viernes, 9 de enero de 2015

La educación en México: Los jesuitas y sus espacios.

   Fueron los Jesuitas la cuarta orden religiosa en llegar a Nueva España, y fueron quienes dejaron una huella aun más profunda que sus antecesores, debido a algo que los caracterizó y los sigue caracterizando en México y en todo el mundo: la Educación.

   La historia de su desarrollo en México es, creo, la más intensa que hay, considerando que fueron pasado por momentos complicados dependiendo siempre de los ataques de las otras órdenes, los ataques de alguno de los Arzobispos, incluso los ataques de alguno de los sesenta y tantos virreyes. Vendría luego la puntillada final, la que dio el rey de España en la Pragmática Sanción de 1767 que trajo por consecuencia la expulsión de los Jesuitas de todos los territorios de las Españas, que incluía a la Nueva es esas Españas. Vamos por partes.

   Los padres de la  Compañía de Jesús llegaron a México el 9 de septiembre de 1572, no se detuvieron, quizá sólo para descansar del largo viaje que, en aquellos tiempos duraba 40 días en promedio. Continuaron por el camino ya trazado a la ciudad de México a donde llegan el 28 del mismo mes, justo en la víspera de la celebración del Arcángel San Miguel, quizá sea esa la razón por la cual le dieron el nombre de ese Arcángel a uno de sus colegios. Habían pasado apenas 16 años del fallecimiento del fundador de la orden: Íñigo de Ordaz (hay quien dice que su nombre era Íñigo Lóepz de Loyola o López de Regalde), mejor conocido como San Ignacio de Loyola; nacido en Azpeitia, que es un municipio de la provincia de Guipúzcoa, País Vasco. En esta numeralia agregamos que la Compañía de Jesús fue aprobada por el papa Paulo III el 27 de septiembre de 1540. Es decir, los padres de la Compañía llegaron a la Nueva España con ideas frescas: educar, enseñar, producir. Y lo lograron.

   "La llegada de los padres de la Compañía de Jesús a la Nueva España, dio poderoso impulso a la instrucción pública, tanto porque entre ellos se encontraban hombres de gran inteligencia y era su instituto de enseñanza superior, cuanto porque, animados de gran celo por el progreso intelectual y moral de los indios, procuraron desde el principio dedicarse, más que a la conversión de los idólatras, al cultivo de la inteligencia de los naturales del país, indios, criollos o mestizos".

   "Poco tiempo después de haber llegado a México los Jesuitas comenzaron a dedicarse a enseñar a los niños la doctrina, pero el primer servicio de importancia que prestaron a la instrucción pública fue interponer su valimento para la fundación del colegio llamado de Todos Santos." (1) Los primeros Jesuitas que llegaron a México fueron 13 o, para hacer el número nuevamente místico, 12 más un superior; sus nombres: Pedro Sánchez, Lope Navarro, Martín González, Bartolomé Larios, Martín de Montilla, Juan Curiel, Francisco Bazán, Pedro López de la Parra, Alonso Camargo y Pedro Mercado.

   Un año luego de su llegada, el 15 de agosto de 1573 fundan el Colegio Mayor de Santa María de Todos los Santos, para 1575 el de San Gregorio para la educación de los indios, se localizaba en lo que hoy es el Mercado Abelardo L. Rodíguez. Ese mismo año fundan el Colegio de San Bernardo, para 1576 el Colegio de San Miguel para los criollos y el 29 de julio de 1588 el Colegio de San Ildefonso que fuera inaugurado el 19 de maro de 1740, integrando allí a todos sus Colegios. Una de las razones por la cuales los Jesuitas pudieron fundar esos establecimientos se debe a que su patrocinador, su gran mecenas era uno de los más acaudalados en la Nueva España: don Alonso de Villaseca, minero y, además, controlador del cacao que en buena parte de sur sureste de México se producía.

