Recién habíamos hablado del atractivo que encuentro en la vida cotidiana, en la historia de las cosas del día a día, un poco más allá de fechas, batallas, gobernantes y personajes sobresalientes para poner atención a las personas que, al igual que tú o que yo somos los habitantes, los ciudadanos, las gentes que vivimos nuestro día a día. Así que, veamos lo que Ajofrín describe en su Diario, cosas por demás sorprendentes que vio en la capital del Virreinato de la Nueva España.
“El traje y modo de vestir de la gente principal es casi en todo a la española, imitando los hombres el modo y estilo de los que vienen de la Europa, y las mujeres las modas de las señoras gachupinas (así llaman a las europeas), reteniendo siempre algunos usos antiguos, como es el paño de rebozo para dentro de casa, y aun para afuera las señoras no muy principales.
Hombres y mujeres andan igualmente embozados con un pañuelo blanco que llaman barbiquejo, arropándose con el carrillo por cualquier dolorcito de muelas, fluxión o amago de ella que les quiera seguir su delicada aprehensión. Usan de este dengue aun las personas e primer carácter, presentándose así dentro y fuera de casa, trascendiendo los religiosos y clérigos, que he visto asistir así en el coro y también en el altar.
“Los gorros blancos es otro títere. En toda España no hay tantos como en solo México. Chicos y grandes, ricos y pobres, todos traen su gorro muy empingorotado, hasta los clérigos y frailes; he visto asistir a unos y a otros en funciones públicas de iglesia, en procesiones y entierros con gorro blanco. Los he visto también, y es muy frecuente, en el confesionario con gorro. He visto (yo mismo) dar la sagrada comunión con gorro, y esto es en México. Item salir para decir misa con gorro, registrar la misa con gorro y quitársele al introito. Y si esto hacen los sacerdotes ¿qué juzgas hará lo que no lo son? Ayudan a la misa con gorro, que no al azar se le quitan; se confiesan con gorro; se ponen en el comulgatorio con gorro, y solo se le quitan al tiempo de recibir a su Majestad, e inmediatamente se le vuelven a poner.
“El tabaco de hoja es otro abuso de la América, lo fuman todos hombres y mujeres; hasta las señoritas más delicadas y melindrosas y estas se encuentran en la calle a pie y en coche, con manto de puntas, y tomando su cigarro; y como en España traen el reloj colgando de la basquiña, aquí traen su cigarrera de plata o de oro y aun guarnecida con diamantes. La figura de la cigarrera es como un botecito pequeño de cuatro o cinco dedos de alto, y cuelga de una cadenita. En las visitas de las señoras pasan varias veces una bandeja de plata con cigarros y un bracerito (y los he visto muy pulidos) de plata o de oro con lumbre.
“Fuera de casa, sea en la calle o paseo, no se desdeñan, ni señoras, ni señores, de sacar el eslabón y yesca para tomar el cigarro, y aunque estén delante de personas del mayor respeto. Y lo mismo cuando van a visitar algún sujeto de carácter; en medio de la conversación sacan sus bolsas, donde traen el eslabón, pedernal y yesca; aunque en las casas de los criollos luego ofrecen al huésped su bracerito, que siempre está prevenido con lumbre encima de la mesa, para que encienda su cigarro, y para este obsequio están advertidos los citados y criadas. Los religiosos y clérigos se encuentran también en las calles tomando cigarro, habituándose desde niños a este vicio, y creo le aprenden, con otros, de las amas de leche, que así llaman chichiguas, y regularmente son mulatas o negras. Y como esta viciosa costumbre se ve autorizada con las personas del primer carácter, se comunica fácilmente a los que pasan de Europa, siendo su consumo exorbitante, pues apenas dejan el cigarro de la mano en todo el día, excepto el tiempo que están en la Iglesia, cuyo lugar eso lo está exento de éste vicio, pero no la sacristía" (1).
Si el tema te interesa, ese de la visión que ojos extranjeros tuvieron de la Nueva España, un siglo antes de Ajofrín estuvo Thomas Gage que, prácticamente, de todo se sorprendió, lo puedes leer aquí.
Fuente:
1.- Diario del viaje que hizo a la América en el siglo XVIII el P. Fray Francisco de Ajofrin. Vol I. Instituto Cultural Hispano Mexicano. México, 1964. pp. 77-79
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