Una de las cosas que más me ha atrapado en mis seis décadas (y pico) en términos religiosos y más aun iconográficos y simbólicos, es la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, Santa María de Guadalupe, Virgen de Guadalupe o Guadalupe, como gustes llamarla. Y son tantos los detalles que encierra esta pintura que, más allá de la parte devocional o mísitca, lo que encontramos allí es una historia a como solían plasmarlas aquellos "pintadores de palabras" como lo eran los Tlacuilos. Esta vez nos apoyamos en un texto interesante por demás, el cual, si lo quieres leer completo, entra aquí.
"Ahora, en base a la bibliografía existente, a los estudios generados en la sagrada tilma, hemos entendido lo que para los indígenas era ya un hecho desde el primer momento que lo vieron, el ayate, es un tesoro iconográfico, es un códice que explica perfectamente su propósito, y es así que “…para Juan Diego como para todos los indígenas que sabían leer la Imagen de la Virgen de Guadalupe fue de una total alegría captar que ese Dios, el Dueño del cielo y de la tierra, estaba llegando a su presencia por medio de su Madre; era un Dios que había venido a ellos simplemente, porque los ama…”
"Pero ¿en dónde ubicaron este mensaje?; a estas alturas ya vamos deduciendo que “…los manuscritos indígenas desempeñaban un papel determinante al comunicar información sobre los temas de importancia… pero a diferencia de los manuscritos europeos que usaban un lenguaje alfabético, los códices nahuas eran primordialmente pictóricos, con imágenes o glifos…”
Bueno, pues te pido ahora que analices la imagen de Santa María de Guadalupe quien luce en su túnica, debajo del cíngulo (cordón o cinta negra) ubicado bajos sus manos, una flor de cuatro pétalos, jeroglífico del chalchihuitl, que es el Xiuhpiltontli, o el “niño precioso” nombre del Sol entre los tenochcas.
Aquí hago énfasis en el tema importante de que las imágenes de los símbolos flores, incluido por supuesto, el Nahui Ollin, no están afectadas por los pliegues sino que están sobre ellos por lo cual están siempre presentes de forma clara, como queriendo que el mensaje no se pierda, que todo aquél que se acerque lo note y sepa cuál es el mensaje.
Anderson y Chávez nos explican claramente que “…el diseño floral superpuesto a la túnica de la Virgen de Guadalupe contiene tres tipos de flores: un jazmín de cuatro hojas (que aparece una sola vez), una flor de ocho pétalos (ocho veces), y un racimo de flores (nueve veces)…”
Seguimos analizando esta flor de cuatro pétalos comentando que al centro de la misma, observaremos el punto en el centro que también tiene un significado importante, que es el Quinto Sol, nuestra era actual, en la que vivimos tú y yo querido lector, “…así pues, ésta es la flor solar, que presenta al Dios vivo y verdadero…”
Es importante reiterar que la flor de cuatro pétalos está plasmada una sola vez en la túnica de Santa María de Guadalupe, a la altura de su vientre en donde nos trae al Salvador, “…y esta flor está en posición del Nahui Ollin, es decir, siempre en movimiento; por lo que esta sencilla flor, también llamada jazmín mexicano, manifiesta al Dios Único, Omnipotente y Eterno, siempre en movimiento, Dueño de la Vida, Dueño del cielo y de la tierra…”
En la actualidad, algunas mujeres indígenas siguen portando este listón que rodea su cintura, es decir, que siguen conservando las tradiciones que muy bien nuestra Virgen de Guadalupe conocía y quiso de algún modo, hacer suyas también para mostrarse humilde, unida, cercana a nosotros.
Finalmente, el Nahui Ollin o “cuatro movimiento”, ubicado bajo la cinta que rodea su cintura y que indica que está embarazada, sólo reitera su mensaje, indicando que trae, como dijimos antes, a Dios hecho Niño, “…a la Encarnación del Verbo y a quien Ella misma menciona como “Aquel por quien se vive”, “Creador de la gente”, “Dueño de lo cercano y lo lejano”, “Señor del cielo y la tierra”, términos que se entienden mejor en estas tierras. (1)
Fuente:
Bravo Méndez, José Antonio Efraín. Guadalupe hoy. Centro de Estudios Guadalupanos de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla. Número 14. Julio 2017. pp. 11-14
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