Una de las tradiciones que durante siglo y medio estuvo arraigada en Salamanca sorprendió a todo aquel que estuvo en la población en la temporada navideña: los Nacimientos. En algunos lugares fuera de México les dicen Belén, en otros Pesebres. Y en Salamanca cobró dimensiones de monumentalidad. Como todo en esta vida, ante la modernidad vino el declive, cada vez fueron menos los Nacimientos y la monumentalidad se redujo a un rincón de la casa en donde, en algunas, aun se sigue colocando.
En el baúl de mis recuerdos tengo bien grabadas muchas historias asociadas al Nacimiento, como ir al rancho o mandar a alguien -a un propio, claro está- a pepenar piedras, troncos, nopales secos para todos los elementos que se le colocaban, los "gallitos" si no se encontraban en el rancho se compraban en el mercado, así como el paxtle, la flor de peña y se se encontraban ramas de pino, eso aromatizaría la habitación. (Pepenar es una palabra náhuatl, quiere decir recoger, paxtle también, significa heno.)
Tuve la grata experiencia de conocer casas, la de mi abuela materna, por ejemplo, que contenía un cuarto para el Nacimiento. Efectivamente, había una habitación de la casa, de aquellas casonas de finales del XIX, que incluían ese "cuarto" que no se usaba para otra cosa que para poner allí el Nacimiento.
Luego del 12 de diciembre comenzaba el arreglo, aquellos "cuartos" tenían ya preparado el tapanco en donde se desarrollaría la escena, el cielo era raso, de esa manta que tenía una preparación, creo cal, para hacerla rígida, en el caso de la de mi abuela estaba pintada de azul y habían hecho un artificio en el que, al prender el foco, que estaba arriba del raso, y la manta tenía una buena cantidad de horadadas, semejaban un cielo estrellado... la luminotecnia de la época permitía colocar focos de muy bajo voltaje en ciertos puntos para iluminar cada escena. Eran momentos, en tiempos de la televisión blanco y negro y programación más bien limitada, que aquello se volvía un auténtico espectáculo.
Cada quien se las ingeniaba para recrear cada escena con el mayor realismo, que más bien era "realismo" partiendo del punto que la Historia Sagrada sucede en el desierto y lo que en los Nacimientos de Salamanca se veían eran escenas de un verdor inaudito, de una serie de aromas que taladraban el cerebro y se adherían para relacionar el olor del pino, del oyamel, de la flor de peña con el Nacimiento y la Navidad.
Había en la población artistas, más que artesanos, que trabajaban con maestría la cera, había señoritas que sabían muy bien aderezar las esculturas con los ropajes adecuados y los ornamentos necesarios, había carpinteros que creaban maravillas imaginando lo que pudiera haber sido una casa en Palestina...
Las escenas a representar eran bien claras: la Anunciación a María, la Posada, la anunciación a los pastores, los Reyes Magos, la gruta del Nacimiento (recordando lo que hizo San Francisco), la Huida a Egipto y luego cada quien le fue agregando los pasajes que, de acuerdo al espacio disponible formaban parte de las representaciones.
Y luego estaba la otra parte, la de los Nacimientos de Rancho que eran una verdadera explosión de formas y color, en las que las finas figuras de cera y los aderezos elegantes se convertían en cándidas figuras de barro con una serie de elementos que recreaban la vida campirana de esta parte del Bajío con puercos, gallos, guajolotes, patos y todo lo imaginable.
La tradición no ha muerto, sea en la ciudad que en los ranchos todavía hay familias que, por herencia recibieron las figuras y el gusto por colocar un Nacimiento tradicional. Aquí en Salamanca puedes ver uno en la Casa de la Cultura que mantiene todo lo básico que una buena puesta debe incluir y hay once familias que aun lo colocan y, además, abren las puertas a todos los visitantes, aquí la lista. Estarán disponibles hasta el 2 de Febrero que es "la levantada".
No sabía que se usaba la flor de peña como parte de los nacimientos en Salamanca...vaya que hay que mantener vivas estas viejas tradiciones
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