jueves, 16 de abril de 2015

Los oratorios en las casas señoriales de la ciudad de México. Parte 45

   Si te has preguntado que cuál es la diferencia entre Oratorio y Capilla, además de cómo vamos a diferenciar una ermita de una capilla, la respuesta es sencilla: Un oratorio era autorizado para servicios privados, en los que solamente una familia y su servidumbre, quizá algunos parientes de la familia eran autorizados también a asistir a los oficios divinos que, por escrito, se autorizaban a realizarse. Podrían ser misas diarias, o dominicales, o solamente en festividades de algunos santos, quedando reservadas las de Navidad, Resurrección y Corpus para ser exclusivamente oficiadas en Parroquias. En cambio, cuando había una capilla, es porque en ésta era aceptado todo aquel que gustara entrar, por ejemplo, en las haciendas de campo. En las casas y palacios virreinales difícilmente vamos a encontrar una Capilla, regularmente eran Oratorios. Ahora bien, las capillas eran sólidas y bien ornamentadas, cosa que no ocurría en las Ermitas, ni que decir en los Chapiteles, que al final de cuentas no era otra cosa que una Ermita.

    Sabemos de la opulencia a la que se llegó en la última parte del siglo XVII y, especialmente, a lo largo del siglo XVIII, cuando las misas y rosarios galanos era lo que la clase acomodada buscaba, que mejor espacio para hacerlo que dentro de sus propias mansiones, que eran más bien palacios. Por algo la ciudad de México recibió el título de "la ciudad de los palacios". La queja ya estaba, pues en el IV Concilio Provincial Mexicano en  1771, se anotó que “En este presente siglo se han apartado los fieles del verdadero espíritu de la Iglesia dejando de concurrir a las iglesias parroquiales y edificando capillas y ermitas en que gastan sus caudales” (1). Para entender mejor lo que ocurría en Nueva España, nos apoyaremos en lo escrito por Frederique Langue:

   "En la ciudad de México los mineros pasaban una parte del año; los “empresarios” de finales del siglo XVIII están presentes como propietarios ausentistas, que viajan entre la ciudad de México y sus posesiones. Estos vivían en suntuosas residencias con fachada de tezontle (piedra volcánica de color granate o rosado). La opulencia de esos “palacios” constituye uno de los elementos del tren de vida que esos aristócratas llevaban. La mayoría de las residencias señoriales de la ciudad de México estaban localizadas en el centro de la ciudad, cerca del Zócalo, en las calles de Capuchinas y de San Francisco (actualmente Madero): ahí todavía se pueden ver los palacios de San Mateo y de Jaral, del Apartado (aun cuando los Fagoaga hayan dispuesto de propiedades urbanas mucho más al sur, en el barrio de San Ángel, como la “casa del Mayorazgo”, en la actual calle Amargura y donde pernoctó el Virrey Alonso Núñez de Haro y Peralta), las residencias de sus padres, los Condes de Bassoco y de Pérez Gálvez, las residencias de José de la Borda y de Fermín de Apezechea, solo por mencionar a los representantes de la élite de Zacatecas".

   "Entre las residencias más bellas figura indiscutiblemente el palacio de los condes de San Mateo (actual calle de Isabel la Católica), que está frente a la iglesia de san Agustín (Biblioteca Nacional), así como el de los marqueses del Jaral, en la calle de Madero, conocido como “el Palacio de Iturbide” desde que éste residió en él y se hizo proclamar emperador. Reconstruido en 1769-1772 por Francisco Guerrero Torres a partir de una antigua residencia del siglo XVI, el palacio de san Mateo había pertenecido al capitán Dámaso de Zaldívar en el siglo XVII. Este, rico minero y hacendado de Zacatecas y San Luis Potosí, estaba emparentado con la noble familia de los Retes debido a su casamiento con Beatriz de Retes y Ortiz de la Garcha. Su hija Teresa Josefa y Andrés de Berrio y Díez Palacios Ortiz de Landazur fueron los padres del primer marqués del Jaral, Miguel de Berrio y Zaldívar. Miguel de Berrio no sólo era un minero y un hacendado de renombre; el marqués de Jaral era también miembro de la alta administración de la capital virreinal: contador del Tribunal de Cuentas, Alcalde Ordinario e incluso Corregidor de la ciudad de México. Con un suntuoso patio decorado de la misma manera que las fachadas (pilastras, balcones, medallones), el palacio tenía varios pisos sostenidos por tres arcos cruzados, una escalera monumental –de caracol, ejemplo de audacia arquitectónica, dos cúpulas –la de la escalera y la de la capilla-, sala de música y sala de armas. La mayoría de los muebles y de la vajilla llevaban las armas del marqués; una de las mesas, incrustada de nácar, reproduce además el croquis de la hacienda del señor de los lugares (Jaral). De diez a veinte sirvientes eran necesarios para el buen funcionamiento para esta ilustre casa, frecuentada por los aristócratas de Nueva España: los condes y marqueses de San Miguel de Aguayo, de San Pedro, del Valle de Súchil, de Buenavista, de Uluapa o Rivascacho".

