lunes, 11 de octubre de 2010

Cibola y Quivira o el arte de mentir: Las fantasías de fray Marcos de Niza.


Pues ya que es lunes y tengo acceso a las computadoras públicas de la biblioteca municipal y su acervo encuentro esto que es un magnífico complemento a la historia que comenzamos ayer. En el México a Través de los Siglos, Tomo III, Editorial Cumbre, México, 1984; encontramos lo siguiente:

"... como poderoso estímulo a los nuevos proyectos de conquista, y confirmando las ya exageradas relaciones que de Cibola y Quivira habían hecho Cabeza de Vaca y sus compañeros, llegó a México fray Marcos de Niza con la historia de su viaje y sus descubrimientos.

Fray Marcos había recibido por conducto de Francisco Vázquez de Coronado las instrucciones del virrey Mendoza, en Tonalá, el 20 de noviembre de 1538; emprendió su viaje hasta Culiacán, y de allí partió el 7 de marzo de 1539 llevando en su compañía al padre fray Honorato, a Esteban ó Estebanico, el negro que había comprado el virrey a Dorantes, y algunos indios esclavos que el virrey había también comprado y dado por libres para que acompañaran a fray Marcos en aquella expedición.

Emprendieron el camino y llegando al río de Petatlán enfermó fray Honorato en tal disposición que tuvo necesidad de quedarse allí mientras los otros continuaban su marcha.

Cuenta fray Marcos que mandó por delante, explorando la tierra, al negro Estebanico con algunos indios, dándole una cruz blanca, con encargo de que, si las noticias que adquiría eran buenas, le enviase con un indio un pedazo de esa cruz, más grande en proporción de la bondad de esas noticias remitirle en caso satisfactorio toda la cruz.

   Caminaron así varios días, unas veces entre rancherías pobres y otras por despoblado, hasta que el negro envió, no un trozo de la cruz que llevaba ni aun toda ella sino una tan grande, que era más alta que la estatura de un hombre, indicando con esto noticias verdaderamente halagüeñas. Traían además los mensajeros recado para fray Marcos de parte de Esteban, rogándole partiésen en seguida con ellos porque había encontrado gente, "que daba razón de la mayor cosa del mundo" y uno de ellos venía con los mensajeros. Contó este hombre tantas grandezas de la tierra, que a pesar de su candorosa credulidad dice fray Marcos: "dejé de creerlas para después de haberlas visto o de tener más certificación de la cosa". Agregaba que, desde donde había dejado a Esteban hasta Cibola, había treinta jornadas, que era una provincia en que había siete ciudades muy grandes, con casas de piedra, suntuosas, las más pequeñas de un solo piso, las otras de dos y de tres, y la del señor que mandaba aquellas siete ciudades teniendo hasta cuatro; que las fachadas de las casas principales estaban muy bien vestidas de las que refirió mayor grandezas que de las siete ciudades de Cibola.

   Fray Marcos continuó la marcha y dice que por allí llegáronle algunos mensajeros de la costa, refiriendo que en aquel mar y cerca del continente había como treinta y cuatro islas muy juntas unas con otras.

   Volvieron a venir otros mensajeros de Esteban, trayendo otra gran cruz a fray marcos para que apresurase su marcha, con noticia de que el negro estaba muy cerca de Cibola, que se confirmaban las relaciones de la grandeza de las siete ciudades, y que más adelante había otros reinos muy ricos y muy poblados que se llamaban: Marata, Acus y Totonteac. Con los mensajeros llegaron algunos indios que refirieron a fray Marcos que eran servidores de un señor de Cibola, y que iban en busca de turquesas y de cueros de vaca; éstos agregaron algunas descripciones de los trajes de los habitantes de Cibola, diciendo entre otras cosas que usaban llevar cinturones de turquesa con una, dos y hasta tres vueltas.

  Así continuó la marcha atravesando, según dice, por algunos pueblos en donde fue muy bien recibido y vio abundancia de turquesas y de cueros de vaca perfectamente adobados.

   Aguijábale ya el deseo de llegar a la ciudad por las maravillas que todos aquellos habitantes de ella le referían, cuando un día vio llegar sudoroso y jadeante a uno de los indios que iban en compañía de Esteban, y el cual le refirió que antes de entrar a la ciudad el negro había enviado al señor de ella el calabazo en que bebía con unos cascabeles que era la señal de que venía de paz y de que podía entrar en la ciudad; que el señor de Cibola había recibido mal a los mensajeros de Esteban diciéndoles que se fuesen; pero que, a pesar de eso, el negro se empeñó en entrar, y la gente de la ciudad le había matado a él y a algunos de los que le acompañaban.

   Afligióse extraordinariamente fray Marcos con aquella nueva, pero continuó, sin embargo, su camino hasta llegar a la vista de Cibola: "la cual, dice, está asentada en un llano", a la falda de un cerro redondo. tiene muy hermoso parecer de pueblo, el mejor que en estas partes yo he visto; son las casas por la manera que los indios me dijeron, todas de piedra con sus sobrados y azoteas, a los que me pareció desde un cerro que me puse a verla. La población es mayor que la ciudad de México, algunas veces fui tentado de irme a ella, porque sabía que no aventuraba sino la vida, esta ofrecía Dios el día que comencé la jornada; al cabo temí, considerando mi peligro y si yo moría, no se podría haber razón de esta tierra, que a mi ver es la mayor de todas las descubiertas".

   El temor de los que acompañaban a fray Marcos y sus repetidas instancias le decidieron por fin a regresar a Culiacán, y no encontrando allí a Coronado, siguió su camino hasta México, en donde entregó personalmente su relación, puesta en presencia del oidor Francisco Ceynos, de Francisco Vázquez de Coronado y ante los escribanos Juan Baeza de Herrera, de la real Audiencia, y de Antonio Turcios, escribano real.

   La solemnidad con que se legalizó esta relación; el crédito y consideraciones que merecía fray Marcos de Niza, vice-comisario en las Indias de la orden de San Francisco, y las seguridades que dio de ser verdad cuanto aquella relación contenía, decidieron al virrey Mendoza a emprender con toda actividad aquellas conquistas.

   Algunos historiadores dicen que Mendoza quiso ir en persona mandando la expedición; pero le disuadieron hombre de respeto poniéndole de manifiesto cuantas perturbaciones y peligros podía ocasionar su ausencia de México y a tan larga distancia. Por esto, o porque nunca en tal cosa pensó el virrey, nombró para jefe de aquella expedición a Francisco Vázquez de Coronado, quién ya desde antes era el mismo virrey gobernador de la Nueva Galicia..." (1)

   Pues así es el inicio de la fantasía creada por el fraile franciscano, el cual hizo mover a centenares de personas y de recursos para ir al encuentro de una fantasía que él mismo creó. El punto en que será bueno detenernos es que, en buena medida, la villa de San Miguel Culiacán es donde se dan muchos de estos acontecimientos y, muy cerca de allí se fundó el pueblo de El Dorado, haciendo en realidad, aunque siguiendo una fantasía, la existencia de un pueblo en el que sus muros estaban hechos con bloques de oro...

Fuente:

1.- Riva Palacio, Vicente. México a Través de los Siglos, Tomo III, Editorial Cumbre, México, 1984;  pp.

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