Sobre la Santa Inquisición se saben más leyendas que su historia verdadera. El morbo vende, el morbo genera muchas ideas, mismas que se han ido adhiriendo a esa no del todo conocida historia. En estos días me he dado a la tarea de leer la que se considera la mejor historia que se ha escrito sobre esta institución virreinal, la escrita por José Toribio Medina. Llevo apenas la cuarta parte leída del extenso libro. La constante de las causas son: la bigamia, entendida allí como doble matrimonio; las celebraciones de ritos no Católicos y las herejías que rozan en el absurdo como decir que "no existe el infierno"... si supieran que cinco siglos después el Papa proclamó la inexistencia del Purgatorio... Hay algo curioso: los juicios a huesos o a esculturas del condenado que por ausencia o por muerte no están presentes y deben ser igual condenados... o exonerados.
Hay dos colores que predominan, algún simbolismo tendrán: el verde y el amarillo. Hay distintos tipos de penitencias, independientemente de los azotes que, según la gravedad de la falta iban de 100 a 200. Y otra curiosidad que encuentro es que, el portar una vela encendida o apagada por el condenado, representaba el estar acusado a una pena o el haberse librado de ella y redimido ante el Santo Tribunal. Y, apoyándome en lo escrito por González Obregón, nos enteraremos de los vestidos que esos condenados llevaban:
"En estos grabados se encuentran las tres clases de sambenitos, especie de escapularios de lienzo ó paño, amarillo ó encarnado, que se conocían sucesivamente con los nombres de Samarra, Fuego Revolto y simplemente Sambenito, nombre este último que después fue común á todos.
"La Samarra la llevaban los relajados, ó sean los reos entregados al brazo seglar, para que fueran agarrotados ó quemados vivos. La Somarra tenía entonces pintados dragones, diablos y llamas entre las que se veía ardiendo el retrato del reo. El hábito conocido por Fuego Revolto, era el de los que habían demostrado arrepentimiento, y por eso se pintaban las llamas en sentido inverso, como para significar que se habían escapado de morir abrasados por el fuego. En fin, el Sambenito, que vestían el común de los penitenciados, era un saco encarnado con una cruz aspada ó de San Andrés. La especie de mitra que llevaban en la cabeza los reos se llamaba Coroza, era un gorro de papel engrudado, terminado á veces en punta como cucurucho, de más de una vara de alto, con llamas, culebras ó demonios pintados, según la categoría del reo. Llevaban también rosarios, y velas amarillas ó verdes; encendidas los reconciliados y apagadas los impenitentes, y cuando eran blasfemos se les ponían mordazas.
"Con el tiempo aquellas insignias afrentosas se vieron con indiferencia, como cualquier vestido, y en México dieron margen á una anécdota curiosa. Sucedió que un reconciliado andaba por las calles de la ciudad, "y como traía sambenito, viendo los Indios que era nuevo traje de ropa, pensó uno que los españoles usaban aquella ropa por devoción en la cuaresma, y luego fuese á su casa é hizo sus sambenitos muy bien hechos y muy pintados; y sale por México á vender su ropa entre los españoles, y decía en lengua de Indios: "Tic cohuaznequi sambenito", que quiere decir: ¿quieres comprar sambenito? Fue la cosa tan reída por toda la tierra, que creo que llegó á España, y en México quedó como refrán: "Ti que quis Benito".
"Hasta aquí el antiguo y veraz cronista. El pueblo concluyó por perder el miedo átales espantajos, y definió á la Inquisición de este modo: Un Santo Cristo, dos candeleros y tres majaderos. Merecida burla para el que no supo respetar á los héroes dignos y valerosos, como Hidalgo y Morelos" (1). Y quién lo iba a pensar por aquellos años de 1800 cuando la Inquisición fue suprimida en México, que luego vendría un Benito que no era precisamente santo, ni mucho menos un Sanbenito, y que daría un puntillada casi final a la Iglesia Católica en México.
Hace mucho hice una reflexión ¿o artículo? sobre la Inquisición, lo puedes ver aquí. Otro sobre el tema está en este enlace.
Fuente:
1.- González Obregón, Luis. México viejo. Imprenta de la viuda de C. Bouret. México, 1900. pp.107-109
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