viernes, 15 de octubre de 2010

De muertos, números y alegrías... guía para la elaboración del altar de muertos.


Bueno, eso de no tener mi archivo de fotografías y documentos me está llevando por intrincados caminos, tan intrincados como pasar por el itzehecayan y ahora tenemos otro título pretencioso y complicado de entender en el artículo que comenzamos.... ¿De muertos números y alegrías? si esto lo consultamos en cualquier periódico de circulación nacional el día de hoy nos dirá el número de muertos que se aumentan a la ya enorme lista de algo así como 30 mil que van a lo largo del año del bicentenario... hay quién dice que ya son más muertos en este año que los que hubo cuando inició la Revolución, pero, bueno, no nos metamos en cosas complicadas. A los muertos que me refiero son a esos que dentro de poco regresarán para estar con nosotros, de acuerdo con la antigua tradición, y que les tendremos preparado opíparo banquete para este 2 de noviembre, día de los fieles difuntos, día de la alegría. ¿Alegría por la muerte? sí, alegría pero no el acto de contento sino la planta, el huautli, por su nombre náhuatl, o bledo por su nombre castellano... Antes se decía: "me importa un bledo" refiriéndose a lo poco que una cosa vale, solo que, como suele suceder, en este siglo XXI, las cosas que antes no valían, ahora si que tienen un enorme valor.

Comenzaremos por ver lo que la Universidad de Guadalajara nos dice: "El más conocido es el de Amaranto y alegría, aunque este último nombre es más reconocido para el dulce que se confecciona con las semillas infladas y miel. El nombre de Amaranto proveniente del griego significando "planta que no se marchita" (Vele, 2000).

Popularmente se entiende por “quelites”, a lo menos en la Mesa central, a diversas plantas herbáceas silvestres que son comestibles cuando tiernas. La palabra quelite en sí proviene del náhuatl “quílitl”, que designa a la especie A. hybridus y que encontramos en el nombre de la alegría, A. leucocarpus, “huajaquilitl”. Hay otros quelites como el quelite morado (A. gangeticus var. melancholicus y A. sanguineus) (Martínez, 1979).

El llamado quelite de agua (Amaranthus blitoides) se usa como planta forrajera en Chihuahua y probablemente otros estados del norte. El quelite espinoso (A. spinosus) es un arvense común en los climas cálidos. En Jalisco, así como en el Valle de México, se le llama también “alegría” a A. leucocarpus que en otras regiones es llamado “chía de chapata”, “guaute o huaute”, “huautli”, “ziim” y “huajaquilitl”. Tanto a A. hybridus como a A. hypocondriacus se les llama quintonil y se come cuando la planta está tierna (Kauffman, 1981).

Muchas de las especies mencionadas up supra son llamadas en otras regiones “bledo”, dado que sus semillas son minúsculas y parecerían insignificantes, de ahí podremos entender por qué se dice “me vale un bledo”. En las lenguas totonaca y tarasca la fonética es extraordinaria: para designar a A. hybridus en totonaca se usa Saua-shalsoco, Tsaua y Saua-sacaca; mientras que en la lengua tarasca es Shacua o Chacua (Martínez, 1979)"
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Todas estas ideas brotan ahora que comienzo a idear lo que posiblemente será mi altar de muertos. Si es que me sigues desde hace más de un año, seguramente viste el altar que relicé el año pasado, ese está lleno de simbolismos, traté de hacerlo lo más apegado al verdadero y auténtico significado, solo que me fui mucho con la numerología y el significado del cuatro, con su representación nahuatlaca de los límites del mundo, las estaciones del año y los puntos cardinales, asociando esto con los cuatro elementos; pensando en que el papel picado era el viento; el agua, propiamente el vaso con agua; la tierra la ofrenda de almientos y el fuego representado directamente por las velas... solo que, ahora que leo al historiador jesuita Francisco Javier Clavijero encuento significados más profundos, te los comparto:

"Finalmente, los mexianos, que en todo fueron supersticiosos, se excedieron en los funerales. Luego de que alguno moría se hacía llamar ciertos maestros de cermonias fúnebres que, por lo común, eran hombres ancianos. Estos en entrando en la casa del difunto, contaban un buen número de papeles y llegándose luego al cadáver le encogían los pies y lo vestían de papel, y tomando un pequeño vaso de agua se la derramaban en la cabeza diciéndole: "esta es la que gozaste en la vida". Después lo amortajaban según su condición y recursos, y según las circunstancias de su muerte. Al soldado lo vestían con el traje de Huitzilopochtli, si esterero con el de Nappateuctli; al mercader con el de Yacatecutli, y cada uno finalmente con el vestido del dios protector del arte o profesión que había ejercitado.

