allá, donde iban…
Los peruanos tenían por entendido que había un infierno para los malos donde los atormentaban los demonios y que llamaban Zupay. Decían, que los que iban al infierno, padecían mucha hambre y sed; que las comidas que comían y bebían eran carbón, culebras, sapos, y otras cosas parecidas. Los indios que iban al cielo comían y bebían espléndidamente muy buenas comidas que el hacedor les tenían preparadas y que también recibían las comidas y bebidas que se les quemaban en la tierra.
Krickeberg, Walter. Mitos y leyendas de los aztecas, incas, mayas y muiscas. FCE. México, 1988, pp. 189-190
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