Soyaniquilpan, una escala más en el Camino Real de Tierra Adentro. Estado de México

   La primera vez que pasé por Soyaniquilpan, pensé andaba en un lugar remoto, en realidad había pasado docenas de veces por ahí, dado que la Autopista México Querétaro lo hace por un lado, pero, como iba embebido en mis cosas, sin poner atención a los letreros de la carretera, nunca noté tal nombre, quizá lo hice pero, al ser largo y a la velocidad regular en que se transita por ahí, el nombre no era nada fácil de leer, menos aún de memorizar.

   Son dos Soyaniquilpan los que hay, un, en el lado norte de la carretera, el otro al sur, San Agustín, el otro San Francisco, ambos en el Estado de México. Esa vez que lo crucé propiamente por el centro, me enfilaba rumbo a Jilotepec, cuando andaba, hace ya seis años, documentando la veracidad de la leyenda del Señor del Hospital, imagen de un Cristo negro que se venera en Salamanca y que estaba entonces por cumplir los cuatro siglos y medio de su llegada a la que entonces no era ni ciudad, ni villa de españoles, ni tenía el nombre de Salamanca, sino que era (de acuerdo a la leyenda) la Estancia de Barahona.

   El pueblo, aquella vez, me pareció “pintoresco” en la conciencia de que usamos el término cuando vemos un sitio que no nos atrae precisamente, pero luego ocurrió que pude visitarlo en varias ocasiones y fue que me di cuenta de los vestigios tan interesantes que allí se guardan, lamentablemente no tan lucidores como deberían de estar, pero allí los podemos ver.

   Dicen que (no recuerdo en dónde lo leí) cuando el Emperador Maximiliano pasó por aquí en su viaje de Agosto-Septiembre de 1864, dejó como obsequio una rica pieza de porcelana, algo así como un lavamanos, dicen (al menos así lo recuerdo) que lo depositó en el templo local, pero ahí no hay tal objeto y a quienes pregunté me dijeron el consabido “no lo sé”.

   La Calle Real, como solían llamarle a la calle por donde pasaba el Camino Real, en este caso el de Tierra Adentro, en la actualidad se llama Emiliano Zapata; unos 15 kilómetros antes de entrar al pueblo el Camino Real pasaba por el puente de Atongo, (que está actualmente en el municipio de Soyaniquilpan), una vez en el pueblo vemos la anchura de la calle, sobreviven una casa grande que seguramente era un mesón, a un lado tiene una capilla, creo dedicada a la Virgen del Carmen que nunca me ha sido posible verla en su interior.

   A dos calles de allí está la parroquia de San Francisco, templo interesante para visitar, hay una piedra que marca la fecha de 1585, lo cual nos dice la antigüedad del lugar, está construido con artesonado, nos reafirma sus años, consideremos que los conventos franciscanos en las cercanías fueron fundados, en Jilotepec en 1529 y en Tula en 1531.

   Son tres tramos de la calle Emiliano Zapata en donde podemos ver los vestigios del ventas, mesones, postas, y demás construcciones que habitualmente se levantaban en los pueblos de escala del Camino Real, caminando un poco hacia el norte en una zona abierta en donde se ven enormes sauces, llegamos a un ojo de agua, lugar de singular belleza en donde brota agua limpia. No muy lejos de allí hay una comunidad llamada El Sabino en donde hay otro puente que fue del Camino Real, hacia allá quería ir pero no recordé el nombre, fuera de que era nombre de árbol, equivoqué el rumbo y llegué al Capulín, en donde, fuera de un curioso arroyo, no hay más.

  El Ojo de Agua...

  Cruzando la Autopista México-Querétaro, del lado derecho se va a México...

   Un arroyo por El Capulín...

  Resulta ser que El Sabino está para el otro lado, yo enfilé rumbo a México y ese puente que buscaba en El Sabino está al cruzar la Autopista por el Ojo de Agua... en otra ocasión será...