Al que moría ahogado vestían el traje de Tláloc, al borracho el de Tezcatzoncatl o de Ometochtli, dioses del vino, y al que moría ajusticiado por adulterio el de Tlazoltéotl; generalmente llevaba, como advierte Gómara (Francisco López de Gómara), más ropa cuando muertos que cuando vivos. Poníanle un jarillo de agua entre la mortaja, diciéndole: "esta es el agua con las que has de hacer el viaje", y le iban dando por orden los papeles cortados, expresándole el destino de cada cual".

Aquí comenzaremos a ver el auténtico significado de cada elemento que va dentro del altar de muertos. El vaso con agua, o mejor dicho, un jarro con agua es escencial para que el muerto haga su travesía. En cuanto a lo del papel picado, estamos encontrando un significado mucho más profundo e interesante; se habla de seis papeles, esto cambia un poco las ideas, el 4, el 5 el 2 y el 9, asi como el 13, tienen fuerte significado en la cosmovisión náhua no así, hasta donde tengo entendido el 6. Como quiera nos plantea el uso de 6 papeles, continuamos con Clavijero.

"Al entregarle el primero le decían: "con éste pasarás sin peligro por entre los dos montes" que se están recíprocamente batiendo". Al segundo: "con éste irás con seguridad por el camino que defiende la gran serpiente". Al tercero, "con este caminarás seguro por donde está el cocodrilo Xochitónal"; al cuarto: "este te servirá de amparo en el pasaje de los ocho desiertos". El quinto era un salvoconducto para los ocho collados y el sexto para pasar sin lesión por el viento aguzado, porque fingía de haberse de pasar un sitio llamado Itzeheyacan, donde soplaba el viento tan fuerte que arrancaba las piedras y tan penetrante que cortaba como un cuchillo".

Tratando de entender el significado de cada papel quiero pensar lo siguiente: el primero se refiere específicamente a lo que son los labios vaginales, esto debido a que se plantean dos en un rítmico movimiento que bien se pueden comparar con las contracciones durante el parto, recordemos que el viaje al Mictlán es, en buena medida, el viaje al punto de origen y por lo tanto debemos cruzar en sentido inverso el camino que ya recorrimos al nacer. La "gran serpiente" para el que es usado el segundo papel nos hace una directa referencia a Coatlicue, diosa de vida muerte y resurrección, la que viste la falda de serpientes y que en su monumental escultura aparece con dos serpientes enfrentadas una a la otra, es decir, marcando una dualidad. El tercer papel nos aclara esa duda del "camino de flores" por el que se ha interpretado textualmente su nombre durante muchos años en los altares de muertos ya que, Xochitl, efectivamente es flor y Tonal nos indica el camino, recordemos, por ejemplo, que el calendario sagrado se llama Tonalpohualli. Al leer lo relativo al cuarto papel nos encontramos con una palabara propia del castellano, de esas que han caido en desuso, collado, esto significa "paso suave para atravesar con facilidad una sierra", ahora bien el que sean 8 los collados me hace pensar varias cosas, una de ellas, que ya estamos muy cerca del destino, pues llegando al nivel 9 estaremos de vuelta en el punto de origien. El quinto papel se refiere al paso por el Itzeheyacan, ese lugar sombrío, de fuertes vientos, seguramente será oscuro y en tonalidades severas, lelgando al sexto papel nos topamos nuevamente con la representación del 8, esta vez con 8 desiertos... creo que aquí hay algo relacionado con el concepto del "más allá" pues si vemos el origen del pueblo azteca, nos relacionará al concepto del Chicomóztoc, el cual se piensa está al norte, y al norte de Tenochtitlán es zona desértica, más al norte se va, más seco está.

"Una de las principales y más ridículas ceremonias era la de matar un techichi o perrillo mexicano que se procuraba fuese de pelo rubio para que a compañase al difunto en su viaje. Atábanle un hilo de algodón al cuello diciendo que era necesaria esta diligencia para pasar el río profundo del Chuhnahuapan (río de 9 aguas).

