jueves, 6 de noviembre de 2014

La víspera de la fiesta de San Judas Tadeo en su templo de San Hipólito, ciudad de México.

    El templo de San Hipólito fue, durante casi tres siglos, el punto central de la fiesta más grande que en Nueva España se realizaba; era allí el punto de partida de la Fiesta del Pendón, la cual concentraba a los personajes principales de la política, de la sociedad, de la corte y de la Iglesia cada año. Llegó a ser incluso una festividad aun más galana que la fiesta del Corpus Christi que era ya decir mucho. Por casualidades de la vida, en la actualidad el mismo templo se vuelve lugar de concentración, ya no el 13 de agosto, día de San Hipólito, sino el 28 de octubre, día de San Judas Tadeo, santo al que se considera ser el abogado de las causas difíciles.

    La festividad de San Hipólito, es decir, el Paseo del Pendón o Paseo del Pendón Real "era una ceremonia que se celebraba en algunas ciudades de la América española como parte central de las festividades organizadas en conmemoración de la fundación o la conquista. Como su propio nombre indica, el Paseo consistía en un desfile encabezado por el Pendón Real (el Estandarte Real) y en el que participaban las principales personalidades que, según el caso, podían ser miembros del Cabildo, de la Real Audiencia y las más altas autoridades virreinales. El Paseo, que era entendido como una demostración de lealtad hacia la Corona, podía ser acompañado de celebraciones religiosas, bailes, fuegos artificiales o corridas de toros". (Wikipedia.)

    Este Paseo del Pendón o Fiesta de San Hipólito comenzó el 13 de agosto de 1529, convirtiéndose así en una fiesta de carácter cívico, religiosa y popular. "...mientras la propia ciudad se preparaba para tal evento transformando sus calles y plazuelas con arcos triunfales de flores, levantando algunos tablados, altares, imágenes y capillas de cantores y ministriles. Las ventanas eran decoradas con vistosas colgaduras que servían de marco y realce a las damas de la nobleza que desde ellas presenciaban el cortejo primorosamente ataviadas..." (1)

    La Fiesta del Paseo del Pendón es suprimida luego de comenzar la guerra de Independencia, el templo de San Hipólito, que estaba inconcluso, ya que no se le construyeron las torres, quedaría como uno de los más de cien templos y capillas localizados en la antigua ciudad de México, no sería hasta ya entrado el siglo XX que el templo sería concluido pues, en el siglo XIX apenas se le levantó su torre oriente y ya en los años veinte sería construida la torre poniente. 

   "Desde su inauguración en 1740 hasta mediados del siglo XIX, el colonial Templo estuvo a cargo de los Padres Paulinos y después del clero diocesano. El 8 de enero de 1892, el Arzobispo Pelagio Antonio Labastida y Dávalos entregó el Templo de San Hipólito y San Casiano a los Misioneros Claretianos. El Templo fue entregado en muy malas condiciones por lo que pronto gestionaron los permisos ante las autoridades eclesiásticas para iniciar los trabajos de restauración para poderlo abrir de nuevo al culto. Fue magnífico el trabajo que realizaron, pues según consta el periódico de aquélla época La voz de México: “San Hipólito ... se ha convertido en una iglesia bellísima”. El 13 de agosto de 1893, el Templo de San Hipólito fue reabierto al culto. Durante el siglo XX el Templo continúa en funciones pero por el inicio del movimiento revolucionario se cierran sus puertas. Por el enfrentamiento que se suscitó durante la Decena Trágica la cúpula y sus vitrales se dañaron seriamente". (Página electrónica de los Misioneros Claretianos de México.) 

    Y fueron precisamente ellos, los padres Claretianos quienes realizan el cambio de imagen, de las de San Hipólito y San Casiano a la de San Judas Tadeo, cosa que ocurre en 1982; ya desde 1941 el altar mayor había sufrido una transformación, de su antiguo retablo colonial a uno de tipo moderno en mármol blanco y rosa, que es el que actualmente se observa. Pero nadie imagino que en cosa de 20 años el culto al Apóstol crecería en las dimensiones que fue creciendo y ahora, a 32 años de distancia lo que presencié en la víspera de San Judas fue algo que se vuelve indescriptible, pero contamos con una buena cantidad de imágenes captadas ese día que te darán idea de lo que ocurre allí apenas en la víspera.

