viernes, 14 de diciembre de 2018

Un asalto ocurrido en Salamanca en 1830 y sus consecuencias

  El sistema blogger a través del cual publico El Bable, tiene la facultad de llevar una estadística, de todo tipo de datos, esporádicamente la verifico, (por mera curiosidad), en uno los pasos me dice de dónde son los lectores, es decir, de qué país. Es evidente que el más alto, algo así como el 80% de ellos se localizan en México, un 8 o 9% en Estados Unidos y el resto se reparte en países de Latinoamérica, es sorprendente que hay gente en la India, en Rusia, además de España, que siguen este espacio.

  Con esto lo que quiero decir es que no sé de que Estado de México seas tú que me sigues, lo que sí sé es que ninguno de los Estados del país se libra de estar en esta mala, negra, estadística del crimen, sea por el motivo que sea... pues hasta en el crimen hay diferencias, en términos estadísticos, no es lo mismo un asalto a un homicidio... por poner solo un ejemplo. El punto está en que, siendo el enfoque de este blog el asunto histórico, no es nada sorprendente que tengamos los índices (si bien ya se dispararon) delictivos, pues -para nuestra desgracia- siempre han estado.
  
  El asalto en los caminos reales de México comenzaron desde que el camino fue concebido, era cosa habitual ir con precaución extrema al ir de una población a otra, pues lo más seguro que podría ocurrir era un asalto. De ello muchos de los viajeros europeos que estuvieron en México han dado cuenta; en esta ocasión veremos algo ocurrido en las inmediaciones de Salamanca (Guanajuato), en 1830.

  Al leer el documento, nos trasladaremos en el tiempo, intuiremos cómo era la vida, apenas una década después de la Consumación de la Independencia y de cuál era la forma de actuar de la autoridad.

   La noche del 18 de mayo último fueron robados unos arrieros en tierras de la hacienda de Mendoza, á quienes los agresores intentaron quitar la vida, no consiguiéndolo por la esforzada defensa que les fue opuesta: consistió el robo en cuatro cargas de tabaco que conducían de contrabando en las mulas en que lo llevaban, y en algunas otras prendas. Corrió desde luego la voz de que este crimen había sido perpetrado por una gavilla de salteadores residentes en la villa de Salamanca en donde tenían sus reuniones, combinaban sus atentados, y salían a ejecutarlos, ya en los caminos, y ya en los ranchos. Sabedor de todo esto el Sr comandante general del estado coronel D. Antonio García, dictó las providencias más eficaces para su aprehensión, y al cabo de algunos días consiguió que unos soldados de la tropa auxiliar aprehendiesen á Víctor Moreno, Vicente Quintanilla y Cristóbal Prieto. Por ser ladrones en cuadrilla de más de cuatro, aprehendidos por la milicia destinada á este efecto, se dispuso que se juzgasen con arreglo á ley de 27 de setiembre de 1823 y en consecuencia el fiscal de la causa dio principio á ella el día 2 del próximo pasado julio: fueron examinados dos de los robados, porque los otros hallándose ausentes sin saberse su paradero, no pudieron ser habidos; de su declaración resultó que el mencionado día 18  como á las nueve de la noche, fueron asaltados por una  reunión de hombres, que al parecer creyeron serían siete u ocho, quienes se les echaron encima dándoles el quien vive, haciéndoles fuego con pistolas, y acometiéndoles con las espadas, y una lanza que llevaban, de cuyos tiros libraron á virtud de la resistencia que opusieron, animados más bien dé los deseos de conservar su existencia que de las fuerzas con que contaban: al fin fueron vencidos, saliendo bastante herido, y hecho pedazos un jorongo que presentaba uno de ellos a las estocadas: les quitaron cuatro cargas de tabaco, y lo demás que queda dicho: al día siguiente creído José Ana Martínez de que los que los habían robado seriar, de Salamanca, se dirigió á aquella villa y por Gabriel Moreno compañero suyo en los contrabandos vino á descubrir que su hermano Víctor y Cristóbal Prieto, eran de los agresores: le suplicó que con todo encarecimiento, que por lo menos les volviesen las mulas, lo que al cabo alcanzó después de haber sufrido graves, insultos de uno y otro, y vístose en peligro de que lo asesinaran por temor de que no los descubriese á la justicia, como así se lo repitieron varias veces. Víctor Moreno y Vicente Quintanilla, de liso en llano confesaron ser verdad lo relatado, exponiendo el primero que  él fue quien convocó la reunión, noticioso de que los arrieros habían de pasar de noche por el potrero de Mendoza: que se juntaron él, Quintanilla, Prieto, Leonardo Moreno (a) el Pato, y Leocadio Pérez y montados y armados, salieron de Salamanca como a las tres de la tarde caminando tan poco á poco, que llegaron al potrero ya oscureciendo: se ocultaron tres tras de la pila de Rastrojo, y dos se fueron á esperar a los caminantes en un portillo: que estos volvieron avisando que no aparecían y empeñándose Quintanilla en que se retiraran, a lo que replicó Moreno insistiendo en que los habían de aguardar, después dé cuya disputa se dividieron en dos partidas una por el camino real, y la otra por una vereda: que los encontró la que se componía de dos, y siendo rechazada por los arrieros contrabandistas, se unieron todos los ladrones; Moreno y Prieto se empeñaron más que ninguno en la lucha, echando pie á tierra el segundo para mejor maniobrar, y que lo demás de pasaje era como lo habían contado los robados. Cristóbal Prieto con la más inaudita obcecación y altanería, negó al principio ser  cómplice del delito: más agobiado de los cargos y reconvenciones, confesó era verdad que se había hallado en el robo y cuanto de él se aseguraba.