   "Fundaron los jesuitas en 1573 en el mes de agosto, el Colegio de San Pedro y San Pablo, protegido por don Alonso de Villaseca, riquísimo propietario de México, y por don Pedro de Albornoz, don Melchor de Valdés, don Pedro López, doña Catalina Avendaño, Alonso Domínguez, Alonso Jiménez y Francisco Pérez del Castillo, contribuyendo unos con dar cantidades de dinero para la fábrica de el establecimiento y otros fundando becas para el sustento de los estudiantes...

   "El número de estudiantes aumentó rápidamente, y no siendo bastante ya para atender a su instrucción el colegio de San Pedro y San Pablo, fundaron los Jesuitas otros tres colegios en México, bajo la advocación de San Miguel, San Bernardo y San Gregorio. Durante los primeros años de su fundación en todos esos colegios solo se enseñaron las primeras letras, la gramática latina, y la retórica. (...) En 1583 se reunieron los colegiales de San Miguel, San Pedro y San Pablo y San Bernardo, reduciéndose a un solo colegio, que se nombre de San Ildefonso, y que subsistió después cera de tres siglos; pero el establecimiento de San Gregorio se conservó dedicándose por entonces como seminario de indígenas de raza pura". (2)

    Esto que ahora vemos es el que fuera el Templo de San Pedro y San Pablo, anexo a lo que fuera el colegio del mismo nombre, en la actualidad sede el Museo de las Constituciones y el inmueble es parte de la UNAM. "El edificio del que fuera el templo del Colegio de San Pedro y San Pablo cuenta con más de 400 años de existencia. A lo largo de estos años ha tenido muy diversos usos: desde templo de la orden jesuita, en la época colonial; recinto parlamentario en los primeros tiempos del México independiente; hasta sede de la Hemeroteca Nacional y, ahora, el Museo de las Constituciones de la Universidad Nacional Autónoma de México." (Para leer más del recinto, entra aquí.) 

   Al caminar por este recinto encontramos algo magnífico, pues el decorado del mismo, una vez que fue cedido como espacio a la Universidad Nacional; el que fuera el primer Secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, pidió al pintor jalisciense Roberto Montenegro la ejecución, que ayudó a recatar este espacio que había sido utilizado incluso de bodega. 


   En esta escena vemos la ceremonia de 1824, cuando se proclamó la Constitución de 1824, vemos, al centro, presidiendo la ceremonia, un cuadro de la Virgen de Guadalupe, el cual es del tipo "tocada" que actualmente se exhibe en el Museo Guadalupano en la Villa de Guadalupe. Y no es para menos, dado que esa Constitución comienza diciendo: "En el nombre de Dios Todopoderoso, autor y supremo legislador de la sociedad..." (Si te interesa leerla completa, entra aquí.)





   "A su regreso de Europa Roberto Montenegro se encontró con un país que emerge tras una guerra civil, de la que sólo tuvo noticias a través de terceros, pero que el artista no llegó a comprender. Así, halla una nación en reconstrucción, la cual no tiene nada que ver con la que había conocido en su época de formación. Ortiz Gaitán afirma: “pese a la buena disposición con la que regresó de Europa, el México posrevolucionario debió haber sido de cierta manera hostil, en todo caso era muy distinto al México que guardaba en su memoria”. No obstante, ese nuevo país con el que se encuentra le abre las puertas, integrándolo al proceso de reconstrucción.  Será José Vasconcelos quien invite a Roberto Montenegro a participar en la decoración del ex Colegio de San Pedro y San Pablo. A partir de este momento, el artista iniciará una fructífera carrera como muralista, ejercicio creativo que practicó hasta su muerte. Pero no sólo centró sus trabajos en los muros: Montenegro se desempeñó también como escenógrafo, vitralista, ilustrador de libros, museógrafo y estudioso de las artesanías". (Tomado de la revista del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, lo puedes leer completo aquí.)









   Busto de Dante Alighieri que se levanta a la entrada del que fuera el Templo de San Pedro y San Pablo, obra de Adolfo Ponzanelli, en ocasión del VI Centenario del fallecimiento del poeta.