    "Se cuenta como anécdota, que este palacio dio abrigo al caballo –llegado de la hacienda del Jaral- que sirvió de modelo para la estatua ecuestre de Carlos IV, realizada por Manuel Tolsá, arquitecto de las torres de Catedral y del palacio del Apartado, estatua que se inauguró en 1796 en el centro de la plaza Mayor, donde, con este motivo, se llevaron a cabo numerosas festividades (corridas). Las diversiones que la alta sociedad de Zacatecas y de la ciudad de México apreciaba no carecen de interés para el historiador. El marqués del Jaral hizo que en esta ocasión se representara una comedia. Fiestas y banquetes se sucedieron durante tres días. En 1868, los Fernández de Córdova y Moncada cedieron el palacio a los Sánz (familia de hacendados), en 1882, estos vendieron la residencia al Banco Mexicano, que, mediante fusión con el Banco Mercantil, formó en 1884 el Banco Nacional de México, actual propietario de este palacio y del de Iturbide. Así, el palacio de San Mateo se convirtió en la sede del banco, y aparece reproducido en los billetes emitidos durante el porfiriato".

   "Convertido en propiedad de la misma institución el palacio de Iturbide, originalmente un convento, había sido transformado en réplica de los palacios de Palermo por el primer marqués del Jaral, cuyo dueño el marqués de Moncada, recordémoslo era siciliano). La simple transformación llevada a cabo por el arquitecto Francisco Guerrero y Torres 1779-1780 costó más de cien mil pesos. En 1782, el palacio estaba valuado en 107 914 pesos, contra 98,935 del de San Mateo. El renombre de esta residencia aristocrática le viene, sin embargo, de sus ulteriores huéspedes: el realista Félix Calleja y, sobre todo, de 1821 a 1823, Agustín de Iturbide, coronado emperador el 21 de julio de 1822. El palacio fue después sede del colegio de minería, antes de convertirse en la casa de las diligencias generales, y de recibir en 1855 al poeta y dramaturgo José Zorrilla. De 1899 a 930 perteneció a un magnate del porfiriato, Francisco Iturbe".

   "La apariencia y su cortejo de “inversiones sociales” no eran, sin embargo, la única preocupación de los aristócratas que disponían de una residencia en la ciudad de México. Muchos de ellos se entregaban a actividades más lucrativas. El conde de San Pedro del Álamo no dudaba en rentar una parte o la totalidad de sus residencias a comerciantes, generalmente sastres o fabricantes de sombreros. El marqués del Apartado por su parte, rentaba a comerciantes al menudeo, o a comerciantes importantes (como Bassoco), quienes instalaban ahí sus negocios de “importación y de lujo”. El alquiler de una residencia de estilo podía costar de mil a dos mil pesos anuales. Ahora bien, eran muchos los “nuevos ricos” que tendían a imitar en todo a esos aristócratas. Los grandes mineros y hacendados tenían también en Zacatecas valor de modelos, y la “época de los condes”, como acostumbraban llamarla en Zacatecas, dejó huella en muchos espíritus. Hasta en las diversiones, los contemporáneos seguían su ejemplo y celebran sus gustos, en virtud de ese poder de sugestión y de incitación que caracterizaba a las clases superiores en una sociedad de Antiguo Régimen, tanto en la península como en el imperio de América". (2)

521.- Oratorio de la casa de los Acebedos.
522.- Oratorio de la casa del Marqués de San Miguel de Aguayo.
523.- Oratorio del Palacio del Marqués del Apartado.
524.- Oratorio de la casa de Fermín Azpechea.
525.- Oratorio de la casa del Conde de Bassoco.
526.- Oratorio de la casa del Marqués de Bibanco.
527.- Oratorio de la casa de José de la Borda.
528.- Oratorio de la casa de los Condes de Buenavista.
529.- Oratorio de la casa del Mariscal de Castilla.
530.- Oratorio de la casa de José Mariano Fagoaga.
531.- Oratorio de la casa del Marqués de Santa Fe de Guardiola.