   Además de estos datos hubo la declaración del testigo Mariano Sánchez, y para la comprobación del cuerpo del delito se practicó el reconocimiento de las mulas robadas y del caballo herido, siendo esto lo que permitían las circunstancias, después de que habían pasado tantos días del robo, y el tabaco no podía ser habido. Contra Moreno resultó probado en la causa, que en unión de otros once que se reunieron en Salamanca en la casa de uno que le llamaban el Bañado, concurrió al robo del rancho del Paso de Cobo (a) Cora, la noche del 14 de  febrero último, de donde se llevaron más de dos mil pesos en dinero, plata labrada, ropa de uso, caballos, y otras alhajas. Resultó igualmente contra Prieto, que los testigos que citó en su abono declararon contra producentem, asegurando que se ejercitaba en robar acusándolo de esto la opinión y fama pública, y que otras tres veces había sido procesado por ladrón, dos en Salamanca y una en Puruándiro, de donde antes de la revolución de 810 fue remitido á la Acordada de México; pues, aunque se empeñó en persuadir que allá lo llevaron por un pleito, semejante especie no puede reputarse por verídica, cuando es bien sabido que aquel tribunal no juzgaba sino a los ladrones.

   Practicada la ratificación de los testigos, los careos y sustanciado el proceso en la forma que previene la ordenanza del ejército, se vio en consejo de guerra ordinario el día 27 del susodicho julio y este tribunal fundándose en que en la causa estaba plenamente probado el delito, ya con la confesión de los reos, ya con los otros adminículos que brotan del proceso, y fundándose así mismo en artículos expresos en la ordenanza, y en leyes del estado, condenó á Cristóbal Prieto y Víctor Moreno á ser pasados por las armas, y á Vicente Quintanilla á ocho años de presidio en atención á que consta que delinquió obligado de las seducciones de Moreno, en atención también á que respecto de él no hay una constancia plena de haber intentado matar á los agredidos, y en atención finalmente á que su culpa no aparece tan enorme como la de los otros que han reincidido con frecuencia en el robo. Se pasó la causa al Sr. comandante general para la aprobación de la sentencia, y de facto fue confirmada el día 28, previo dictamen de asesor, señalándose por punto á Quintanilla la Alta California, adonde deberá marchar tan luego como pueda ser conducido. Notificado á los otros reos el fallo se les puso en capilla, y acudidos con todos los auxilios espirituales han sido fusilados en la villa de Irapuato el día de hoy concluyendo así esos desgraciados la carrera del crimen, y desagraviando á la vindicta pública y á las leyes, que tenían ultrajadas con sus atentados.

   El imperio de la justicia comienza á restablecerse: la seguridad del estado, animará al pacífico y honesto ciudadano, que ya no temerá perder en un momento el fruto de los afanes y trabajos de tantos años, y su vida ya no será amagada: los malvados temblarán al ver en esta ejecución el golpe que sobre sus cabezas va á descargar la cuchilla inexorable de la ley: los ciudadanos guanajuatenses se convencerán da que sus gobernantes no ven con una fría indiferencia los males que los aquejan, sino  que saben proveerlo de los remedios necesarios los críticos mordaces que solo están dispuestos para ridiculizar á las autoridades, enmudecerán, mal de su grado, al ver este testimonio irrefragable de que se trabaja por el cumplimiento de las leyes, y de las respectivas obligaciones: los labradores, comerciantes y demás personas que han sido víctimas de esos hombres inmorales, que se han constituido el verdugo de la sociedad, cobrarán aliento, y convencidos de que si coadyuvan á la administración de justicia, breve será destruido ese coloso: ya no rehusarán tímidos delatar á los jueces y declarar contra los bandidos, pues descubriendo, con claridad sus crímenes, es una temeridad creer que se queden impunes, y que pueden ser el objeto de sus rabiosas y crueles venganzas. Cese, pues, ese temor, pánico y vergonzoso; declárese una guerra abierta á los que como lobos rapaces, se ceban en el rebaño inocente: denunciase los ladrones á los jueces; acúsese a estos ante los tribunales competentes, cuando no los castiguen con arreglo á las leyes, y si en lugar de hacer todo esto, se obra con apatía, con consideraciones, ó con respetos indignos y punibles, quéjense á sí mismos los que sufran los males consiguientes á este egoísta disimulo.

Guanajuato 1° de agosto do 1830.

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3 comentarios:

  1. El artículo es interesante y por lo visto el latrocinio y los crímenes no son nada nuevo (aunque actualmente los estamos superando), pero tengo algunas dudas que le voy a exponer: ¿Qué les hicieron a los contrabandistas o sea a las victimas?. El contrabando de tabaco era un delito en ese tiempo, me parece que existe una novela sobre dicho delito y si mi memoria no me falla se titula: "Astucia y los Hermanos de la Hoja"; Por otro lado se menciona que fueron como una docena los bandidos que atacaron a los arrieros, pero sólo fueron juzgados 3, ¿los otros se escaparon? y si en esta ocasión no los castigaron hay un dicho que dice que "él que mal empieza mal acaba". Por separado permítame felicitarlo por su trabajo de investigación y la publicación periódica de los mismos. Gracias por existir. Soy chilango de corazón.

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  2. hola benjamin.

    donde sera eso del paso de potrerillos de mendoza.

    y tambien mencionan el paso de cobo (a) cora.

    saludos

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  3. Buen dia
    donde sera ese paso de cobos a cora y paso de potrerillos de mendoza saludos

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