Una vez fui hasta allí, en busca del Árbol de la Noche Triste, llegué en el Metro, y estaba un tronco, quedaba muy poco de él. Ahora que encuentro varias imágenes de lo que fue tan emblemático árbol, me entero de que dos veces ha sido incendiado, en una de ellas se dice que fue una persona alcoholizada, eso en 1972, quizá alguien que con el etil al máximo recordó aquello de ser nacionalista "al grito de guerra" aprestó el bridón y... Ahora doy con la nota publicada, en España, cuando ocurrió el segundo incendio.
El llamado Árbol de la noche triste, un viejísimo ejemplar de la especie ahuehuete mexicana, venerado durante siglos como símbolo de la resistencia indígena contra el conquistador español, fue quemado el miércoles pasado en un atentado vandálico que ha estado a punto de destruirlo completamente. Sobre este árbol, que fue quemado probablemente con gasolina por unos desconocidos la noche del miércoles, la tradición dice que Hernán Cortés lloró su derrota ante los aztecas el 30 de junio de 1520. Las autoridades han iniciado una verdadera cacería para. encontrar a los autores del acto vandálico. La salud del famoso árbol se encontraba muy resentida. Cada mes recibía una inyección para fortalecer su estructura, sujeta por un refuerzo de cemento. El tratamiento recibido por el añoso árbol había conseguido resultados. En sus viejas ramas habían brotado hojas verdes. Se desconoce si tras el atentado el brote podrá perpetuarse. Los agresores arrancaron algunos trozos de su corteza. (El País, 13 de septiembre de 1981.)
ARBOL DE LA NOCHE TRISTE
ResponderEliminar“Llanto, penas, tú . . . sufriste.”
Por el rumbo de Popotla,
registro de historia, docta,
persiguiendo castellanos,
en aquellos tristes llanos.
Enfrentando a los soldados,
los mexicas, sojuzgados,
les perdonaron la vida,
en ferviente, plena, huida.
Lancetas, dagas, rodelas,
van dejando sus secuelas,
imponiéndose al acero
del invasor trapacero.
Hernando Cortés, sangrando,
sangre, lágrimas, llorando,
por sus muertos, sus despojos,
postrose, ante ti, de hinojos.
Perdiendo, así, la entereza,
mojó tu tersa corteza,
con sal, de espanto, de miedo,
pidiendo la paz, . . . sosiego.
Por conquistas tan sufridas,
lamer, con saliva, heridas,
¿tesoros?, pa’ Los Remedios,
españoles, sus misterios.
Aliados de Tlaxcaltecas,
rivales de los Aztecas,
con enemistad a ultranza,
preparando la venganza.
“Amigo, de mi enemigo”,
¡Dios bendito, otro enemigo!,
aquel que condona, pierde,
tu follaje era . . . muy verde.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., a 30 de junio del 2016
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