   Estamos ahora, muy cerca de San Pedro y San Pablo, en San Ildefonso, actual sede del Museo de la Luz y leemos sobre un acontecimiento nada grato para los Jesuitas, ese fue el enfrentamiento que tuvieron con el Obispo de Puebla y Virrey Interino de la Nueva España (solo cinco meses en 1642), el ahora beato Juan de Palafox y Mendoza, el cual...

   "Los jueces conservadores declararon incluso en las penas de su primer edicto al obispo Palafox, y el obispo contestó aquella condenación anatemizando a los jueces conservadores. La ceremonia de aquel anatema fue solemne y pavorosa: desde el anochecer del día de la víspera las campanas de la iglesia de Puebla comenzaron a ser teñidas triste y pausadamente; amaneció el día de la terrible ceremonia y en el centro de la catedral miró el pueblo asombrado un elevado túmulo cubierta con negra bayetas. El obispo salió de su palacio acompañado del cabildo eclesiástico y penetró en el templo atravesando por en medio de la apiñada y silenciosa muchedumbre que invadía el atrio y las naves de la catedral.

   "Celebráronse aquellos ritos que pasmaban a la gente; el obispo apagó los cirios, los arrojó al suelo y los pisoteó lanzando el terrible anatema contra los jueces conservadores, procurador y maestro teólogo de la Compañía; subió enseguida al púlpito y explicó la significación de aquel pavoroso acto, pintando con negros colores y lamentando la suerte que esperaba a loas endurecidas almas de los excomulgados sobre quienes acababa de caer la maldición de Dios. Terrible fue el efecto que produjeron en el pueblo aquel espectáculo y aquel sermón; la gente fanática exaltada, queriendo tomar como suya la venganza del cielo, se sublevó contra los padres de la Compañía, y a costa de grandes trabajos consiguieron algunas personas de Puebla impedir que la gente que salía de la catedral pusiese fuego a los colegios de los Jesuitas". (3)




   Cambiamos de recinto, otro más de los construidos por los Jesuitas en la ciudad de México, se trata del Colegio de San Ignacio, el cual conocemos mejor por el nombre de Las Vizcaínas y vemos otro pasaje ocurrido en el México virreinal, asociado a la Compañía de Jesús que nos traslada a lo que era la Fiesta Barroca:

   "Celebrose en México, en tiempos del virreinato de don Luis de Velasco y muy solemnemente, la beatificación de San Ignacio de Loyola, y es notable esta fiesta, porque prueba cuan grandes eran el influjo de los Jesuitas y las riquezas de la capital de la colonia: el adorno sólo de la estatua que se colocó en la iglesia de la Profesa se evaluó en 40,000 ducados. Salieron durante varios días carros alegóricos ricamente adornados que recorrían las calles de la ciudad. El costo de los vestidos que se hicieron los vizcaínos que formaban la guardia de la provincia, y eran ciento cincuenta caballeros, ascendió a más de 80,000 pesos. Los carros alegóricos representaban: el primero la juventud perdida; el segundo, la ignorancia; el tercero, la herejía; el cuarto, la gentilidad; el quinto, la Reforma en todos los Estados, simbolizándose con ellos los cinco grandes triunfos de San Ignacio y la Compañía de Jesús.

   "El templo de la Profesa fue terminado para celebrar esa fiesta el 31 de julio de 1610. En la plaza Mayor, cerca de las casas del cabildo, se colocó una estatua gigantesca con cuatro cabezas que representaban las de Lutero, Calvino, Zwingle y Melanchton, sobre las azoteas de la misma casa municipal, colocada entre nubes, apareció la estatua de San Ignacio, que con la diestra lanzó un rayo sobre la estatua de cuatro cabezas que ardió inmediatamente. Dice un historiador que esa ingeniosa invención se debió al corregidor de México, don García de Espinar. El pueblo aplaudió frenéticamente aquella representación". (4)




Fuentes:

1.- Riva Palacio, Vicente. México a través de los siglos. Tomo VI. Editorial Cumbre. México, 1986. p.66

2.- Ibid. p.67

3.- Ibid. p-147

4.- Ibid. pp.104-105

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