domingo, 31 de enero de 2010

Una mujer en estado interesante: Felicidades Peggy!

Hace un año y un mes, había una persona a la que le tenía la cabeza ya reventada, a ella le conté desde un principio todas mis inquietudes y mi plan de desarrollar este blog, fue a ella a quién le envié las primeras pruebas y a quién le di la dirección por primera vez, es decir fue la primera lectora oficial de El Bable. Sus comentarios siempre han sido atinados y puntuales, cosa que le agradeceré toda la vida. Fue ella quién me acompañó a hacer las primeras fotografías que me urgían para poder lanzar este espacio y me prestó su cámara.


Hoy me entero, por boca de ella, que está en estado interesante, se que está feliz y que será una espera feliz. Y siendo ella quién es, siendo a ella a quién le dije que dentro de las tantas cosas que pensaba hacer en este espacio virtual, se incluía una galería fotográfica, pues valla dedicada para ella, en tan feliz momento ésta, la primera galería, formalmente establecida como tal. Se titula:


“Las bicicletas del Bable”












Se que me preguntará: ¿y por qué bicicletas? Pues nada, porque siempre están allí, aparecen todo el tiempo en el lugar y momento menos esperado, siempre están presentes.



No hay otro valle, como el Valle de Santiago

Como lo comenté en ese recuento que hice el 31 de diciembre, cuando este blog cumplió su primer año, los artículos sobre Valle de Santiago son los que han tenido más comentarios y lecturas de todos los publicados sobre los distintos municipios que conforman el Estado de Guanajuato, así que cumpliendo a lo que allí dije, de subir más fotos, aquí les paso mi reciente ida a Valle en donde esto fue lo que vi: claro es, si vamos a Valle, lo primero que vemos son sus característicos volcanes, como es La Batea.


La parroquia de Santiago Apóstol tiene una especial belleza, todo está en encontrarle el ángulo para irnos llevando una a una los detalles que encierra, aquí vista desde el suelo en el atrio.


Muchos recordarán mil historias al ver la fachada del Cine Montes, lugar de entretenimiento durante muchos años, ahora, como ha sucedido con la mayoría de las salas cinematográficas, se convirtió en estacionamiento.


Hace un año, eso que ahora les ha dado por denominar “centro histórico” fue remodelado, los portales lucen una combinación fuerte de colores sólidos, que resalta aun más cuando el cielo está limpio, como fue ese día.


Y otro sitio que seguro estoy les traerá otro tanto de recuerdos es el jardín principal, el de Valle, como todos los del Estado de Guanajuato, luce sus árboles, truenos o laurel de la India, perfectamente recortados.


Y aquí podrán apreciar como están ahora los portales, Valle es, hasta donde recuerdo, el único lugar en el estado en donde utilizaron un solo color para todo el rededor del jardín y es un impacto visual muy interesante.


Yo no sabía esta historia que me contaron, que este monumento a la madre, originalmente estaba en la explanada frente al Cine Montes, pero, cuando la ampliación del mercado, lo trasladaron a esta esquina, frente a la Alameda.


Y en uno de las casas antiguas de los portales, encontramos ésta que es histórica, especialmente ahora que iniciamos ya los festejos del BICENTENARIO, aquí fue donde el Cura, don Miguel Hidalgo pasó la noche en octubre 10 de 1810, venía ya de Guanajuato, de haber ganado aquella famosa “Toma de Granaditas”


Y como verán, al terminar la anterior administración se dejó el pueblo con una mejor imagen, al menos en lo que al centro se refiere, esta calle, cuyo nombre no recuerdo, tú si la reconocerás, está con pavimento y alumbrado nuevo.


Otro detalle más de la Parroquia, sale de sobra decir que son los ángeles que se encuentran en las entradas del atrio.


Este es uno de los templos antiguos, como verás no se le ha dado mantenimiento, pero igual luce muy interesante, es el que está a un costado del mercado.


Siempre tuve la curiosidad de saber que es lo que dice la placa colocada en la torre chica de la Parroquia, ahora con el telefoto pude hacer un acercamiento y leer la placa, pura historia guarda Valle en cada detalle.


Esta es la entrada cuando se va a visitar al Señor Santiago, fíjate bien la cantidad de detalles que tiene, es una obra de arte, indudablemente.


Este “angelote”, así se les denomina, es muy particular, son pocas las construcciones coloniales donde los puedes encontrar, aquí en Valle aparece, solo que poca gente le presta atención.


También la puerta tiene lo suyo, como esta escena de una decapitación. En cada hoja de la puerta aparece. No se a quién representa, no creo sea San Juan Bautista. Me gustaría saber quién es.


Y mira nada más que maravilla encierra el interior de la Parroquia de Santiago Apóstol, una estupenda escena de la Ascensión del Señor.


Y una toma de cerca del Santo Señor Santiago Apóstol, patrono de Valle de Santiago, Guanajuato!


La visita a Valle no puede terminar así nomás, ahora nos vamos al mercado a ver que nos “jambamos” ¿qué tal te caerían unas enchiladas?