    Eran las seis de la tarde del lunes 27 de agosto de 2014, caminaba por el andador Madero luego de hacer una visita a fondo al templo de San Francisco y las calles adyacentes a lo que fuera el Convento Grande de los franciscanos cuando comencé a oír el tronido de cuetes, cada vez eran más, no le presté mayor atención, seguía embebido (o embobado) pues pude entrar a la iglesia Metodista de la Santísima Trinidad en la calle de Gante, sitio que fuera el claustro del convento. Los cuetes seguían tronando, la noche comenzaba, el Eje Central, como es costumbre se presentaba repleto de vehículos, larga espera para cruzar la calle, el semáforo se pone en rojo, los autos se detienen y nosotros, los de a pie, podemos cruzar, cientos de gentes, unos íbamos, otros venían. Llegué a la Alameda...

   Me pareció escuchar música de banda de viento, pensé sería algún ensayo por ahí cerca, los cuetes seguían. Me parecía extraño escuchar detonaciones de ese tipo en pleno centro de la ciudad de México, de pronto los tronidos se multiplicaron y la música se escuchó con intensidad, reconocí la melodía, era la del "Altísimo Señor", música entonada siempre en las fiestas patronales, al aproximarme a la calle Hidalgo, vi que era una peregrinación, como tantas que he visto en innumerables ocasiones en las fiestas de los pueblos que he visitado, era el mismo comportamiento. Lo encabezaba una imagen "de bulto", adornada con una buena cantidad de flores, seguido de la banda de viento y luego una buena cantidad de peregrinos, un poco más adelante iban los cueteros. ¿Una escena de pueblo en pleno centro de la ciudad? me pregunté. Efectivamente, se trataba de una de las miles de peregrinaciones que desde las cuatro de la tarde del día 27 comenzaban la llegar a la visitar del santo en el Día de su  Santo.

   En el templo de San Hipólito las bancas habían sido ya retiradas, vallas se habían ya colocado, las peregrinaciones se sucedían unas a otras, eran apenas las siete y media de la tarde y cada vez se oía más y más el detonar de cuetes, por el rumbo oriente, poniente y norte. Torretas de luces anunciaban la llegada de más peregrinos, todos llevando una imagen de bulto profusamente adornada con flores frescas la mayoría y algunas con globos pero no sólo eso, casi todos los peregrinos llevan, además, su propia imagen, eran cientos, miles de imágenes de San Judas Tadeo las que se veían por todos lados. La festividad estaba apenas comenzando.

   Bandas de música entraban, seguidas o siguiendo a una peregrinación, afuera la vendimia comenzaba a tomar tintes descomunales y la multitud llenaba todos y cada uno de los espacios en la calle de Puente de Alvarado que había sido ya cerrada al tránsito de vehículos en sentido oriente-poniente. El ordenado caos comenzaba. Extraño ver una caótica multitud... en orden.

   Eran las ocho de la noche, aun se podía entrar al templo con facilidad. Todos querían llegar hasta el altar mayor, para recibir las bendiciones y, especialmente, para pedir que fuera bendecida la imagen que, en ocasiones rebasaba los dos metros de altura. Todos se formaban, incluso había ya una sección, una especie de pasillo lateral al templo en donde se formaban las peregrinaciones que iban llegando para hacer su entrada con toda la solemnidad que la ocasión representaba. Ese caos ordenado seguía creciendo, creciendo en orden.

   Por la derecha se entraba, por la izquierda se salía. Había personas que obsequiaban pulseras con los colores representativos de San Judas Tadeo: verde-blanco-amarillo, otros obsequiaban dulces, unos más estampas con los rezos que tradicionalmente se le hacen. El orden seguía pues la multitud, si bien numerosa, era controlable, pero, a varios kilómetros a la redonda se escuchaban más y más detonaciones de cuetes, de petardos, que anunciaba la llegada de más peregrinos. Eran apneas las nueve de la noche, era plena víspera y en el atrio aquello se volvió cosa imposible de transitar.

   "Santa Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de San Judas Tadeo. Judas es una palabra hebrea que significa: "alabanzas sean dadas a Dios". Tadeo quiere decir: "valiente para proclamar su fe". Simón significa: "Dios ha oído mi súplica". A San Simón y San Judas Tadeo se les celebra la fiesta en un mismo día, el 28 de octubre, porque según una antigua tradición los dos iban siempre juntos predicando la Palabra de Dios por todas partes. San Judas Tadeo estaba íntimamente relacionado con nuestro Señor por su parentesco con San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen. Sobrino nieto de estos dos santos, es a la vez sobrino de María y José, de donde resulta ser primo de nuestro Señor Jesucristo. San Judas es hermano del Apóstol Santiago el Menor." (Tomado del sito de los Padres Claretianos.)








































Fuente:

1.- Flores Moscoso, Angel. Paseo del Pendón o Fiesta de San Hipólito. Protocolo del Cabildo secular mexicano en los actos públicos en el siglo XVIII. Actas por Jornada de Andalucía y América, Universidad Internacional de Andalucía. España.

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