sábado, 17 de enero de 2015

Fiesta Barroca: Las exequias del virrey Marqués de Casafuerte. 1734

   Difícil será recordar los nombres si bien, no de todos, al menos de algunos de los 61 virreyes que gobernaron la Nueva España. Hubo uno, que lo fue solo pocos meses, que ahora es Beato en la Iglesia Católica: Juan de Palafox y Mendoza; hay uno que es conocido por una calle en el centro de la ciudad de México: Antonio María de Bucareli y Ursúa. Quizá el más conocido sea el primero de ellos: Antonio de Mendoza. O el que su título nobiliario se le dio por nombre a unas islas: Revillagigedo. Al conde de Monterrey lo conozco porque es el que autorizó la fundación de la Villa de Salamanca. Tarea difícil sería el aprenderse todos esos nombres. Hubo de todo tipo de personalidades entre los virreyes, unos soberbios, otros que acabaron en la pobreza, unos que siguieron al Perú, y algunos de ellos que murieron en la ciudad de México, como es el caso del que hoy nos ocupa, don Juan de Acuña y Bejarano, marqués de Casa-Fuerte, "Nació en la ciudad de Lima, Virreinato del Perú, el 22 de febrero de 1658, siendo hijo póstumo del general burgalés Juan Vázquez de Acuña, corregidor de Quito, gobernador de Huancavelica y presidente de la Real Audiencia de Lima, y de su tercera mujer Margarita Bejarano de Marquina, establecidos en Lima. Fue enviado a los trece años a España para ser educado, donde también fue formado como militar y puesto al servicio del rey Carlos II de España. Destacó como notable militar dirigiendo compañías en diferentes batallas europeas, y tuvo un papel muy destacado en la Guerra de Sucesión Española. Por su trayectoria profesional fue condecorado con las cruces de la Orden de Santiago y de la Orden de Alcántara, y ocupó el cargo de gobernador y capitán general en Mesina, Aragón (1715-1717) y Mallorca (1717-1722)". (Wikipedia.)

   Poco más de once años fue virrey el marqués de Casa-Fuerte, del 15 de octubre de 1722 al 17 de marzo de 1734, de sus acciones al frente de la Nueva España podrás leerlo en su biografía, el punto al que hoy nos referimos, en específico es a las solemnidades que  hubo en su funeral pues, fueron tan grandes y tan sentidas, que se marcaron como modelo a seguir en todos los entierros reales que hubiera en Nueva España. Al ir leyendo el texto que encontré en el México a través de los siglos, te darás de una verdadera ceremonia barroca, las cuales se caracterizaban por los excesos que en ella se demostraban, no excesos en comidas o bebidas, sino en los decorados y en todo el montaje que para tal ceremonia se hacía. Te recomiendo entrar a los enlaces que doy en el texto para entender mejor lo que cada concepto significa. En la primera imagen vemos el retrato del marqués de Casa-Fuerte, en el siguiente el del que fuera su sucesor, don Juan Antonio de Vizarrón y Eguíarreta

   El marqués de Casa-Fuerte no contaba con buena salud y "renunció a su cargo de virrey tras sufrir una parálisis en el brazo derecho que le impedía firmar sus despachos, pero el rey le otorgó el privilegio de firmar con estampilla, siendo el único virrey con esta merced. Su enfermedad siguió avanzando hasta fallecer finalmente el 17 de marzo de 1734 tras doce años de mandato. Su cuerpo fue enterrado en la iglesia franciscana de San Cosme, a cuya comunidad siempre ayudó el virrey, y donde acostumbró diariamente a escuchar misa". Las siguientes imágenes corresponden al templo de San Cosme y San Damián, en donde se realizaran las solemnes exequias, corría el año de 1734 y el barroco florecía de este modo:

    "Once años gobernó el marqués de Casa-Fuerte con tanto acierto y buena fortuna que la corte y los habitantes de la colonia lo consideraban como uno de los mejores virreyes que había tenido Nueva España. El marqués de Casa-Fuerte murió en México el 16 de marzo de 1734, y al tenerse noticia de su fallecimiento en la ciudad, en todas las iglesias se tocó a muerto dando cien campanadas, y la artillería hizo un disparo cada cuarto de hora. Casa-Fuerte procuró vigorizar el gobierno, cortar abusos en la administración y corregir la corrupción de las costumbres. Persiguió con empeño a los ladrones, obligó a los jueves y a la audiencia a despachar los negocios justa y rápidamente, y en la administración de la Real Hacienda introujo tan acertadas economías y dictó tan prudentes disposiciones, que las entradas del fisco llegaron en su tiempo a siete millones ochocientos veintitrés mil doscientos pesos.

   "Al morir el virrey abriose el pliego de mortaja y se encontró en él, desingado para ocupar el gobierno de la Nueva España, al arzobispo don Antonio de Vizarrón y Eguiarrieta, quien inmediatamente entró en posesión del virreinato. El entierro que se hizo al marqués de Casa-Fuerte fue tan solemne y suntuoso que el ceremonial que en él se observó quedó establecido como un modelo para los casos semejantes que ocurriesen. Así lo describe un historiador: (Se refiere a Rivera y Cambas en Los gobernantes de México, t.1 p.338.)

   "Los cirujanos embalsamaron el cadáver y le cubrieron con el manto capitular y demás adornos correspondientes al cargo de capitán general y le expusieron en el fondo del salón principal cercado de hachas encendidas; veíase ahí la cama y el sitial color carmesí, bajo el cual estaba el guion; fueron levantados varios altares donde cantaron responsos las comunidades y parroquias y se dijeron cuatrocientas misas. Hasta el 21 se le dio sepultura en el convento de San Cosme y San Damián según la última voluntad del que fue marqués de Casa-Fuerte, cuyo convento dista tres cuartos de legua del palacio, y fue formado desde éste hasta concluir la calle de Santa Isabel un tablado de dos varas de altura por donde pasó la comitiva . Luego que amaneció inundaron las calles, tablados, ventanas y azoteas, las calzadas y los pretiles del acueducto inmensas masas de gente esperando a la comitiva que comenzó a salir a las siete de la mañana; iba ochenta cofradías, congregaciones y hermandades con sus guiones, insignias  y estandartes, llevando los hermanos sus cetros y luces; las parcialidades de San Juan y Santiago con sus gobernadores y demás justicias mostrando sus varas altas y lutos de bayeta...

seguía la archicofradía de la Santísima Trinidad, cuyos individuos llevaban túnicas rojas, luces y campanilla; luego los dos terceros órdenes de San Agustín y San Francisco; los colegios con su banderilla precediendo su rector al de San Juan de Letrán, cuyos alumnos vestían mantos morados y becas blancas; el imperial de San Cruz, de indios nobles caciques con mantones azules y becas blancas; el de San Ramón Nonato, cuyo distintivo consistía en los colores morado y encarnado; el de Cristo con mantos morados y becas verdes, y a lo último apareció el mayor de Santa María de Todos los Santos, cuyos individuos usaban mantos pardos y becas color de grana. A continuación iban las comunidades con cruces y ciriales, los betlemitas, hipólitos, juaninos, carmelitas descalzos, agustinos, franciscanos observantes y descalzos y dominicos; los seguía la imagen del crucifijo que perteneció a San Pío V; la archicofradía del Santísimo, cuya cruz y ciriales pertenecían al clero y las congregaciones de San Pedro, Los Infantes y Seis con becas azules sobre mantos carmesíes; acólitos, músicos, capellanes de coro y el cabildo eclesiástico .