Pues aquí están.


Y que mejor que acompañarlas con agua fresca de fruta de la estación, en este caso de guayaba.


Si andas por el norte, seguro extrañarás las sopas, aquí puedes ver que estamos en plena temporada del garbanzo, y las bolsitas del “recaudo” siguen siendo básicas en la compra dominical.


Pues terminó la visita al Valle de Santiago, pasemos por la Terminal de la Flecha Amarilla para ver a Nuestra Señora de las Mercedes.


No cabe duda, no hay otro valle, como el Valle de Santiago!


¿Te quedaste con ganas de ver más fotos de Valle? Entra en esta otra página:

http://elsenordelhospital.blogspot.com/2010/01/la-parroquia-del-apostol-santiago-en-el.html



sábado, 30 de enero de 2010

La historia del caballerango y su amada Chaparrita

Ahora que estaba terminando de organizar las fotografías tomadas durante el recorrido que hice por el estado de Hidalgo, apareció una, la del caballo, que me hizo recordar una anécdota que fue algo traumático durante muchos años de mi vida.


Todo comenzó cuando entraron a trabajar a la casa de mis papás las llamadas Chaparritas que eran las chicas que auxiliaban en las tareas del hogar a mi mamá, si eran conocidas como “las Chaparritas” era por su corta estatura, dudo que levantaran más del metro y medio, lo cual no ocultaba la belleza exuberante de una de ellas, sus formas eran únicas, por lo tanto era la presa más codiciada de la zona.


En donde yo viví una buena cantidad de años, es decir, hasta que enfilé camino la primera vez, fue en su época de oro el casco, aunque nunca fue una hacienda, pero si era el casco de la propiedad aquella de la que ya te he platicado y de donde se deriva el nombre de este blog. Pues bien, eran enormes paredes de adobe, techos de teja, de esos, de los de antes, de los que cuando llovía el aroma a tierra mojada que desprendían y el ritmo que provocaban las gotas de lluvia era una verdadera sinfonía, más bien diría, un poema sinfónico el que se provocaba.


En ese entonces aun existía La Fortaleza, la cual se ubicaba a todo lo largo de la otra acera de la casa, cuando preparaban la piña era una delicia, todo se perfumaba, pero cuando preparaban la salsa de tomate, era un verdadero tormento, no tienes idea de la pestilencia que desprenden las toneladas de tomate cociéndose con azúcar. Esa calle se llamaba así, precisamente La Fortaleza y estaba empedrada. A tan solo media cuadra vivían las Chaparritas y en la siguiente esquina era donde, ocasionalmente, los caballos de don Flor, un personaje de la localidad que tenía una hermoso rancho no lejos de aquí; pues sus caballos eran traídos, no se si a exhibición o como medio de transporte, el caso es que de vez en cuando aparecían en ese terreno tremendos equinos.


El caballerango, muy al modo del Bajío, era diestro en el manejo del animal y estrella ocasional de los Jaripeos y fiestas de pueblo, se llamaba Lupe, era joven, seguramente gallardo y esbelto, eso no lo se, no lo recuerdo, pero lo que si sé es que estaba enamorado de la Chaparrita. La esperaba en la esquina, y para llamar su atención le hacía mil piruetas en su caballo a lo largo de la calle La Fortaleza, precisamente donde yo vivía. Eso lo sabía pues los cascos de los caballos se oían perfectamente al caer pesadamente sobre las piedras. A todo galope, seguramente con relinchido para hacer más atractiva aun su faena. La Chaparrita seguramente disfrutaba de este espectáculo privado, hecho solamente para ella.


Y donde sucede un buen día, en esos que Lupe andaba en celo y quería demostrar a su bien amada la mejor de sus suertes ecuestres, que, sin pensarlo dos veces salió estrepitosamente a la calle en el mismo momento en que yo lo hacía. El portón de mi casa era enorme, seguramente habré tenido cinco o seis años a lo sumo, por lo tanto abrir esa enorme puerta no era sencillo, como quiera la jalé y salí en el preciso momento en que Lupe hacia su paso de la muerte que no era el tradicional brinco de caballo a caballo, sino que pasaba rozando la pared de adobe que rodeaba la casa y el caballo, aventando espuma por el hocico y sudado paso a un milímetro de mi cara.


Quedé pálido, impávido, fue un segundo, el caballo iba a toda velocidad, Lupe realizaba su mejor escaramuza, seguramente se hubiera llevado todos los premios del Jaripeo, pero yo estaba inmovilizado, aterrorizado de haber sentido frente a mi toda la fuerza del caballo.


No se cuanto tiempo pasé allí, no se como fue que entré de nuevo en la casa, lo que sí sé es que desde ese día le tomé un pavor inaudito a los caballos, temblaba al notar la presencia de alguno, evitaba aproximarme a ellos, pensaba que me fueran a patear… tuvieron que pasar muchos años, muchos, para dominar ese temor.


De las Chaparritas y del caballerango no volví a saber nada de sus vidas.