Tú, yo, todo aquel que se precie de ser auténticamente mexicano, tenemos ese… digamos que, “don”, de saber dialogar con la muerte. Tú y yo, nos morimos de risa, tú y yo nos morimos por ir a un lugar, en ocasiones he dicho que “ojalá se muera tal persona”, creo que tú también lo has dicho, incluso has jurado que “me muera si no es cierto”. Creo que eso no sucede en otras latitudes, eso de tener la muerte en la punta de la lengua… claro es que ahora, en este tiempo que nos tocó VIVIR, a ti y a mi, eso del desear, pensar o decir “que se muera” mejor lo pensamos dos veces.
Sucede que antes, hace cosa de al menos setenta años, la muerte era otra cosa, especialmente la de los niños, la cual sucedía con más frecuencia dadas las condiciones en que entonces se vivían, más atrás nos vamos en el tiempo, menos expectativas de vida encontramos… erróneamente pensaba que esa tradición de retratar a los niños muertos era solo de México, más aun, pensaba que era privativa del Bajío, ahora me entero que no, que en Europa esto sucedió luego de que hubo acceso, si no masivo, si al menos a los que podían pagar una toma del niño, digamos que, del “angelito”, precisamente antes de depositarlo en la caja. Ese sería el único recuerdo que de la criatura quedaría.
Por acá, en los rumbos del Bajío, la costumbre se dio, la de llamar al fotógrafo, esto ya entrado el siglo XX, o de ir con el cuerpo sin vida del niño a tomarle la foto del recuerdo, esto a finales del siglo XIX cuando la fotografía se comenzó a implementar en algunas poblaciones del Bajío.
La historia no es reciente, ésta al igual que muchas, por no decir que todas las tradiciones que tenemos y que, lamentablemente, hemos ido perdiendo una a una, son producto de la fusión, del sincretismo de dos mundos, el europeo y el mexicano, es decir, el mexica, en el cual se pensaba que todos los niños que morían se iban a un lugar especial del Mictlán, al Chichihuacuahuco. Lugar en donde había un árbol con pezones de los cuales los niños se podían amamantar y una vez recuperados, regresar al mundo.
Esta tradición la retomamos con el paso del tiempo y de la evangelización y se fue involucrando con la festividad de Todos Santos, la del primero de noviembre, en la que, se supone que a las doce del día regresaran esos niños muertos, por lo tanto habrá que tenerles sus juguetes y golosinas, pues, comenzado el 2 de noviembre, ellos, los niños regresarán a ese lugar en donde están… antes se decía que en el Limbo, solo que, ahora, con la reestructuración del las ideas del paraíso, el Limbo, simple, sencilla y llanamente, desapareció.
Lo que no desapareció, afortunadamente, es la arraigada tradición de festejar a los muertos, de recordarlos, de pensar que regresarán y que habrá que agasajarlos… esta es una encarnizada lucha que se está librando en este mundo caótico en el cual vivimos, y se están enfrentando las auténticas tradiciones mexicanas, como el día de muertos, con la absurda, peliculesca y fuera de contexto festividad del halloween. Yo, yo me quedo con lo mío, yo me quedo con la celebración de los Fieles Difuntos y todo lo que englobarán esos días.
La primera fotografía corresponde al reverso de una tarjeta de presentación, cosa común a finales del siglo XIX entre algunos fotógrafos. Las fotos dos, tres y cuatro son del maestro guanajuatense Romualdo García, ese que una vez te conté que sabía retratar el alma… incluso el alma de los muertos. Las dos últimas fotos, las de color, corresponden a una tienda local en donde se venden ropones, que en la actualidad se usan para los bautizos, mismos que, hace algunos decenios, se usaban en los entierros de los niños, de los “angelitos”.
Para ver un poco más del Chichihuacuahuco, entra aquí:
http://vamonosalbable.blogspot.com/2009/10/los-ninos-muertos-angelitos-que-se-van.html
Para ver más sobre Romualdo García, entra aquí:
http://vamonosalbable.blogspot.com/2010/05/romualdo-garcia-el-que-supo-retratar-el.html
no se que decir ... y sin embargo siento la necesidad de decir algo ... ahora si has tocado una parte de mi, una que hace mucho no recordaba, mi hermano mayor es un Angelito, murio al otro dia de nacer y tienes razon antes habia muchos Angelitos, todos mis tios y tias tienen uno, casi siempre el primogenito y ese recuerdo me provocaba un terrible miedo cuando mi esposa esperaba a mi unico hijo, gracias a Dios las cosas ya no son iguales, bueno, como Mauro era el mayor, yo y mis hermanos solo lo conocimos como Angelito gracias a las fotografias en blanco y negro que le tomaron en su velorio, vestido del Sagrado Corazon, en una mesa donde no cabian mas flores, blancas casi todas, o en su cajita llena de encajes blancos tambien, o cargado por mi padre adolecente (17 años entonces)o por mis abuelos, luego cada año la fiesta que se hacia en la casa para hacer su altar, a veces muy sencillo a veces muy grande, nunca faltaban las flores blancas (mi madre solo ponia flores de ese color) una veladora y agua, pero sobre todo las fotos de nuestro Angelito, ir al panteon tambien era una aventura, un paseo, y sin embargo ahora despues de tanto años, que puedo comprender el dolor de mis padres, ahora que tengo un hijo, se me hace un nudo la garganta recordar esas fotos, no se si estando en la situacion aceptaria que se tomaran, solo me queda agradecer y pedir no sufrir lo que pasaron mis padres ...
ResponderEliminarmuy buen articulo ... gracias
En esa época la exposición de una foto podía llegar a durar hasta 15 minutos, si el retratado se movía aparecía en la foto como una mancha, es por eso que el mejor momento para retratar a una persona, sobre todo niños, era cuando morían
ResponderEliminarQue bobería es esa... hay más fotos de niños vivos que de muertos. Lo que sucede es que la fotografía era un artículo escaso, no se fotografiaba uno todos los días. Los niños, al morir tan pronto, pues la única manera de tener el recuerdo, era la foto en esa ocasión.
EliminarExcelente artículo,una tradición ahora impensable y hasta extraña.
ResponderEliminar