Iban enseguida cinco pajes vestidos de bayeta, uno con el guión y cuatro con hachas encendidas; seguía el cuerpo que cargaron los oidores, y otros ministros y los religiosos; dos familiares, dos lacayos, tirando igual número de caballos cubiertos con chías de bayetas y adornos de terciopelo negro con guarniciones de flecos y pasamanos de plata, llevando bordadas con esmero las armas y escudo de la casa del marqués; seguía el Protomedicato y Consulado, los bedeles de la Universidad con ropa de bayeta, los rectores y el rector con ínfulas y capelos de terciopelo negro orlados con los colores que distinguían las facultades, los gentiles hombres y albaceas, el regimiento y cabildo secular con mazas enlutadas, el Tribunal de Cuentas, oficiales de la Real Hacienda y el arzobispo virrey, con sotana, muceta y mantelete negro; los ayudas de cámara cargando la tapa del féretro y cerraban la marcha la infantería y caballería de la guarda con fusiles vueltos y espadas desnudas con divisas de luto, los tambores y los clarines de la sordina y al fin iba la más rica de las estufas del virrey difunto, enlutada hasta en las mazas y rayos de las ruedas, y enseguida la del arzobispo y de otras personas.

   "En cada posa deteníanse y cantaban el responso por el cual llegó la comitiva a su destino a las diez y media, saliendo a recibirla hasta el Puente de Alvarado la comunidad del convento, en donde fue cantada la misa y se dio sepultura al cadáver en el lado derecho del altar mayor, en el presbiterio, dando fe todos los escribanos de cámara, y después del último responso regresaron en coche los tribunales a dejar el nuevo virrey en palacio y se disolvió la comitiva, continuando aun el doble de campanas." (1)

   Aclaro que el grabado que vemos ahora corresponde al funeral de los capitanes Daois y Velarde, considerados los primeros héroes de la libertad en España, 1808. En la siguiente imagen, que no es del todo nítida, lo que vemos es el escudo del apellido Acuña que fuera el paterno del marqués de Casa-Fuerte que aparece en el ángulo superior izquierdo del retrato oficial, cuyo original se localiza en el Museo de Historia del Castillo de Chapultepec.

   Seguramente te estarás preguntando qué fue lo que pasó con el sepulcro del virrey, sale de sobra decir que a consecuencia de la proclamación de las Leyes de Reforma templos, conventos y hospitales fueron derruidos, destruidos, invadidos, todos expropiados y, muchos espacios, perdidos para siempre. Entre lo perdido está el sepulcro del buen virrey, don Juan de Acuña y Bejarano, por suerte Rivera Cambas, lo documenta y nos ilustra así:

   "En uno de los muros laterales del presbiterio estuvo el monumento sepulcral del Marqués de Casafuerte, nobilísimo por la época en que fue construido; hoy ha desaparecido completamente: formándolo un alto relieve figurando un pedestal sobre que descansaban cuatro pilastras sosteniendo una especie de frontis; en los espacios que despojaban entre sí las pilastras, había una lámina de mármol con la siguiente inscripción: D. Juan de Acuña, Marués de Casafuerte, murió siendo virrey de este reino, en 17 de marzo de 1734. Está sepultado en este presbiterio". (2)

   Interesante, muy interesante historia, la de este virrey y, más aun, de las solemnes exequias que tuvo. Si te interesa leer la descripción detallada de donde el autor sacó los datos que aquí comparto, busca el libro de Jorge Igancio Rubio Mañé, en uno de los tomos que escribió sobre los virreyes de Nueva España viene incluido.

Fuentes:

1.- Riva Palacio, Vicente. México a través de los siglos. Tomo VII. Editorial Cumbre. México, 1986. pp.101-102

2.- Rivera Cambas, Manuel. México pintoresco, artístico y monumental, México, 1880. pp.335-336 en Rubio Mañé, Ignacio. El Virreinato: Origen y jurisdicciones y dinámica social de los virreyes. Fondo de Cultura Económica. México, pp.172-173.

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