Aclaro que la fotografía que vemos ahora corresponde a un lugar que guarda para mi un enorme enigma, no lo he conocido aun, se llama Santa María Acapulco y se localiza en la parte sur oriente del estado de San Luis Potosí, en el punto donde termina la Sierra Gorda (al sur) y la Huasteca, (al oriente). La región fuer habitada por el pueblo Pame, uno de los cincuenta (o más) pueblos que conforman lo que entendemos por Chichimeca, pueblo del que hemos hablado en varias ocasiones en este Bable (abajo hay una etiqueta que tiene justo ese nombre, en la cual puedes ver varios artículos de lo más interesante). Y esta vez nos enfocamos específicamente a los Chichimeca Pame, y nos apoyamos en el trabajo realizado por el historiador Lara Cisneros.
La efectividad de los mecanismos evangelizadores en la Sierra Gorda es
seriamente cuestionada cuando notamos que en pleno siglo XVIII, los indios
seguían practicando ritos comunes en su antigua religión. Según se desprende
del testimonio de fray Juan Guadalupe Soriano, quien en 1767 escribía: “todavía
los más son inclinados a la idolatría,
tienen todavía muchísimos abusos, y todavía creen cuasi todos en hechiceros y
embusteros”. Lo que demuestra que a pesar de los continuos esfuerzos por
evangelizarlos, sus antiguas creencias religiosas permeaban de manera notable
la mentalidad de los pueblos indígenas de la Sierra Gorda. El testimonio de
soriano denuncia de hecho la persistencia de la religión antigua, pues al
parecer los indios seguían adorando a sus dioses:
“...estos pames antiguamente adoraban unos a
Moctezuma, a cuyo dominio estuvieron sujetos muchos años, venerándole por
deidad. Adoraban todos al sol por dios, otros tenían sus dioses particulares
como unos muñecos de piedra o de palo y aun en los presentes tiempos, pues el
año de 1764 les quité dos idolillos, uno a los de la ranchería de cerro Prieto,
que tenía la figura de un pescado, y otro a la ranchería de Zipatle que tenía
la figura de un hombre hincado y estas piedras las llaman cudo cajoo. Otro cogí
en el mismo año por el mes de julio, que tenía varias piedras azules ensartadas
en forma de rosario, y en lugar de cruz un hueso de mano de mono. A cuyas piedras es mucho el temor del indio,
pensando tener éstas dominio para quitarles la vida, y así, para aplacarles el
enojo, les llevan una porción de tales, para que coman las piedras. Esto es muy
común en todos los días”.
Esta cita nos indica no solo la
persistencia de los cultos anteriores a la llegada de los españoles, sino
también:
1.- que la religión pame mantuvo
un culto solar o tal vez estelar.
2.- que la religión pame
representaba a sus dioses de forma antropomorfa o zoomorfa.
3.- que la presencia de Moctezuma
entre los pames llegó a ser muy importante. Pero a qué Moctezuma se referían
¿al gobernante mexica, o al dios de los animales? ¿Acaso para los pames
Moctezuma fue un hombre-dios?
4.- que entre los pame del siglo XVIII la religión católica había penetrado de tal forma que la incorporaron y
mezclaron con sus ritos ancestrales pues, al menos en este caso, no rechazaron
el uso del rosario católico, sino que lo interpretaron a su modo sustituyendo
sus partes.
