martes, 27 de enero de 2015

Para entender mejor el por qué hubo tal cantidad de templos y capillas en el México Viejo. Parte 39

   Poco antes de concluir este largo recorrido que fue caminando por las calles del Centro Histórico de la ciudad de México, y de forma virtual por sus Delegaciones, en donde fui encontrando a los Pueblos Originarios, mismos que, de la misma forma virtual traté de recorrer sus barrios en busca de las ermitas y capillas, que con el tiempo algunas de ellas se volvieron Parroquias, otras desaparecieron, unas fueron renovadas, otras olvidadas unas más siguen siendo el orgullo de una ciudad saturada con millones de habitantes que, de pronto encuentran la tranquilidad de una plaza, de un jardín con tintes pueblerinos. Todo este viaje me condujo a lecturas que me fueron dando una perspectiva más puntal de la muy compleja formación de la ciudad de México. De esas muchas lecturas que hice, selecciono algunos textos que nos van diciendo como fue ese entretejimiento de la cosa del México antiguo con la evangelización y sus consecuencias.

   "...en la creencia primitiva el número (de dioses) era muy limitado, y el dios creador, el Ometechutli, sobresalía de todos. Los mexica tenían ya innumerables deidades; la sal se convertía en diosa para los mercaderes; los vicios tenían sus ídolos, y había dios de la embriaguez y diosa de la prostitución: una piedra, un reptil, por divinidades se tomaban; y de aquí ese sinnúmero de amuletos, de idolillos y de talismanes. La divinidad se había subdividido hasta lo infinito: el sacerdocio sustituyó a la divinidad. Fue natural que los templos aumentaran. Llenáronse de ellos las ciudades, los caminos, los montes. Lógico era que el sacerdocio aumentase en proporción de los dioses y de los templos; y así sucedió. Cada dios tenía sus sacerdotes especiales; cada templo su colegio sacerdotal. Y fueron tantos, que Torquemada cuenta que en el templo mayor de México, entre sacerdotes y sirvientes de los dioses, no había menos de cinco mil. Entonces debió llegar su apogeo la organización del sacerdocio". (1)

   "La necesidad de construir iglesias, catedrales y parroquiales en la Nueva España hizo que se determinase por el gobierno de España en 28 de agosto de 1532, que cuando se edificase alguna iglesia catedral, para el costo de la obra contribuyesen, con una tercera parte la Real Hacienda, con otra los vecinos encomenderos y con la otra los indios del obispado. Señalóse a éstos como contribución para este objeto, medio real que se llamó de fábrica, y comenzó en 1552: los alcaldes mayores recaudaban ese impuesto que ponían en manos del mayordomo tesorero, y nombrábanse por la autoridad civil un Comisario de Fábrica, para intervenir en los trabajos. Esta contribución durante el siglo XVII no puede llamarse verdaderamente ramo de la Real Hacienda, pues ni entraba en ella, ni servía para el pago de gastos de administración". (2)

   "El descuido de los últimos virreyes en lo tocante a la gobernación interior de la colonia causa fue que los encomenderos, y sobre todo los frailes y clérigos, exigieran de los indios grandes trabajos personales, hechándose en el olvido las humanitarias disposiciones que sobre este punto habían dictado el monarca, el Consejo de Indias y los primeros virreyes. Cada convento fuera de las capillas y cada cura doctrinero tenía a su servicio multitud de indígenas que asistían allí turnándose por semanas y meses desempeñando destinos de porteros, cocineros, hortelanos y otros; en la iglesia servían de topiles, especie de sacristanes, y un gran número tenía obligación de cantar en las funciones religiosas, de aprender la música para tocar en esas mismas funciones, y de servir como acólitos ayudando las misas. Además, los indios gastaban cuanto podían adquirir, no solo en fiestas religiosas, sino en llevar regalos a los curas y doctrineros de huevos y gallinas y frutas. Durante el gobierno del conde de Salvatierra (1642-1648) el obispo Palafox procuró como visitador remediar estos males exigiendo el cumplimiento de las reales cédulas y ordenando que por la real hacienda, como suplemento a cargo de las encomiendas que en lo sucesivo vacasen, se diese a los conventos de la Merced de México, Puebla, Veracruz, Oaxaca y villa del Carmen lo correspondiente a seis años de limosna de vino y aceite señalada por las disposiciones reales; pero todo fue inútil: los frailes cobraron limosna y siguieron tratando como antes a los indios, y estos, por su parte, creyendo faltar a sus deberes religiosos abandonaron el servicio gratuito de conventos, curas y doctrineros, se negaron a obedecer las disposiciones del visitador". (3)

