jueves, 15 de diciembre de 2016

La hacienda de Corral de Piedras, Irapuato, Guanajuato

   Somos complicados por naturaleza y cuando nos encontramos frente a documentos antiguos nos cuesta trabajo entender la simplicidad que allí se manifiesta. Antes, en los tiempos virreinales, si algo había en las denominaciones, eso era la claridad, eso que se decía era justo lo que había. Por ejemplo una "vista de ojos"... ¿complicado? pues no, era ir a ver algo. "Oidor"... ¿habrá que sacar diccionario antiguo? tampoco, pues oidor era eso, alguien que se dedicaba a oír, como en nuestros días, un Contador, se dedica a contar, a hacer cuentas, a lidiar con números.

   En cuanto a los nombres de los sitios si se decía que era el "Ancón" pues era porque ese lugar se localizaba justo en un rincón (ancón quiere decir eso) sea junto a un río o a una loma, o algo... si era "La Sauceda" pues, claro es que lo que ahí abundaba eran sauces... la lista la podría continuar más y más pero creo ya nos entendimos.

   Por otro lado, bien sabes -lo he comentado infinidad de veces- que desde hace varios años (seis) vengo documentando sobre las haciendas que hubo en Salamanca. En una visita que hice al Archivo Histórico de Irapuato vi varios documentos que mencionaban a la Hacienda del Corral de Piedras o a las tierras del "Corral de Piedras",  varios pleitos hubo, el nombre me pareció peculiar y, claro es, obvio.

   Andando por el norte del municipio de Salamanca, como también lo he contado ya en este espacio, llegué a un punto en el que pretendía localizar la hacienda que hubo en el siglo XVII de nombre San Cayetano, no dí con ella, en cambio dí con lo que serían los vestigios de la que fuera la hacienda de San Nicolás Temascatío, al menos eso creo.

   También he comentado mucho sobre el manejo del agua que hubo por estos rumbos del Bajío y de como se fue creando una tecnología que para su tiempo era de punta y que funcionaba a la perfección solamente usando la gravedad pues hay una pendiente natural de unos 80 metros que era más que suficiente para conducir el agua de lluvia y de los arroyos a las tierras de sembradura, de ese modo la región se volvió de las más productivas de México.

   Y, caminando por la cortina de una presa que aun está en servicio, volteando al norte, note algo extraordinario que es poco común. Lo primero que pensé fue "el Corral de Piedras".

   No era un corral, no era un corralito, se trataba de un sitio que, aprovechando la gran cantidad de piedras que cuando llueve con fuerza hace bajar de las zonas más altas de la Sierra de Codornices las va depositando en las mesas que existen entre los cerros y de ese modo la cosa más fácil y económica es construir con esa piedra, además de ser la más adecuada para soportar el frío propio del invierno y los calores del verano... eso en las casas, y ni que decir para delimitar los corrales.

   De la antigua Hacienda del Corral de Piedras hay algo de información en el mencionado archivo, de pronto encontramos los nombres de los dueños, unos Bravo Laguna, unos Bustamante, Luis Carrillo, Joseph Gutiérrez, y un bachiller Domingo de Balmaceda, todos, a excepción del último, del que nunca había oído hablar, asociados a las familias propietarias de tierras por los rumbos de los Temascatíos y estamos justo allí, en la parte norteña de los Temascatíos. Por lo que, la lógica (o la intuición en todo caso) me dice que eso fue parte del Corral de Piedras.

   El sitio me pareció fantástico, especialmente por los tonos de verde que en este tiempo de otoño produce; se acumula a uno más de los fantásticos secretos que guarda este rumbo del Bajío.


 




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