Volvemos a Guanajuato, la capital del estado del mismo nombre y caminamos por otro de los emblemáticos y no del todo conocidos (por el turismo) callejones. Subimos por el de Terremoto, el cual comienza en un punto por el que pasan prácticamente todos los que visitan la ciudad pues, apenas unos metros al norte de la Alhóndiga es donde se ubica. Así que, subiendo por Galarza llegaremos a una contraesquina en donde hay una panadería y, arribita, es donde inicia el Terremoto.
Aunque, siendo del estado de Guanajuato y habiendo estado en la ciudad en un buen número de ocasiones es, hasta ahora que camino por ahí y lo menos que esperé es llevarme la sorpresa de ver, desde lo alto, lo que desde ahí podemos apreciar.
El callejón, como todos los que hay en la ciudad, guarda sus propias peculiaridades pues, dada la orografía de Guanajuato, lo que podemos apreciar desde cada descanso al subir o bajar el lomerío es diferente y este que hay aquí es, en verdad, inigualable.
Al lugar llegué con el interés de ver el templo de San Clemente, la sorpresa fue mayúscula pues no imaginé que desde ese punto, el callejón del Terremoto, se pudieran apreciar los vestigios que a nivel de tierra son difíciles de observar, en el entendido de que el nivel de tierra en Guanajuato lo debemos entrecomillar pues, dependiendo del sitio, será el nivel, pues Guanajuato está incrustado en lomas y cañadas que al paso del tiempo se han vuelto calles.
Esto que "descubrí" desde el Terremoto es la capilla de la hacienda de beneficio de Salgado, la cual, luego de ser remozada pasó a ser la capilla de los presos, dado que, cuando la cárcel de la ciudad fue quitada de la Alhóndiga en los cincuenta del siglo XX, pasó a los terrenos que ocupara parte de la mencionada hacienda.
Al buscar datos en el Archivo General de la Nación, sobre la Hacienda de Salgado, solamente encontramos un documento que refiere a una persona que, me hace pensar, era Diego Rul. "Don Diego Real, minero en Guanajuato pide se le den quintales de azogue por vía de asignación extraordinaria para beneficio de los metales para la hacienda nombrada Salgado. Guanajuato". AGN. Minería. Cont. 106, Vol. 221, Exp. 5, f.133-183. Año 1797.
“Por desgracia no sabemos gran cosa sobre las haciendas de beneficio que existían en Guanajuato. La mayoría de ellas se ubicaban a lo largo del río en la villa de Marfil. Las mayores constituían empresas industriales de importancia, aunque ninguna de ellas fue construida a la escala de los establecimientos que el conde de Regla fundó en Real del Monte, o de los Fagoaga en Sombrerete. En 1780 la hacienda Real estimó que la ciudad tenía 50 haciendas de beneficio grandes y medianas y otras 300 de una variedad meno, llamada zangarreros, que no eran sino cobertizos provisionales con valor de unos cuantos miles de pesos. Para 1803 se había llevado a cabo una cierta concentración, ya que en aquel año había 75 plantas mayores de beneficio y unas 200 pequeñas. La mayor que existía por entonces, llamada Salgado, tenía 42 arrastres. Durante ese periodo también se desarrolló la capacidad total de definición de 1164 arrastres en 1760 a 1866 en 1803” (1).
Ahí, como punto focal, descubrí que estaba frente (pero desde arriba) de los vestigios de lo que fue una de las haciendas de beneficio más grandes que hubo en Guanajuato, actualmente una parte de ella son las oficinas de Seguridad Pública, otras un edificio de departamentos, otra una cancha deportiva y en conjunto es una maravilla que solo andando por el callejón del Terremoto podemos ver.
Así se veía la actual calle de Insurgentes cuando aun pasaba el río por un lado, a la derecha la Hacienda de Salgado.
Fuente:
Brading. Mineros y comerciantes. FCE. México, p. 375
Un saludado para toda esa jente bonita se les extraña
ResponderEliminarmuy interesante toda tu cronica, muchas gracias por ilustranos
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