Y sobre sus ritos agrícolas
Soriano agregó: “usan también de sus bailes que en Castilla llaman mitotes, y
las casas en donde bailan las llaman Cahiz manchi que en nuestro idioma quiere
decir “casa doncella”. Este baile lo usan cuando siembran, cuando está la milpa
en el lote y cuando cogen el maíz, que llaman monsegui, que quiere decir milpa
doncella, y se hace este mitote a son de tamborcillo redondo y muchos pitos, y
con mucha pausa comienzan a tocar unos sones tristes y melancólicos; en medio
se sienta el hechicero cajoo con un tamborcillo a las manos, y haciendo mil
visajes, clava la vista en los circunstantes, y con mucho espacio se va parando
y después de danzar muchas horas se sienta en un banquillo, y con una espina se
pica la pantorrilla, y con aquella sangre que le sale rocía la milpa a modo de
bendición. Y antes de esta ceremonia, ninguno se arriesga a coger un elote de
las milpas: decían que estaban doncellas. Después de esta ceremonia le pagaban
al embustero cajoo o hechicero y comenzaban a comer elotes todos: después mucha
embriaguez a que son todos muy inclinados. Sus vasos se componen de agua, yerba
y panocha o piloncillo: llaman los pames cuija, los de razón charape”.
Seguramente las ceremonias
religiosas de corte agrícola descritas por Soriano se practicaron desde la
época prehispánica ya que por su estructura muy poco tienen en común con las
ceremonias católicas. Los ritos agrícolas que practicaban y las ofrendas en
bailes, música y sangre que se describen, fueron de uso extendido entre los
pueblos agricultores mesoamericanos; es decir, que los pames eran un pueblo que
cultivaba la tierra desde antiguo. Algunas de las prácticas comunes en la
religión pame, como las ofrendas en alimentos para los dioses y la embriaguez
ritual, eran de uso corriente entre otros pueblos mesoamericanos. Soriano
todavía menciona la existencia de otros bailes rituales, los cuales incluso
tienen nombre, aunque por desgracia no describe como eran ni en qué fecha o por
qué razón los realizaban: “los bailes que usan para las fiestas a sus ídolos a
unos llaman dapui cocoa que quiere decir baile del sapo, a otro dapui mihia, baile
del zopilote y otros infernales bailes que ellos usan”.
Al igual que hoy en día, y a pesar de la desaprobación de los religiosos los pames practicaban su medicina tradicional que al parecer compartían algunas de las características de la practicada por los pueblos mesoamericanos. En el texto siguiente el religioso describe una curación o “limpia” por medio de soplido. De paso nos indica la existencia de cierto tipo de individuos considerados superiores porque poseen poderes sobrenaturales, como el de curar enfermedades. Estos son los madar cajoo a los que él llama hechiceros: “es grande la creencia de que los más indios tienen a estos hechiceros, los que tienen sus superiores que llaman madar cajoo que quiere decir hechicero grande. Y esta canalla se emplea en curar a los enfermos, y el modo es soplarles todo el cuerpo, y aquel soplo lo guardan en una ollita, la tapan muy bien y la llevan a enterrar junto a esas piedras o ídolos que tengo referido”.
De lo anterior también se desprende que entre estos Cajoo o sacerdotes existieron jerarquías pues, como aquí se menciona, hubo Cajoo y sus superiores Madar Cajoo. En el mismo texto, pero más adelante, agrega que estos sacerdotes tienen poder sobre los miembros de su comunidad y que viven en mejores condiciones materiales que el resto de la población indígena, pues aprovechan el rango de superioridad religiosa para ello: “Esta maldita gente que llama Cajoo o hechiceros lo veneran y tienen al modo que los católicos tienen sacerdotes: estos son a quienes se les proponen sus dudas, y en fin con sus embustes la pasan bien. Los mejor tratados, comidos y venerados son estos malditos, y les meten tal miedo a los que curan y a todos que sus embustes no llegan a oídos del Ministro, que les dicen que luego han de morir, y que se los comerán las piedras y ellos con sus brujerías los azolaran. Y así tan difícil el descubrir esta canalla, pues es mucho el sigilo que todos guardan para no descubrirlos”.
