Hace tiempo oí la palabra por primera vez, se trataba de una obra de teatro infantil (en el Foro Shakespeare) en donde hablaban de algo que ocurriría “en la hora prima”, luego cuando comencé a estudiar más sobre la Guerra de Independencia, un autor dice que eso que conocemos como Grito ocurrió en la hora prima. Ahora sé que la prima se refiere en término de las Horas Canónicas a las seis de la mañana pues sucede que en tiempos medievales que nos llegaron a México con la evangelización el reloj se entendía de acuerdo a los rezos y si las Horas comenzaban con la prima, había consecuentemente una segunda, tercera, etc., pero solo cada tercera hora destacaba, ya que era la hora de rezar. Se establecieron 7 rezos cada tres horas, de ahí que la Tercia refiriera a las 9:00, la sexta a las 12:00, la nona a las 15:00. Las vísperas a las 18:00 y las Completas a las 21:00. Se complementaban con los Laudes que eran “antes de amanecer”, que calculo las 5:00 y, una más, que es difícil de establecer, se llamaba Maitines, en total no eran 7 sino 8 las Horas Litúrgicas, 3 eran “Mayores”, 5 “Menores”.
Traigo a colación lo de las horas como eran conocidas anteriormente porque de ese modo nos será más entendible algún texto antiguo que la usa y regularmente nos quedamos con la duda de a qué hora del reloj actual corresponde la prima o tercia y me sorprendo al descubrir la relación que existe ente el concepto de hora litúrgica y la palabra en inglés para designar la tarde (noon), y más aún que había un reloj de sol asociado a estas horas llamado Reloj de Misas, que es el que vemos en la imagen. Veo, además, como ha permeado esta costumbre hasta nuestros días, en el que lo más común en los relojes es que se divida en cuatro y se marquen solamente los números 12-3-6-9. Todo esto va, además asociado con las costumbres que muchos tenemos de la cuaresma, especialmente a la abstinencia de carne, así que consultamos la Enciclopedia Católica y encontramos lo siguiente:
“… en la temprana Edad Media, a lo largo de la mayor parte de la Iglesia Occidental, la Cuaresma consistía en cuarenta días de ayuno, y seis domingos. Desde el inicio de esa temporada, hasta su final, quedaban prohibidos la carne y los "lacticinia", incluso los domingos, y durante los días de ayuno sólo se hacía una comida al día, la que no podía realizarse antes de oscurecer […]. Pero ya en una época muy temprana (encontramos la primera mención de esto en Sócrates), se comenzó a tolerar la práctica de romper el ayuno a la hora de nona, o sea a las tres de la tarde. Sabemos, en particular, que Carlomagno, alrededor del año 800, tomaba su refacción cuaresmal a las 2 de la tarde […]. Este gradual adelanto de la hora de cenar se facilitó por el hecho de que las horas canónicas de nona, vísperas, etc., más que representar puntos fijos de tiempo, representaban espacios de tiempo. De tal modo, se llegó a pensar que la hora nona empezaba a mediodía, y ese punto de vista se ha conservado en la palabra inglesa noon, que viene a significar el tiempo entre mediodía y las tres de la tarde. La hora de romper el ayuno cuaresmal era después de vísperas (el ritual vespertino), pero gracias a un proceso gradual, el rezo de vísperas se anticipó más y más hasta que se reconoció oficialmente el principio, vigente hasta hoy día, de que las vísperas de Cuaresma podrían ser rezadas a mediodía.
“A lo largo de los siglos se reconoció que una cantidad fija de comida sólida, menor de seis onzas, podía ser tomada después de la bebida del mediodía. Puesto que esa bebida vespertina, cuando se comenzó a tolerar en los monasterios del siglo IX, se tomaba a la hora en que se leían en voz alta las "collationes" (conferencias) del Abad Casiano a los hermanos, esta pequeña indulgencia llegó a ser conocida como "colación", y así se ha llamado desde entonces […]. Para comenzar, se ha tolerado la costumbre de tomar una taza de líquido (por ejemplo, café, té e incluso chocolate) con un trozo de pan o una tostada temprano en la mañana. Y en lo que toca más de cerca de la Cuaresma, la Santa Sede ha concedido sucesivos indultos para permitir la carne como alimento en la comida principal, primero los domingos y después en dos, tres, cuatro y cinco días a la semana, hasta casi abarcar todo el período. Más recientemente, el Jueves Santo, en el que siempre se había prohibido la carne, ha venido a ser beneficiario de la misma indulgencia”.
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