El que fuera convento de Montserrat (algunos le dicen Monserrate) está en una calle de enorme tránsito vehicular, hacia la parte sur-poniente de lo que fue la ciudad de españoles de México; actual Museo de la Charrería y su historia es:
La orden de San Benito se fundó en Monte Casino por los años de 529, por el santo del mismo nombre. Su instituto eran los ejercicios piadosos, el cultivo de las tierras, los trabajos literarios y la enseñanza de la juventud. En España se hizo muy célebre el Orden de San Salvador de Oña (de benedictinos), donde floreció el P. Pedro Ponce de León, inventor de la enseñanza de sordo-mudos.
En México, el priorato de Nuestra Señora de Monserrate se estableció de la manera siguiente: Por el año de 1580 se hallaban en esta ciudad dos españoles ricos, D. Diego Jiménez y D. Fernando Moreno. Como no tenían sucesión, y eran muy devotos de Nuestra Señora de Monserrate de Cataluña, emplearon parte de su caudal en mandar traer de España una imagen de talla de aquella Santísima Virgen, igual á la original en su tamaño y aun en su color, Para ampliar y establecer el culto público de su amada patrona, convinieron en dejarla por heredera de todos sus bienes, edificándole una iglesia y capilla decente, dotada con suficientes fondos para la mantención de capellanes y otras obras pías. Por este tiempo sobrevino una grande epidemia que causaba horribles estragos; y viendo aquellos hombres piadosos la falta de un hospital para asistir á los indios, determinaron levantar uno para socorrer aquella necesidad. Al efecto, fundaron uno en las lomas de Santa Fe, á poca distancia de Tacubaya, (1) donde parece que ahora existe el molino de Belén, como el paraje más saludable y oportuno para la curación de los apestados, é idearon al mismo tiempo agregar al hospital la capilla que intentaban fabricar á Nuestra Señora de Monserrate.
Con el ejemplo de los dos sujetos expresados, acudieron otros devotos y resolvieron establecer una cofradía, á cuyo fin consiguieron bula de Su Santidad el Sr. Gregorio XIII, de 30 de Marzo de 1584, con todas las gracias y privilegios que gozaba la de Citalima. Con esto se comenzó con mas ardor la fábrica, y les ocurrid la idea, luego que terminara la epidemia, de convertir aquel edificio en monasterio de benedictinos.
Pero ya por la distancia del lugar, ya por la terminación de la peste, ó por otros motivos que se ignoran, se disolvió la cofradía y se abandoné aquella piadosa empresa: entonces los fundadores resolvieron trasladar la fundación á esta capital: compraron á los religiosos de San Agustin, en 4,500 pesos, el sitio en que existió el priorato, é impetraron nueva bula para la traslación de la imagen, la que les fué concedida por Sixto V, en 11 de Mayo de 1586, confirmando la gregoriana, y se dio principio al templo que fue dedicado en 1590. A poco tiempo, de orden de la Mitra se mandó cerrar la iglesia, quitar las campanas y llevar depositada la imagen al templo de las recogidas. Comenzose por tal motivo una cuestión con el metropolitano, cuyo pleito ganaron los fundadores por sentencia del nuncio de Su Santidad en España, y les fue restituida la capilla en 1593; y habiendo fallecido á poco tiempo los fundadores, dejaron, como lo habían prometido, de heredera á Nuestra Señora de Monserrate.
La herencia llegó á quedar muy reducida por los gastos erogados en los pleitos, de modo que los albaceas se encontraren sin fondos, ni para el culto de Nuestra Señora, ni para la construcción del convento que los requería mayores. Mas habiéndose reunido de nuevo la cofradía, y conseguídose licencia para recaudar limosnas, pronto se llegó á tener lo suficiente para llevar á cabo la obra premeditada, y poner el edificio en el número de los mejores de la capital, pues llegó á tener la cofradía, haciendas de campo, censos, etc., que prometían pingües rentas en aquellos felices tiempos de paz, de piedad y de abundancia.
Al fin, habiéndose introducido la discordia entre los cofrades, y suscitándose tantas querellas, la autoridad eclesiástica tuvo que intervenir en el negocio, y ordenar el secuestro de todo lo adquirido. Siendo los cofrades que los fondos que quedaban solo eran bastantes para sostener el culto de la Santísima Virgen y de un corto número de capellanes, se resolvieron á entregar el templo y el convento á los benedictinos de Monserrate para que fundasen un priorato.