   "El 16 de diciembre de 1672 el definidor de la Provincia del Carmen dio en México un gran escándalo y que es la muestra del estado en que se hallaban las comunidades religiosas. Ofrecióse motivo de discordia entre los carmelitas por la venta de una capilla hecha por el prior sin licencia del definitorio; buscó luego la aporbación de esta venta, negóse el definitorio, encendióse la discordia , y en la elección hecha en el capítulo inmediato dividiéndose los ánimos, y aunque se consultó a España al definitorio general, la resolución obtenida no fue remedio al mal; quedó electo prior el mismo que por la venta de la capilla había dado origen a la cuestión, y desde el momento en que se vio armado con la autoridad, comenzó a ejercer venganzas procurando molestar a los que no habían sido sus parciales. Era el prior rector del colegio de Carmelitas que estaba en los alrededores de la ciudad por la calzada de Tacuba, y el convento de México vivía como superior uno de sus partidarios que era definidor. Este llegó en su exaltación a amenazar a los frailes enemigos del rector con arrojarles del convento; sintiéronse estos ofendidos, y doce de entre ellos expulsaron del convento una tarde al definidor y a sus amigos, apoderáronse de las llaves de todo el edificio. El rector supo a poco aquel acontecimiento, y sin admitir arreglo ni transacción alguna con los frailes de México, determinó hacer con ellos un escarmiento y castigarlos a mano armada. En efecto, la noche del 16 de diciembre de 1672, salieron del colegio de Santa Ana armados de mosquetes, lanzas y espadas, más de cuarenta hombres entre frailes y estudiantes, atravesaron la ciudad y llegaron a media noche a la plaza en donde está situado el convento del Carmen; allí con escalas penetraron en el edificio, forzaron las puertas interiores y se arrojaron sobre los otros religiosos, que estaban descuidados, aprisionándolos y golpeándolos a todos, hiriendo gravemente a algunos de ellos y volviendo a tomar posesión del convento. Aunque la autoridad eclesiástica procuró que aquel acontecimiento permaneciese en secreto, y la inquisición recogió las relaciones manuscritas de aquel hecho que corrían por la ciudad, gran escándalo produjo la conducta de los carmelitas, tanto más cuanto que las divisiones y partidos siguieron entre ellos". (4)

    "En los conventos de religiosas no faltaban tampoco grandes inquietudes: durante el gobierno del marqués de Mancera con motivo de la visita de fray Mateo de Heredia, proministro provincial de la orden de San Francisco, las monjas recurrieron a la real Audiencia pidiendo ser amparadas, porque fray Mateo procuraba remediar los abusos que notó en los conventos de religiosas en donde se observaba con poco escrúpulo  el voto de clausura, permitiendo entrar en el convento personas extrañas a él contra todo lo dispuesto por las reglas de la orden y por los papas Urbano IV, Julio II, Martino V y Gregorio XIII, teniendo, además, las monjas tal número de criadas que entraban y salían libremente del convento, que en Querétaro, en uno de los monasterios, no habiendo cien religiosas se contaban más de quinientos sirvientes. La audiencia favorecía a las monjas, el virrey tomó parte en favor del comisario, y estuvo a punto de causarse un gran escándalo, que con su energía cortó el virrey". (5)

    "Como celebración, la fiesta, una tradición del pueblo desde hace casi 400 años, actualiza año con año hechos del pasado que le dan sentido a la vida comunitaria, cohesión social al grupo e identidad a sus miembros, que se materializa y encuentra su significado en una cultura que no tendría sentido sin la tradición. La memoria cumple su cometido, enlazar las diversas generaciones, recuperando el pasado, otorgándole significados a las nuevas condiciones de existencia". (6)


Fuentes:

1.- Riva Palacio, Vicente. México a través de los siglos. Tomo II. Editorial Cumbre. México, 1986. p.294.

2.- Ibid. T. VII. p.25

3.- Ibid. Tomo VI. pp.157-158

4.- Ibid, Tomo VII, pp.31-32

5.- Ibid p.32

6.- Salas Quintanal, Hernán. La fiesta de San Miguel del Milagro: Naturaleza y cultura. Revista Arqueología Mexicana. Vol. XIX. No. 177. Editorial Raíces. México. Sep-Oct. 2012. p.70

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