viernes, 23 de abril de 2010

Dejamos Pátzcuaro y llegamos a Tzintzunzan, pero antes, entendamos al número cinco

Este año estaremos ocupados, entre otras cosas, con lo del 2010, es decir, el Bicentenario, pero, dentro de poco toda la atención estará con el 2012. Ese es tema profundo, barril sin fondo casi. Este apunte lo hice al ver un documental interesantísimo en el canal Infinito, si es que no mal recuerdo, en donde sorprendentemente aparece el número cinco relacionándose con toda la idea que tanto me ha obsesionado por años.


Luego de poco más de un año de publicar en este espacio has ido conociendo mi forma de pensar, de interpretar las cosas y de transmitirlas, pero este, digámoslo así: ejercicio, comenzó hace más, mucho más tiempo, tanto, que la verdad no lo recuerdo. Tal vez fue cuando viví en la Ciudad de México y el concepto de la dualidad, es decir, del número 2 me atrajo y medio lo pude entender. Al paso del tiempo logré descifrar medianamente lo que significaban algunos de los números, del dos y del cuatro, hasta donde lo recuerdo, ya hice algunos comentarios, hoy le toca al cinco. Lo traigo a colación no solo porque sea mi gusto, sino porque fue en Pátzcuaro y con la figura de don Vasco de Quiroga, Tata Vasco, que lo materialicé.


Y caminando no solo por Michoacán, sino por más lugares de México, no digo que del mundo, porque no viene en este momento al caso, encontramos que la gran mayoría de las flores se conforman de cinco pétalos, el cinco presente en el mundo vegetal también. La idea no era nueva para mi, la mantenía vigente de analizar más a profundidad, pero aun no encontraba todas las coincidencias necesarias para discernir al respecto.


Entre los antiguos mexicanos el cinco era un número muy importante, ya que representaba los cuatro rincones del mundo más el punto central, donde se unían en una interacción de lo terrenal con lo celestial, es decir, del hombre con los dioses. Al respecto hace varios meses recibí un comentario por demás interesante de un Anónimo, del cual dice así: “Los cuatro puntos cardinales y la dirección arriba-abajo, en el centro; es de esta dirección donde procede el águila que desciende y se para sobre el nopal. Es la dirección por donde se va a los trece cielos y nueve inframundos de la antigua cosmovisión azteca. Es la dirección por donde se establece contacto entre los terrenales hombres y los dioses del panteón prehispánico”.


Interesante en verdad, lástima que no dejó su nombre. Como quiera, nos menciona la dualidad con ese arriba-abajo, nos anota el cuatro, el nueve, el trece y nos hace una referencia que, a mi, en lo personal, me ha obsesionado desde que me dio por comer manzanas todos los días y ver que siempre aparecía un cinco al partirla, cuando se veía el centro y la disposición de las semillas. Esa obsesión la cargaba desde antes, cuando me adentré un poco a lo creado por Da Vinci y ver una y mil veces su Canon en donde aparece el cinco nuevamente y en el cuerpo humano. Por cierto, aquí no va ninguna foto en la que se recree el Canon, pues no hubo mortal que se dejara retratar desnudo y de espaldas, como era mi intención.


Si nos vamos a la interpretación que desde la óptica bíblica del número cinco se da, encontramos otro concepto también interesante: “El número 5 significa "algunos", "unos cuantos", una cantidad indefinida. Así, se dice que en la multiplicación de los panes Jesús tomó 5 panes (=algunos panes). Que en el mercado se venden 5 pajarillos por dos monedas (=algunos pajaritos)... 1 Cor 14,19.” Esto lo comenta Ariel Álvarez Valdez en su libro ¿Qué tanto sabemos de La Biblia” de Editorial San Pablo.


Y me sucedió una vez, luego de vivir muchos años casi casi a la orilla del mar que en una apartadísima playa en Loreto, Baja California Sur, caminando por allí, llenándome de azules los ojos, vi un erizo más que pulido por el ir y venir de las olas, que no tenía una sola espina y lo raro era que aun conservaba esa parte central, que cuando estaba vivo fungía como boca. Normalmente cuando encontramos un erizo es solo el caparazón y no más. Pues bien, allí apareció el número cinco, con esto comprobaba aquella teoría (descubrí el hilo negro) de que lo que nos ata, el alma a la tierra, es decir, lo inmaterial con lo material, se representa con el número cinco.


Ahora que andaba por los Caminos de Michoacán encuentro en la Historia General de Michoacán del maestro Enrique Florescano publicada en 1989, la recreación de los planos de lo que Tata Vasco había ideado como SU catedral, una que incluía cinco grandes naves, como mano que se abría para recibir a todo su pueblo congregado en verdadera Iglesia, cinco naves de la cuales solo se pudo levantar una. Como quiera, queda clara la representación simbólica del número cinco y algo curioso, que seguramente Tata Vasco vio, entendió, captó de inmediato cuando llego a formar su Obispado de Michoacán.


Tata Vasco sale de su Hospital de Santa Fe, en las cercanías de la Ciudad de México rumbo a lo que sería su primera Catedral en lo que era el asentamiento del Calzonci en Tzintzuntzan, la Capital del Imperio Tarasco. Y allí, en donde se encontraba el “fogonero mayor” lo que había eran esas cinco espléndidas terrazas circulares que conforman el gran templo dedicado al sol, a Curicaueri, a la deidad máxima… el cinco una vez más entrelazando el mundo terreno con el divino.


Aquí fue mi disertación del número cuatro:


http://vamonosalbable.blogspot.com/2009/02/el-4-en-la-bandera-mexicana.html#comments


Y aquí sobre la dualidad y los colores:


http://cabezasdeaguila.blogspot.com/2010/04/mexico-la-tlapaleria-del-mundo.html


Terminamos este repaso del número cinco y su representatividad con la mano, la que tiene cinco dedos. ¿Y que sostiene esta mano? Pues un pedazo de una Cabeza de Águila, uno de los 260 monumentos que en 1960 se mandaron levantar a lo largo de la Ruta de Hidalgo en once estados del país. Te invito a este sitio, le estoy poniendo toda la enjundia necesaria para hacerlo interesante, eso te lo aseguro.


http://cabezasdeaguila.blogspot.com/



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