532.- Oratorio de la casa del Mayorazgo de Guerrero.
533.- Oratorio de la casa del Marqués de Santa Cruz de Inguanzo
534.- Oratorio del Palacio del Conde de Miravalle.
535.- Oratorio de la casa de Martín Ángel Michaus.
536.- Oratorio de la casa del Marqués de Morante.
537.- Oratorio de la Casa del Conde del Nacimiento.
538.- Oratorio de la Casa del Mayorazgo de Oñate.
539.- Oratorio de la casa del Conde Pérez Galvez.
540.- Oratorio de la casa del Conde de Nuestra Señora de Guadalupe del Peñasco.
541.- Oratorio de la casa del Marqués de Prado Alegre.

542.- Oratorio de la casa del Marqués de Salvatierra.
543.- Oratorio de la casa del Marqués de la Selva Nevada.
544.- Oratorio de la casa del conde de la Torre Cosío.
545.- Oratorio de la casa del Marqués de Uluapa.
546.- Oratorio de la casa de Gabriel de Yermo.
547.- Oratorio de la casa del Marqués de Rivas Cacho.

548.- Oratorio de la casa del Conde de Alcaraz.
549.- Oratorio de la casa de Alonso de Villaseca. Aquí habrá que aclarar algo, Villaseca fue una especie de mecenas de los Jesuitas, fue el introductor en México del culto crístico, ya que varios de los más conocidos Cristos que hay en el país están asociados a este personaje. Al morir, su fortuna va a parar a manos de Guerrero, y dentro del concepto de casas, mansiones y palacios virreinales, se conocen "las casas de Guerrero" una de ellas, deduzco, era propiedad de Villaseca y no dudo que dentro existiera un oratorio en el que la imagen central pudiera ser un Cristo.

   Si este es el primer articulo que lees sobre capillas y templos virreinales en la ciudad de México, te cuento que este es el 45, abajo está la etiqueta que te organizará todo lo que hay en El Bable sobre este tema, da clic si te interesa verlos. En este que lees ahora, verás que no aparecen los oratorios del Palacio Nacional, en donde había cuatro; ni el del palacio del conde de San Mateo de Valparaiso, ni el del palacio de Heras y Soto, ni el de los condes de San Bartolomé Xala, ni el de los condes del Valle de Orizaba, tampoco el de la casa del conde de Regla; todos ellos están en parte 43 o 44. Si notas que falta alguno, te agradeceré me lo comuniques, ya sea por un comentario aquí mismo o a mi correo: oficina.utt@hotmail.com. En Facebook estoy como El Bable de Benjamín Arredondo.

   El tema de Oratorios da para más, si te interesa adentrarte en ello, te sugiero ir a la biblioteca pública de tu localidad, Conaculta en 2010 hizo una estupenda edición llamada México Lee, dentro de ella, hay una serie de nombre Historia de la vida cotidiana en México, cada tomo dedicada a un siglo. En los relacionados al siglo XVI, XVII y XVIII varios son los artículos relacionados al culto, a los conventos, a los templos; dicha colección fue distribuida en todas las bibliotecas públicas del país; algunos volúmenes están digitalizados, por cierto. En la red encontrarás un artículo escrito por Xavier Moyssen sobre las Capillas domésticas, fue publicado por el Boletín de Monumentos de INAH.


Fuentes:

1.- En: Sánchez Reyes, Gabriela. Oratorios domésticos: Piedad y oración privada. Historia de la vida cotidiana en México. Tomo III. Conaculta, México, 2010, p.531

2.- Langue, Frederick. Los señores de Zacatecas. Una aristocracia minera del siglo XVIII novohispano. Fondo de Cultura Económica. México, 1999, pp.370-373

1 comentario:

  1. Ernesto Zuñiga Lazcano15 de febrero de 2019, 21:25

    es fascinante el lujo con el que vivian estas personas, en lo particular me llama mucho la atención la de José de Retes, español casado con una Zacatecana -dueña de minas- que adquirio y fue dueño de la Hacienda de Ulapa (Mixquiahuala), la cual por herencia al morir se la dejo a Domingo de Retes, (yerno y sobrino)casado con su Hija.

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