En tal virtud, vinieron á México en 1602 los padres Fr. Bernardino Arguedas, de prior, Fr. Diego Sánchez y Fr. Juan Victoria, y después de varias dificultades que nuevamente se presentaron con el convento y capellanes de San Gerónimo, por estar el priorato dentro de sus límites, con el Illmo. Sr. arzobispo D. Juan Pérez de la Serna y otras corporaciones, quedé definitivamente establecido el priorato de Monserrate en México, el año de 1614, debiendo advertirse que su incorporación databa desde el año de 1604, en que Su Santidad Clemente VIII lo declaré de la Orden benedictina.
El priorato de Monserrate de México jamás pasó de este estado, ni llegó á ser monasterio formal de la Orden benedictina. Sin embargo de esto, el referido priorato siempre será una prueba de la utilidad que traen á los pueblos las comunidades religiosas, aunque su número sea muy reducido, pues solamente llegó á haber en dicho priorato cinco o seis monjes. Estos conservaron hasta su supresión los bienes que habían recibido, sin desfalcarlos en lo más mínimo. El culto que se daba á la Santísima Virgen de Monserrate de México, era igual al que se tributaba á la venerable imagen de Cataluña: siempre estaba cubierta con tres velos preciosos, que solo se descorrían en las fiestas principales de la Santísima Virgen, y les sábados en la tarde que se cantaba la Salve y Letanía Lauretana, con toda solemnidad.
La función titular se celebraba el día 8 de Septiembre, con asistencia de los prelados de las Órdenes regulares y estudiantes de la Universidad, ocupando el pulpito sus doctores. La Santísima Virgen tenía muchos y ricos vestidos, así como joyas preciosas. Había también curiosos ornamentos y vasos sagrados de sumo precio: la iglesia, aunque estaba adornada al gusto antiguo, relucía en ella su limpieza y hermosura. Los oficios divinos se celebraban con decoro y devoción. En lo demás, los benedictinos de México seguían las mismas prácticas que en Europa: mantenían en su claustro diez y seis niños que les servían de acólitos y de cantores, á los que educaban en la religión y les enseñaban las primeras letras, la gramática latina y la música, de modo que en esta parte seguían el mismo método que en el colegio de infantes de la metropolitana.
Según sus constituciones, dedicaban los benedictinos cada día un rato al cultivo de la tierra y á copiar manuscritos antiguos. La introducción de varias legumbres y plantas en nuestro país, y entre ellas la del ciruelo de España, que fueron los primeros que las cultivaron, son fruto de los trabajos del primer género.
Innumerables eran los manuscritos que tenían en su selecta biblioteca, especialmente sobre la historia de las Américas. En fin, poseían bellísimas pinturas de las que aun existen tres en la Academia Nacional de San Carlos de la capital, las cuales son de mucho mérito, y una de ellas es del famoso Zuberan. Los pobres y los desvalidos eran también atendidos por los monjes benedictinos de Monserrate: se repartían gratuitamente á los enfermos las medicinas que pedían, con un simple papel en que constara la indigencia de los que las solicitaban, para lo cual había una botica dentro del mismo convento, donde se elaboraban los medicamentos. Su ropería estaba abierta para vestir al desnudo, y diariamente daban de comer á la puerta á los necesitados que se presentaban.
Así pasaron sus días tranquilamente los monjes benedictinos de Monserrate de México, por espacio de mas de dos siglos, hasta que por decreto de las cortes españolas, se verificó su supresión en México, el 20 de Enero de 1821, en cuyo día, á las oraciones de la noche, se les hizo saber la orden real á los religiosos por el intendente de la ciudad.
La iglesia de Nuestra Señora de Monserrate de México, está situada de Sur á Norte: á este viento la puerta principal y á aquel el altar mayor: además de éste tiene por el lado del Oriente tres y por el del Poniente el mismo número. Aunque se halla deteriorada por falta de limosnas, se abre todos los días al culto católico, en la que no faltan las misas, gracias al laudable capellán el Sr. Lic. D. Pedro Rangel.
Fuente:
Alfaro Piña, Luis. Relación descriptiva. Tipografía de Villanueva, México, 1863. pp. 112-116
Muchas gracias por el relato. Vivo en la misma cuadra que el ex convento y siempre me he preguntado como eran las vidas de las personas ahí en aquella época. Muy interesante todo. ¡Saludos!
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