sábado, 4 de agosto de 2018

El Ferrocarril Mexicano. Cuarta Parte. Orizaba-Infiernillo

  Entre el antiguo camino carretero de Aculcingo y el cauce del Río Blanco, trazando una gran curva y pasando por el pintoresco pueblo del Ingenio, ya citado, recorre la vía terrea un tramo de 8 kilómetros hasta Santa Cruz, de donde se dirige al Valle del Encinal Al cambiar de rumbo desaparecen por completo los horizontes, por la interposición de las montañas, que ofrecen por todas partes bellísimos panoramas. Desvanecida completamente aquella faja sombría y tenebrosa, que de lejos tan solo daba indicios de la existencia de la cañada de Aculcingo, puede observarse desde Santa Cruz clara y distintamente esta abra colosal, con sus pormenores y detalles, alternando las pendientes opuestas de las montañas que la limitan, y alejándose en proyección perspectiva, desapareciendo gradualmente sus accidentes en razón de la distancia y disminuyendo el variado colorido que á sus eminencias imprimen las rocas y las plantas, basta dibujarse confusamente los últimos escalones que dan acceso á la alta mesa.

  El Valle del Encinal, más elevado que el de Orizaba, se baila limitado por las eminencias de Xochio, Rincón de las Doncellas y cuestas del Infiernillo, observándose, por el aspecto de los encinales que predominan y por la sensación que se experimenta al recibir las tibias auras que proceden de Orizaba, el abatimiento de la temperatura.

  Desde las vertientes de Necostla, lugar elegido para el desarrollo del paisaje que se ofrece en la lámina XVI, se observa en el primer término la hacienda del Encinal con sus huertos de palmeras, naranjos y limoneros, dominando entre los edificios un mirador, al abrigo del cual, bajo la influencia de un clima templado y delicioso y ante la esplendidez de la naturaleza, brotaba la inspiración en el privilegiado cerebro de nuestro vate D. José Joaquín Pesado. En el segundo plano, y á la derecha del paisaje, se eleva el empinado cerro del Colio, y á la izquierda las vertientes del Xochio y Rincón de las Doncellas, en uno de cuyos agrestes lugares se refugiaban algunas mujeres en la época de la insurrección: en el tercero aparecen las cuestas del Infiernillo con el trazo ascensional ele la vía férrea, sus viaductos y túneles, descubriéndose al término de ella las fragosas gargantas que comunican el Valle de Maltrata con el Encinal. Paralelamente á la traza del ferrocarril, en las cuestas del Infiernillo, se ve la continuación del mismo en las cumbres de Maltrata, constituyendo el cuarto plano del paisaje, así como en el último se dibujan las crestas de las montañas, destacándose ante un cielo en parte cubierto de nubes de brillantes celajes.

 Antes de internarse la vía en las gargantas del Infiernillo, recorre el primer viaducto de este nombre, atrevidamente sustentado en la horrenda cuesta de un desfiladero (véase la lámina XVII). En un espacio, en extremo limitado, se apoyan los estribos de mampostería y el machón central de fierro, que sostienen el viaducto de trabes de aspas, de 39,63 m de longitud, 10,67 de altura, sobre una pendiente de 4 por ciento. Aquellos enormes crestones, ligeramente incrustados en la parte superior de la montaña, que parecen desplomarse sobre la vía al menor movimiento de trepidación del tren; aquel abismo en cuyo fondo apenas se perciben las agitaciones del agua en un cauce erizado de peñascos; aquellas paredes acantiladas ó de pendiente inversa, de cuyas desnudas rocas se ven flotar sobre el abismo los ramos de la higuerilla (ricinus communis); en fin, todo aquel conjunto, á pesar de la grandiosidad del espectáculo, infunde en el ánimo del viajero el mayor pavor y sobresalto al mirarse, como las águilas, recorriendo el espacio en virtud de un leve apoyo, remontándose sobre los valles y las selvas, y salvando barrancas y precipicios. Por todas partes se dejan ver rocas calcinadas y la vegetación derramada tan solo en las grietas de la montaña, predominando los pinos y el tabaquillo (nicotiana glauca).