Al parecer estos Cajoo gozaron de privilegios debido a la acumulación de prestigio mágico personal, no obstante, esto no les era válido en la sociedad dominante, por ello bien se cuidaban de mantenerse en la clandestinidad, lo que no les restaba ascendencia sobre los miembros de la comunidad. Probablemente la resistencia al orden colonial se personificaba en estos sacerdotes y entre más tiempo pasaba y más avanzaba la aculturación, la resistencia se hacía más subterránea aunque no dejaba de existir. Finalmente, este valioso documento nos describe las creencias y costumbres que los pames tenían desde antes de la conquista y que en el siglo XVIII seguían vivas, manifestando así que la mentalidad indígena se resistía a someterse del todo ante la cultura occidental. Tal es el caso de lo que se hacía con los recién nacidos y con los muertos: “cuando pare alguna mujer o como en la cristiandad se usa el sacar a misa a los infantes, entre estos bárbaros se usa que ya que la parida pueda salir señalable el día de su fiesta y para el día asignado se juntan los parientes, le trae el padrino un cuchillo pequeño, se los pone a las manos y después la sacan afuera de la casa, dando muchas vueltas, y si la ahijada es mujer le pone una cajaquita (cajete?) un cántaro o otros trastes y acaban con embriagarse todos. Si se muere alguno en una casa, abren la puerta para que salga el cuerpo; y si lo sacan por la puerta hecha, cierran esta y abren otra”.
El conjunto de líneas escritas por fray Francisco de Soriano en 1767 nos recuerda la descripción de ceremonias similares que en el siglo XVI hicieron cronistas como fray Bernardino de Sahagún y fray Diego Durán para retratar las costumbres de los pueblos conquistados por Cortés y sus huestes. A juzgar por las citas anteriores, las formas de resistencia cultural ante el dominio colonial que adoptaron los pueblos de la Sierra Gorda, especialmente los pames, estaban presentes en todos los campos de la vida… en lo cotidiano. A veces de una forma consciente y premeditada, otras por la simple cosa de la costumbre o tradición, en ocasiones la resistencia cultural fue el rechazo abierto a lo colonial (como las rebeliones); en otras la negación a aceptar la imposición de la nueva forma de vida y su religión (el culto a escondidas a los dioses prehispánicos) a veces se trató de la aceptación fingida y el mantenimiento de una realidad cultural y religiosa y escondida, subyacente, subterránea (los cajoos o cultos); y en otras ocasiones se presentó como la aceptación o incorporación de nuevos elementos culturales pero transformados a los códigos indígenas, (como el uso de un rosario hecho de piedras y huesos). Estas son solo unas cuantas de las muchas facetas en que la resistencia indígena se manifestó. Una de ellas fue el nacimiento de un cristianismo en el que se combinan estructuras y creencias católicas y paganas (en este caso de las religiones de los pueblos de la Sierra Gorda), dando origen así a una compleja mixtura religiosa que puede denominarse cristianismo popular o indígena, como es el caso del “Cristo Viejo” de Xichú" (1).
1.- Lara Cisneros, Gerardo. El Cristo viejo de Xichú. Conaculta, México, 2007, pp. 76-82
hola, tiene información sobre la parte de la huasteca queretana?
ResponderEliminarLos Xi´oi no adoraban a Moctezuma, sin embargo el nombre actualmente tiene presencia porque descendientes de Tecuixpo (hijas de Moctezuma II, y muchas generaciones después de la llegada de los españoles) vinieron a reclamar la huasteca, pero y estaba repartida y solamente obtuvieron poco territorio de Ciudad del Maíz y Alaquines y sus descendientes se han mezclado con los Xi´oi (pames).
ResponderEliminarmi comentario es el siguiente:
ResponderEliminares buena saber que hay personas que interesan conocer a los grupos indígenas, es digno de valorar, pero cuando señalan; pero cunado dicen: "que vivieron" se entiende que ya no existen, se acabaron.
sin embargo, hoy en pleno siglo XXI viven el pueblo, a pesar del tremendo evangelización en la etapa colonial, también no comprendo bien por que se les llaman chichimecas, y luego pames y luego xi'oi, si nosotros somos xi'iuyet, como pueblo; xi'iuiy la lengua y efectivamente Santa María Acapulco es el lugar que habitamos, el 90 por ciento de nuestros hermanos viven en el municipio de santa catarina del estado de San Luis Potosí.