miércoles, 5 de diciembre de 2018

De los conjuros para plantar magueyes.

   En el México antiguo muchos eran los ritos que se realizaban más allá de los propiamente religiosos, asociados a la cuenta calendárica que ellos llevaban; algunos de ellos estaban relacionados con la siembra y la cosecha, en el caso de lo que hoy vemos es el rito de la siembra del maguey, planta que contaba con una destacada relevancia dado que de ahí proviene el pulque, bebida que era utilizada en muchos de los mencionados ritos de las ceremonias realizadas religiosas referidas. Veamos este singular documento:

   “Vela nuestro enemigo y no deja diligencia por hacer en cualquier negocio de a donde se puede seguir nuestro daño, por pequeño que sea: de aquí se sigue no estar ia menu (sic) que dé a donde se siguen los mayores se esmera en diligencia. Allí acepta toda su fuerza. Allí son los ardides, sin finezas y desuelos, y tanto con mayor industria y cuidado cuanto más la experiencia le argumenta la confianza con el seguro del buen logro en semejantes negocios. Dígolo porque habiéndose procurado introducir en todas las acciones y ocupaciones de estos miserables, no solo en las indiferentes, sino en las que de suyo son buenas, cuando más le auguran solicitándolos que se enderezan o son fáciles de torcer a fines siniestros y a la perdición de las almas. Es así que asentó entre los labradores la superstición del conjuro, y la idolatría de pedirle y valerse de su favor para el buen acierto de la siembra, y buen logro de la cosecha de cualquier género de semillas; pero esmerose y echó el resto en tratando de cosas por donde él procura la perdición a infinitas almas y a cuerpos sin número: esto es, por la siembra y cultura del maguey, por cuyo medio el astuto enemigo ha introducido y puesto tan de asiento entre los indios el vicio de la borrachera, y por ella en ellos y en todo género de gentes tantas abominaciones con tanto estrago de sus cuerpos y perpetua perdición de sus almas. La perdición de las almas por si misma se está pregonando; el estrago de los cuerpos bien lo prueba la disminución tan grande que en tan pocos años ha venido la gente, tan sin número, que se hallaba en esta tierra al tiempo de la conquista, cuando con pena de la vida les era prohibida la borrachera, siendo ésta a juicio de hombres cuerdos y experimentados la principal causa de esta disminución, aunque otras vayan a la parte.

                            
   Viniendo, pues, a nuestro intento, desde el primer paso que los indios dan enderezados a la cultura de esta planta que llaman maguey, le acompaña la superstición del conjuro en esta manera:
   Cuando han de ir a trasplantar los magueyes que los han de sacar de la parte no cultivada para pasarlos a las viñas cultivadas, se previenen del piciete como el ángel de guarda o de la deidad, a quien encomiendan esta obra, y luego cogen un palo agudo con que han de arrancar los magueyes pequeños y entran conjurando el dicho palo apercibiéndole para que haga bien su oficio y así le dicen:
   “Ea, que ya es tiempo, espiritado, cuya dicha está en las aguas, vamos que habemos de arrancar y levantar la estimable mujer, la de ocho en orden que ha de ir a plantarla, tengo de ponerla en lugar muy a propósito y muy fértil que le he limpiado, allí le tengo de poner donde esté muy a su gusto como que la brinda con mejoría del nuevo asiento”.
   Dicho esto arranca los magueyes pequeños que han de trasplantar, y habiéndolos llevado al lugar que han arado y cultivado para la nueva viña, hablan con el maguey como dándole la bien llegada y dicen:
   “Sea ya bien llegada noble mujer de otro (sic) en hilera, que aquí es muy a propósito, y muy buen lugar, aquí labré y cultivé para que estés muy a tu gusto”
   Dicho esto los planta, y adviértase que los llama, mujer de ocho en orden y en hilera, porque de ordinario los ponen como ajedrezados en hileras de ocho en ocho. Con esto van muy contentos con que dejan plantada su viña y hecha la infernal recomendación.
   Llegados a edad y madurez los magueyes cuando castrados han de destilar el aguamiel de que estos desdichados hacen el pulque y sus ordinarias borracheras, para haberlos de castrar conjuran el instrumento que es un palo duro y la punta afilada como escoplo y cogiéndole en las manos le dicen:
   “Ven acá espiritado (palo) cuya dicha está en las aguas. Ahora es tiempo que ya estás de sazón (maguey), mujer de ocho en orden, advierte que ha de entrar hasta el hueco de tu corazón el espiritado (palo) cuya dicha son las lluvias.
   Diciendo y haciendo empuja el palo agudo al centro del maguey y le saca el corazón. Luego se sigue hacerle en dicho centro la sarteneta o pilerilla donde destila y se recoge el aguamiel que es el fruto del maguey. Para este efecto conjuran el instrumento, que es una cuchara de cobre con filo, a la cual dicen:
  “Ea que ya es tiempo, has tu oficio (a la cuchara), chichimeco bermejo. Ea, ya ahora raspa y limpia tu obra, ha de ser dentro del asiento del corazón de la mujer una de ocho en hilera, hazle de dejar la tez muy limpia y le has de hacer que luego llore, y se melancolice y eche muchas lágrimas y sude de manera que salga un arroyo de la hembra una de ocho en hilera.
   Con esto entra la obra de manos, raspando y alisando con la cuchara de cobre aquel hueco, o cóncavo, queda en el corazón del maguey sacado e cogollo donde en el conjuro pide, hablando metafóricamente, se hagan aquellos llantos y sudores y arroyos, significando que allí ocurra gran cantidad de aguamiel con que sea más abundante su cosecha, y no menos la del demonio, pues todo ello viene a parar en sus desmedidas y perjudiciales borracheras.
  Otros usan de otro modo de conjuro para el mismo efecto, cuyas palabras son:
 “Estame atenta, mi madre y señora tierra, que ya te tengo a mi hermana la de ocho en hilera, cógela, y abrázate con ella fuertemente y porque no tardaré mucho en tornar a requerir el buen logro de la planta que dentro de cinco instantes volveré a visitarla y a ver su buen logro.
   Con esta íntima recomendación a la deidad que atribuyen a la tierra, para que el maguey prenda y arraigue bien fácilmente, y para que muy presto llegue a la sazón: en lo demás es casi lo mismo que el precedente conjuro y así lo dejo.

                        
Fuente:

Tratado de las supersticiones y costumbres gentilicias que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva España. Escrito en México por el Br. Hernando Ruiz de Alarcón. Año de 1629. Imprenta del Museo Nacional, México, 1892 en El alma encantada. Anales del Museo Nacional de México. Instituto Nacional Indigenista. Fondo de Cultura Económica. México. 1987, pp.174-176

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