  Para contener los derrumbes de la montaña en el punto en que la vía traspone un promontorio, se halla construida, á corta distancia del viaducto, una galería ó sea el túnel núm. 10, de 71 metros de longitud y 107 de radio sobre la pendiente de 4 por ciento. Al salir del túnel 10, la perspectiva de una hondonada conocida con el nombre de la "Joya" causa una nueva y agradable sensación. "Ni en Suiza he contemplado, dice un viajero, un sitio más bello y pintoresco que el que presenta esta porción del camino que se llama la Joya. A un lado de la montaña, que desaparece bajo un manto de musgo y de césped bordado de mil flores silvestres, corónala á manera de diadema una selva de árboles seculares. Al otro lado un valle verde oscuro, atravesado en toda su longitud por un apacible riachuelo que corre murmurando sobre un lecho de arena. Una aldehuela, cuyas casas aseadas se ocultan á manera de nidos entre bosquecillos de arbustos y de plantas trepadoras, aumentan la ilusión, asemejando mucho más aquel paisaje á los de Suiza.

  Seguro estoy que nadie ha pasado por allí sin desear, siquiera por un momento, vivir en aquel lugar, en donde todo respira paz y felicidad.—Pero ¡ay! como para confirmar una vez más que los extremos se tocan, no bien acaba uno de perder de vista aquel valle de la Joya, cuando penetra en un horrible desfiladero, llamado con justicia El Infiernillo.

  ¡Adiós césped y flores! Arida es la montaña; amontónanse unos sobre otros enormes peñascos de roca calcinada; no hay ni un solo árbol ni una yerbecilla; el fuego ha pasado por allí. ¿Y ese lindo valle que acabamos de admirar? No existe nada, es una cuna encerrada entre dos montañas tan altas y tan cercanas una de otra, que hay noche perpetua en el fondo de aquel abismo. El agua del riachuelo hierve ahora á borbotones, y parece que muge de dolor al tener que correr por entre aquellas horribles rocas que le desgarran en todos sentidos, haciéndole espumear de coraje."

  A 365 metros del viaducto que acaba de mencionarse se encuentra otro de mayores dimensiones y de más atrevida construcción, sobre un desfiladero de la Joya, en el cual el movimiento causado en el terreno por el tránsito del tren, basta para hacer correr por los pliegues de la inaccesible pendiente arroyuelos de tierra y arena, y desprender las rocas, que á saltos descienden hasta el fondo del precipicio. Las bases cúbicas de mampostería, sobre las cuales se apoyan los ocho machones de fierro que sostienen la vía, aparecen, por su intersección con el inclinado plano de la cuesta, como prismas triangulares, dando indicios de la temeraria construcción en los cantiles de la montaña, que para llevarla á efecto se hizo necesario confiar á la resistencia de las cuerdas suspendidas sobre el abismo, la seguridad de los operarios. Este puente consta de nueve claros, y tiene una longitud de 91,50 m, con un radio de 107 sobre la pendiente de 4 por ciento.

   Trasponiendo la pendiente de la Joya, el tren llega al segundo Infiernillo, del que se hace alusión en las líneas que acabo de trascribir. La estrechez de la garganta hizo necesaria la construcción del tercer viaducto de estos lugares, siguiendo en algunos puntos el mismo cauce del río, levantándose muros de mampostería que defendiesen el terraplén.

  Este viaducto, de ocho claros, se halla sostenido por machones de fierro apoyados en las paredes de la barranca, y mide una longitud de 74 metros en tres tramos de desigual curvatura; una de 218,30 m, otra de 175m  y la última de 66,46 m, sobre la pendiente de 4 por ciento.

  Por todas estas barrancas corre el rio de Maltrata, conocido en este pueblo con el nombre de Tecoatl, y al percibirse entre las trabes de la vía el murmurador torrente, que se despeña entre los cantiles de la barranca, se experimenta una impresión tan nueva como grata.


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