Enterraban el techichi o lo quemaban juntamente con el cadáver de su amo, según su género de su muerte que éste había tenido. Entre tanto que dos maestros de ceremonias atizaban el fuego en que debía quemarse el cadáver, los demás sacerdotes cantaban en tono lúgubre. Después de quemado recogían con una olla todas las cenizas y echaban en ellas una piedra preciosa de mucho o poco valor, según la posibilidad de difunto, y se decían que esta piedra debía servirle de corazón en el otro mundo. Enterraban la olla en un hoyo profundo y durante cuatro días continuos hacían ofrendas de pan y vino sobre el sepulcro". (2)

Tenemos entonces que, parte importante dentro del altar será poner agua, o una representación de ese río de las nueve aguas, 9 número emblemático de vida y muerte, de vida porque son nueve las lunas llenas que requerimos para ser gestados, y son 9 los estratos que debemos recorrer para llegar al punto de orígen... recodemos que aquí se coincide con el rito Católico del novenario. Lo del techichi es otro de los ligeros errores en los que hemos caído, techichi es el general de perro, chichi es mamar, de allí que en México le digamos chiches a los pechos; escuincle es actualmente un niño, pero itzcuincle es una raza de perro, la que no tiene pelo, solo que en el caso específico del muerto se habla de un techichi, un perro en general. Quizá sea el retrato del muerto la suplantación a la olla con cenizas, lo cual igual lo podemos incluir en el altar, lo que me parece bastante representativo es lo de la pidera preciosa, pues, si vemos que en los sacrificios a Hitzilopochtli o Tezcatlipoca, lo supremos seres, se les ofrendaba precisamente el corazón y que mejor relación que una joya con el corazón. Así como el oro y la plata se consideraba el excremento de los dioses, pues el corazón, en este caso es la joya que todos poseemos en nuestro interior.

Por último vemos que las ofrendas se desarrollaban durante cuatro días continuos, el cuato, ya lo dijimos, número importantísimo que nos marca los confines del mundo, es decir, de nuestra existencia terrena. Y como grán colofón encontramos eso que en algunas comunidades aun se sigue desarrollando, el comer y beber junto al muerto en su tumba.

Lo de las ofrendas, se que mucha gente entiende la comida per sé... es decir, tal cual, la comida que comemos, pero si tenemos en cuenta de que es meramente representativo el altar, pues que mejor que utilizar los cuatro productos básicos en la dieta del valle del anahuac: maiz, chile, calabaza y huautli, efectivamente, huahutli... esa que conocemos ahora como alegría y que Hernán Cortés mando eliminar de las siembras, pues como veía que el ceremonial del Teocualo "mi dios comido" era una herejía, prefirió eliminarla, solo que, si a conceptualizción nos vamos, no hay gran diferencia entere el Teocualo y la comunión en el rito Católico, la Eucaristía no es otra cosa que el Teocualo. Lo que si don Hernán, quiza bien lo supo -tonto no era- que el huautli, es decir, la alegría, con la que estaba hecho el Teocualo le daba la energía suficiente a los guerreros que llegaron a enfrentar cuerpo a cuerpo a aquellos españoles armados al modo medieval.

Una de las cosas que será buena revivir, precisamente en el emblemático día de los muertos, del emblemático año del Bicentenario y cercano al Centenario, es el consumo de huautli, de alegría, fuente de una buena cantidad de vitaminas, que buena falta nos hace en la dieta nacional... mejor que un Bubulubu o un Gansito ¿no crees?

Pues para concluir con esta temática será bueno saber -digo, saber pensando en que esto no está del todo difundido- que la celebración de Todos Santos en el mundo azteca no era en noviembre, sino en pleno verano, en agosto, durante el noveno mes, y para el décimo de los 18 meses era la celebración de los muertos, solo que, durante la evangelización se decidió integrar, sincretizar lo uno y lo otro y se trasladó a lo que dentro de poco estaremos celebrando.

Tus comentarios serán más que bienvenidos... yo me voy al mercado, mejor dicho al tianguis en busca de los elementos necesarios para mi altar, por lo pronto el huautli lo tengo ya bien ubicado.
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Fuentes:
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1.- Revista Electrónica de la Universidad de Guadalajara:
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2.- Clavijero, Francisco Javier. Historia antigua de México. Editorial Porrúa, México, 1974.
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Enlaces:
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Para ver más sobre el amaranto:
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Para ver mi altar de muertos del año pasado:
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Una interesantísima historia de muertos aquí:

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